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Nació para ser rémora: primero del perredista Cárdenas, luego del panista Fox y ahora del priísta Peña. Eso le ha permitido sobrevivir como partido, recibir millones del presupuesto y contar con el suficiente poder para traficar influencias con toda impunidad.
El Partido Verde Ecologista de México —en su nombre lleva tres mentiras— ha sido controlado desde su fundación en 1986 por la misma familia y opera como una empresa privada de parientes y amigos.
Hoy sus más relevantes figuras son quizá la peor cara de una generación joven de políticos que no le piden nada a la vieja guardia del PRI en lo que se refiere a tropelías, abusos y simulaciones, con el agravante de que nunca han esbozado algo parecido a una línea política o ideológica.
Eso sí. Hay que reconocer en Jorge Emilio González Martínez, apodado El Niño Verde, a un genio de la mercadotecnia. Quizá le viene de familia, pues según me cuentan allegados, es él quien interviene directamente con el consultor Ulises Beltrán en el diseño de las campañas publicitarias que son su única vía para atraer votos: ante el desencanto por los partidos grandes, ponen sobre la mesa un par de propuestas concretas fáciles de entender (aunque sean irrelevantes), usan a sus aliados en el Congreso para aprobarlas y salen a presumir que el Verde cumple.
Lo suyo no es el mitín ni la declaración de principios. No es el debate ni el contrapeso. No son las convicciones ni las plazas llenas. Lo suyo es el spot. Y les ha ido muy bien.
Su estrategia incluye la decisión sistemática de violar la ley con el cálculo de que les será más redituable pagar las multas con tal de conquistar más posiciones que les darán más dinero.
Pero esta vez el PVEM estiró tanto la liga, que generó un importante movimiento antiverde.
Encabezado por conocidos intelectuales, activistas, analistas y periodistas, y secundado por los partidos opositores al PRI, el movimiento exige que sea cancelado el registro del PVEM. A través de la plataforma digital change.org han juntado más de 140 mil firmas.
Se basan en el artículo 94 de la Ley General de Partidos Políticos que establece como una de las causales de cancelación: “Incumplir de manera grave y sistemática a juicio del Consejo General del Instituto o de los Organismos Públicos Locales, según sea el caso, las obligaciones que le señala la normatividad electoral”. La discusión está abierta en el INE.
Me encantaría que el Verde dejara de existir, pero soy de los que piensa que eso debe ocurrir por voluntad de los electores que en las urnas no le den ni el 3% mínimo que exige la ley.
Mientras tanto, con el respeto que tengo por algunos de los impulsores del movimiento antiverde, el argumento me resulta corto: si de violaciones sistemáticas hablamos, basta hacer un recuento de las multas que año con año todos los partidos, todos, tienen que pagar por violar exactamente la misma ley. Y en change.org no se está planteando que desaparezcan todos los partidos. Vamos, ni siquiera que desaparezcan todos los partidos rémoras. Ojalá así fuera.
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