Ese fue el sentimiento que me quedó después de terminada la conferencia de prensa de OSORIO ayer en el estadio de la Universidad de Phoenix (por cierto bellísimo) poco después de terminada la práctica del Tri.

Éramos cerca de 50 colegas y en el estrado veía a un Osorio muy deteriorado física, anímica y mentalmente; era obvio su estado mental, por cierto muy alejado de aquel parlanchín y cuenta cuentos que llegó al Tri para inventar el hilo negro. Osorio respondió en inglés y en español las preguntas de los colegas, por cierto, casi todas muy buenas, pertinentes y frontales; sin embargo, Osorio respondió todo con un cejo de pocos amigos, extendiéndose en la preguntas elaboradas en inglés y además en aquellas en temas muy predecibles, preguntas para las que llegó bien documentado, sacando de su papelera cifras, nombres y fechas, que según él, respondían a esas preguntas.

No puedo decir que evadió alguna pregunta, pero sí asegurar que las contestó de manera hábil, dándole la vuelta con retórica barata.

Osorio siempre tiene a la mano una respuesta, aunque también es cierto que muchas veces no contesta nada y sólo parlotea como para enredar a quien le cuestionó cierto tema.

Mantuvo una calma aparente, su lenguaje corporal y muchas de sus respuestas estuvieron coronadas por un rictus de seriedad que rayaba en la molestia; se le notaba acabado, serio al extremo, cansado, molesto y achicopalado.

Cuando el coordinador de la entrevista soltó el “dos preguntas más”, Osorio respiró profundo, reunió sus papeles y se puso en posición de salir volando del lugar.

A lo largo de mi carrera he tenido la oportunidad de ser parte de muchas conferencias de prensa y esa experiencia me dejó ver todo tipo de las mismas, y sin tratar de inventar ni de descubrir nada, les aseguro que el ambiente en cada conferencia tiene su propia dinámica y personalidad,
y por eso ayer, la de Osorio me llamó mucho la atención... Olía a soledad, a tristeza, a dolor, a vacío; cuando se levantó Osorio el silencio fue tan fuerte que me impresionó.

Ahí estaba su séquito esperándolo, incluido Decio de María, quien no se estuvo quieto ni un segundo, se paraba en un pie, en el otro, daba dos pasos atrás, dos adelante, se movía constantemente, tenía el ceño fruncido, también sentía los dardos de las preguntas que insisto, llevaban mensaje de color gris cuando no negro, preguntas directas y claramente en un tono preocupante, así que mientras en el estrado ponía su cara de “a mí nada de lo que han hecho los rivales me sorprende porque lo tengo previsto”, Decio, contaba los segundos para que terminara y por ende fue el primero en salir del salón con la última pregunta de la tarde.

Sí, me quedó un preocupante olor a amoniaco y a salitre, eso fue algo muy parecido a un velorio.

PD. No hubo una sonrisa, ni siquiera una broma y mucho menos una actitud ligera. En esa conferencia todo fue caras largas y un humor del carajo.

¿Por qué será?

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