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Para algunos tiene el aspecto del trailero vengador que salva al pueblo. Para otros es la cara del bandolero con el que no quisieran encontrarse de noche.
Para unos es un vulgar ex priísta que robó cuando era alcalde y ahora se disfraza de candidato independiente. En la otra esquina lo ven como el valiente que se atrevió a desafiar el poder de los partidos políticos.
Hay quienes lo ven como desquiciado golpeador de mujeres. Contrasta con los que lo identifican como reflejo de la más “echada pa´lante” personalidad norteña.
Para unos es el peligroso populista que puede descarrilar al estado que es ícono de productividad. Para otros es quien logrará zafar a Nuevo León de un bipartidismo al que no le recuerdan virtud.
Jaime Rodríguez, El Bronco, es candidato independiente a la gubernatura de Nuevo León y como va muy bien en las encuestas, polariza.
Por eso hay que observar desapasionadamente el experimento político al que Nuevo León va a entrar en calidad de conejillo de indias.
No se trata de un municipio perdido en la sierra que amerite una referencia folclórica. El primer gobernador sin partido puede ser en un estado de primera importancia económica, y de población, desarrollo, educación y vida cultural.
Vale la pena contener la pasión por un instante y plantear las preguntas de fondo sobre su eventual gestión:
Por ser candidato sin partido no tendría bancada en el Congreso local. ¿Se puede gobernar sin nadie en el Congreso? O peor aún, ¿con puros enemigos en el Legislativo? ¿Quién impulsaría sus iniciativas? ¿Quién sería su voz? ¿Quién cabildearía los presupuestos públicos, los nombramientos que requieren visto bueno?
El 100% de los presidentes municipales serían sus opositores. ¿Cómo ejecutar una gestión local sin un solo aliado? El “aterrizaje” de sus posibles programas, desde la gestión cotidiana hasta la base misma de la gobernabilidad, del combate a la delincuencia, ¿con quiénes?
¿Cómo articularía su interlocución con el gobierno federal, que los mandatarios estatales logran en buena medida por la representación nacional de sus partidos? Y no hay estado al que le vaya bien sin el apoyo de la Federación, entendida no sólo como el presidente y su gabinete, sino como el Legislativo y el Judicial.
Existen candidatos independientes con estructura propia, trayectoria ciudadana y capacidad para construir acuerdos. No lo son todos.
Ayer en esta columna repasamos las crisis vigentes en Latinoamérica. Tantito atrás, Fernando Collor de Mello fue un empresario entrón que representó el triunfo de la democracia sobre la dictadura en Brasil. El “Indiana Jones de América Latina” le apodó George Bush padre. Llegó al poder con un partido insignificante que le dio apenas unos escaños en el Congreso, pero ganó “la grande” con un popular discurso contra los políticos. No supo gobernar y cuando buscó a los partidos, éstos estaban tan heridos que no le tendieron la mano. Renunció a la mitad de su mandato y dejó a Brasil en una profunda crisis económica.
¿Sería este el caso de El Bronco?
Suéltense las pasiones.
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