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Cuando hoy domingo 36 millones de españoles vayamos a votar para saber quién será el próximo presidente de España, no estaremos asistiendo a unas elecciones generales cualesquiera. Serán las más transcendentes desde el comienzo democrático, hace ahora 40 años.
Para empezar, el bipartidismo, el obsoleto turno de partidos entre el PP y PSOE, habrá desaparecido. Dos fuerzas políticas, el PP y el PSOE, y dos emergentes, Ciudadanos y Podemos, se disputarán el Parlamento español, que se dividirá de manera alícuota. Ya no habrá mayorías absolutas y las arrogancias que eso conlleva. Los políticos españoles tendrán que aprender a gobernar desde la humildad, que es el mejor bálsamo para que las cosas salgan bien.
Pero además, los partidos hegemónicos, PP y PSOE, van a tener un río de votos que se van a marchar a Ciudadanos —de centro democrático— y Podemos —de extrema izquierda—. Este trasvase de votos obedece fundamentalmente al hartazgo de la crisis, el desempleo y la corrupción.
No pocos miembros de ambos partidos han caído en corruptelas de las que no sólo no han salido, sino que han arrastrado a otros.
El último caso ha aparecido en plena campaña electoral. El destacado miembro del partido conservador, y hasta hace unas semanas el embajador en India, Gustavo de Aristegui, tuvo que dimitir debido a que cobraba comisiones para que las empresas españolas pudieran hacer negocios en India y en otros países. Y todo ello, utilizando sus diferentes cargos políticos que ocupó hasta que llegó a ser embajador. En este punto ha sido donde Aristegui ha quedado defenestrado. Sin embargo, como este caso hay centenar de ellos más.
Además existe la idea de que la clase política goza de total impunidad, cosa que en parte es cierto. En España hay cerca de mil políticos imputados y nadie ingresa en prisión. Todo ello ha dado lugar a que la sociedad española busque un cambio, una regeneración de fondo y no sólo atendiendo a un maquillaje ficticio.
El dato de que cerca del 80% va a votar resulta relevante. La opinión pública tiene ganas de hablar, de participar y especialmente de cambiar el rumbo de la política.
En todo caso nos encontramos ante una próxima legislatura, que se avecina muy corta. Si el PP, que va a ganar estos comicios lo hace por la mínima, será muy difícil poder gobernar sin apoyos. Ninguno de los tres partidos, cercanos en votos al PP piensa ayudarle, por lo que no podrá sacar las leyes adelante y entraríamos en una fase de ingobernabilidad.
La pregunta, con la caída de votos del PP y PSOE es, cuánto tiempo más estos dos partidos, que nunca entendieron la lección de que tenían que cambiar, tardarán en morir.
alberto.pelaezmontejos@gmail.com
Twitter @pelaez_alberto