Desde el día del fallecimiento del primer secretario de cultura federal en México, Rafael Tovar y de Teresa, tenía la intención de escribir sobre su obra como constructor de instituciones culturales y su legado. Mi acercamiento a la misma fue la lectura de su libro “Modernización y política cultural”, perteneciente a la colección Una visión sobre la modernización de México, editada por el Fondo de Cultura Económica, en el que traza, como en un plano arquitectónico, la ruta que concluyó con la creación de la dependencia de la que era titular. El camino fue largo 1994-2015.

Los logros incluyen el Sistema Nacional de Creadores, Fondo de creación cinematográfica, la transformación de las organizaciones administrativas dedicadas a la promoción de la cultura y la edificación del Centro Nacional de las Artes. La autonomía de gestión de la política cultural respecto a la Secretaría de Educación Pública comenzó en 1988, con la creación del órgano desconcentrado CONACULTA, pero se intensificó significativamente con Tovar y de Teresa a partir de 1992, que paulatinamente fue coordinando al INBA, INAH, IMCINE, FONCA, Canal 22, Cineteca Nacional, Fonoteca Nacional, Festival Internacional Cervantino, entre otros.

Mi segundo acercamiento fue a través de Fernando, su hermano, quien me platicaba de las inclinaciones de Rafael por la música y la arquitectura de finales del siglo XIX e inicios del XX, lo que me condujo, vía la curiosidad, a conocer su faceta como escritor de Paraíso es tu memoria (2009), El último brindis de Don Porfirio (2010) y De la paz al olvido: Porfirio Díaz y el final de un mundo (2015).

Rafael Tovar y de Teresa fue un hacedor. Una persona entregada a la promoción de la cultura, que sabía que el mundo del antiguo régimen del partido hegemónico se extinguía y era indispensable una modernización. Un giro de 180 grados. Si bien él se alejó del aparato cultural durante la alternancia del poder (2000-2012), permaneció vigente para conseguir una de sus metas principales en la vida: concentrar los esfuerzos de las instituciones culturales en una dependencia desvinculada de la Secretaría de Educación Pública para garantizar el flujo de recursos presupuestales destinados a la promoción de las artes y los creativos.

Los hacedores no se detienen. Planean mientras no tienen la oportunidad inmediata de servir. Ordenan sus ideas o escriben mientras están alejados de su pasión que es aportar al bienestar de su comunidad. Aprovechan cimientos o construcciones anteriores para continuar y no detenerse en su afán de vivir y proyectar al futuro un mundo mejor. Son organizadores y motivadores de grupos de trabajo. No reparan en el tamaño de la obra, si es grande o pequeña toda tiene valor porque están confiados en que alguien tomará la estafeta a su retiro o muerte.

Los activistas construyen castillos en el aire y mundos ideales en sus mentes. Reorganizan a la sociedad conforme a sus valores y cosmovisiones personales. Desde su perspectiva, nada está bien, todo hay que cambiarlo y generalmente proponen como un comienzo evidente la destrucción de lo existente. Conciben a los demás como inconscientes de la realidad y sujetos de adoctrinamiento. Destruyen o estorban aquello que no coincide con su forma de pensar.

Los activistas bloquean carreteras para detener la construcción de un aeropuerto, una autopista o afectar la economía para provocar que sus contradicciones afloren y facilitar la demolición de las instituciones. Afectan los derechos de los demás porque los consideran cómplices del orden que ellos quieren cambiar o derruir. No dejan obra palpable. Crean un bienestar imaginario que se alcanzará en generaciones después de sacrificios por la causa.

Los hacedores son quienes con su trabajo y entrega cotidiana legan algo. Suelen ser los héroes anónimos. Los activistas son personas ávidas de reconocimiento social, cuando no lo obtienen incuban resentimientos y son capaces del sacrificio total por el deseo vano de escalar los peldaños de los altares cívicos.

México necesita más hacedores. Organizados para crear y edificar. Menos activistas permanentemente movilizados contra todos y contra todo, que crean inconscientemente pantallas de humo para cubrir otro tipo de intereses (Lenin les llamaba los tontos útiles). Rafael Tovar y de Teresa es un ejemplo de lo que el trabajo constante y las ideas claras logran cuando el propósito es servir a la sociedad haciendo, construyendo instituciones culturales.

Profesor de Posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac del Nortec

matutegonzalez@yahoo.com.mx

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