“La historia no necesariamente se repite,” dice mi colega Aaron David Miller citando a Mark Twain, “pero sí rima”. Sin duda, había ecos muy fuertes en el despido de James Comey, el director del Buró Federal de Investigacion (FBI, por sus siglas en ingles) el martes.
Periodistas y políticos rápidamente hicieron comparaciones con “La Masacre de la Noche de Sábado”, un connotado evento en que Richard Nixon despidió al fiscal especial investigando los sucesos de Watergate y el procurador y subprocurador de la nación, una noche de sábado en 1973, en un intento fallido por impedir la investigación que terminaría implicándolo en el escándalo mas grande en la historia de la presidencia estadounidense.
Comey estaba encargado de investigar los nexos de la campaña de Donald Trump con el gobierno de Rusia, lo cual invitó a la especulación de que la decisión del presidente Trump de cesarlo fuera motivado por un deseo de impedir la investigación. Algunos lo vieron como el preludio de una caída eventual de Trump ante el escándalo por venir.
Todo esto es muy posible, pero tampoco es seguro que sea cierto. Sabemos que Trump es altamente intolerante a los cuestionamientos y oposición, y mucho menos por los que lo rodean.
Sospecho que Comey, un republicano nombrado por el ex presidente demócrata Barack Obama, nunca fue del agrado de Trump y siempre pensó en reemplazarlo. Vimos esta misma película antes con el despido de todos los fiscales locales, incluyendo a Preet Bharara, el fiscal de Nuevo York que tenía un perfil muy alto pero también se conocía por su independencia.
En el caso de Comey, algunos errores en el testimonio que ofreció al Senado la semana pasada sirvieron como pretexto para el despido en este momento, pero sospecho que ya se venía tramando esta decisión desde hace tiempo.
Trump prefiere tener a alguien de su confianza a cargo de la investigación sobre los nexos con Rusia y otros asuntos que podrán salir durante su presidencia.
Sin embargo, es muy probable que más que lograr controlar la investigación y la narrativa pública sobre ella, Trump está logrando generar más desconfianza hacia su administración y perdiendo control del proceso.
El martes, políticos republicanos y demócratas criticaron duramente el despido, incluyendo muchos que antes habían dudado de Comey, y algunos llamaron a que se nombre un fiscal independiente para seguir la investigación.
El gobierno de Trump probablemente logrará resistir los llamados a que se nombre un fiscal independiente, pero enfrentará opciones limitadas para nombrar un nuevo fiscal porque el Senado revisará con mucho cuidado a quien proponga el presidente y exigirá que sea alguien con mucha independencia de la Casa Blanca. Además, dará inercia a las investigaciones sobre el mismo tema en el Congreso, que siguen avanzando.
Pero más importante que todo es el hecho de que esta decisión dejará la impresión entre el público estadounidense de que están tratando de esconder algo, sea cierto o no. Hemos visto algo muy parecido pasar en México en recientes años. Frente a la opinión pública, los políticos están mal servidos en tratar de esconder sus hechos y evitar que la verdad salga a la luz pública, a menos de que lo están escondiendo sea aun peor que el desprestigio que acumulan por esconderlo.
Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson