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México es la economía número 13 del mundo con un PIB de 1,231.982 millones de dólares; es miembro de la Organización del Comercio y Desarrollo Económico (OCDE); es una nación con raíces que se hunden en un mundo prehispánico heredera de múltiples tradiciones; tiene una población que equivale a la tercera parte de la estadounidense, sin olvidar que más del 10% de ésta es de origen mexicano, que tiene influencia electoral en California, Texas, Nueva York e Illinois; se encuentra en un proceso de integración avanzado en la globalización, y vive una intensa pluralidad política con un orden jurídico orientado el respeto de los derechos humanos.
Cuba es la economía número 71 del mundo; es un país aislado de los centros de decisión mundial por iniciativa propia y hostigamiento externo; casi el 18% de los cubanos viven fuera de su país exiliados o huyendo de la pobreza y la represión política; su población no representa una fuerza política importante fuera del Estado de Florida; existe una tenue apertura a la integración económica; padece una dictadura desde hace 60 años y hay un distanciamiento oficial al discurso jurídico del respeto a los derechos humanos como elemento esencial de la relación autoridad-persona.
México tiene más de tres mil kilómetros de frontera con los Estados Unidos. Cuba es una isla a 150 km. de distancia de la península de Florida. México es una nación soberana integrada en el bloque económico de Norteamérica que representa cerca de la tercera parte del PIB mundial. Cuba es una nación soberana con una base militar norteamericana en su territorio, aliado de la Unión Soviética en la Guerra Fría, con profundos problemas económicos en los noventa y bajo grado de industrialización.
Sin embargo, ambos países se identifican en que su nacionalismo es una reacción defensiva ante el poderío militar y la ambición expansionista de los Estados Unidos, la que México sufrió con la pérdida de más de la mitad de su territorio y Cuba con la permanente intervención de Estados Unidos en su política interna desde la guerra contra España hasta la revolución castrista. Somos los países que hemos sufrido más directamente los efectos del Destino Manifiesto anglo sajón.
Si consideramos que Trump es una expresión de la política norteamericana, sólo eso aunque en este momento histórico sea la expresión más poderosa, entonces estamos asistiendo al inicio de un reacomodo de fuerzas económicas, políticas y sociales en el bloque regional de Norteamérica, que también va a afectar a Canadá, aunque se mantenga aparentemente como un simple espectador.
Esto explica que Rex Tillerson, un texano vinculado con la industria petrolera, le recete a Cuba la amenaza de la reactivación del embargo y su inclusión en los países promotores del terrorismo. En cambio respecto a México, señale que es un su viejo amigo de Washington y un vecino con el que hay necesidad de comprometerse por su importancia en el hemisferio.
Ahora bien, si analizamos en este contexto las bravuconadas de Trump, el reconocimiento de la habilidad de los políticos mexicanos para aprovecharse de Estados Unidos y la asimilación de nuestra importancia para ellos con Rusia y China, entonces, estamos frente al discurso de un negociador nato y nuestro país no puede responder con una política unidimensional al estilo cubano basada en la consigna de “patria o muerte”.
Las relaciones México-Estados Unidos tienen tal grado de complejidad que no pueden visualizarse como un tomo todo y doy nada. Esto explica el doble discurso del próximo gobierno norteamericano y exige que el mexicano haga honor a los elogios trumpianos y diseñe una estrategia de negociación en la que nuestro país siga “aprovechándose de Estados Unidos”.
Profesor de Posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac del Norte
cmatutegonzalez@yahoo.com.mx