Recuerdo, como si hubiera sido ayer, el día que Felipe Calderón le explicaba a un puñado de líderes panistas las razones por las que debían comprender la lógica del liderazgo de Vicente Fox rumbo a las elecciones del año 2000. Ellos insistían en que Fox no se apegaría a los principios del PAN, que no habría un “gobierno blanquiazul” y que era mejor apostarle a Diego Fernández de Cevallos. Nadie puede cuestionarle a Felipe Calderón sus raíces panistas. La cercanía a dicho partido desde niño marcó en buena medida su vida. Fue ahí donde conoció a su esposa, Margarita Zavala, quien hoy encabeza las preferencias electorales rumbo a las elecciones presidenciales del 2018 según la última encuesta de Consulta Mitofsky. Aún con su historia personal e ideológica, optó por ser pragmático.

Lo que explicó Felipe Calderón en esos meses antes de irse a estudiar a Harvard fue simple pero contundente. En la posibilidad de la tan anhelada alternancia, era necesario anteponer el interés superior —es decir, ganar la Presidencia por primera vez— por encima de las preferencias individuales o de grupo. Sabía de antemano que no sería un gobierno auténticamente panista —y así fue el foxismo desde la campaña, con distintas alianzas ciudadanas y partidistas—, pero que la alternancia era más importante que la pureza. La alternativa era perder. Los convocó, en pocas palabras, a la unidad. Unidad con un propósito: ganar.

La historia que describo es relevante en tanto analizamos la situación de conflicto que hoy vive el PAN. Habría que analizar algunos —que no todos— de los actores que están involucrados: 1) Ricardo Anaya, cuyo argumento más fuerte consiste en los resultados electorales de este año y que algunas encuestas colocan al PAN —independientemente de candidaturas— en el primer lugar. Sin embargo la difusión de su imagen en los spots del PAN es el punto de mayor disputa. 2) Margarita Zavala, quien en todos los careos en los que aparece, o empata o está en primer lugar, y que cuenta con un importante apoyo de liderazgos dentro y fuera de su partido. Los margaritos —vocablo acuñado por su hermano Juan Ignacio— buscan equidad en la contienda, piso parejo, imparcialidad y claridad en las reglas. ¿Su amenaza creíble? Contender por la vía independiente. 3) Rafael Moreno Valle quien, si bien no está arriba en las encuestas, cuenta con una estructura partidista en todo el país que muchos envidian. Y como él, hay una serie de liderazgos que no terminan de estar en un bando o en otro y que esperan los resultados de este conflicto para tomar una decisión.

Todos los actores mencionados tienen fichas con qué negociar y por lo tanto, ceder en el tablero no será ni fácil ni gratuito. Poner a las dos partes de acuerdo no será fácil. Necesitan una figura mediadora respetada por todos que logre poner de acuerdo a las partes si es que quieren llegar unidos a las elecciones presidenciales. Alguien que esté por encima de los intereses de los que hablaba Felipe Calderón en 1999. Alguien que les convenza de que la mejor opción es negociar en torno a un proyecto de unidad, y que hasta la mejor alternativa a un acuerdo negociado (BATNA por sus siglas en inglés) puede significar la derrota.

Mucho puede pasar de aquí a las elecciones presidenciales del 2018. Todavía no concluye el cuarto año de gobierno, faltan las elecciones del 2017 en el Estado de México, Nayarit y Coahuila. Faltan las definiciones de candidaturas del PRI y del PRD. Falta ver cómo evoluciona el proyecto de López Obrador. Falta la discusión sobre las posibles alianzas electorales e incluso se habla ya de gobiernos de coalición. Nada está escrito, pero por el lado del PAN hay fuertes incentivos a lograr dicha unidad si es que quiere llegar como un partido fuerte a la contienda.

A bote pronto. ¿Cuál será la “BATNA” de todos los demás actores?

Especialista en comunicación, gestión de gobierno, campañas políticas y opinión pública

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