En 1984 Norbert Lechner escribió un ensayo sobre la vigilancia: El Estado nos vigila invisiblemente como los ojos de Dios. Si en alguna parte de los sótanos del Estado mexicano pensaron que se podía espiar impunemente a los actores que develan las prácticas de la corrupción del gobierno, que defienden los derechos humanos y que ejercen el periodismo de investigación, se equivocaron. Hoy el gobierno de Peña Nieto está más debilitado y en un grave problema, ha sido descubierto y perdió su invisibilidad. Con una negación trata de salir del callejón en el que se ha metido. Un gobierno que espía a sus críticos desvirtúa cualquier idea democrática. Un gobierno que convierte a sus contrapesos en enemigos, ha perdido el rumbo.
El mundo de las nuevas tecnologías el espionaje se ha sofisticado y hoy en día se compra un software, llamado Pegasus, a la compañía israelí NSO, y se infiltra teléfonos celulares sin dejar huellas del hacker que lo hace. Las reglas de la compañía dichas en el ya famoso reportaje del New York Times el pasado 19 de junio (firmado por Azam Ahmed y Nicole Perlroth), establecen que esa compañía sólo comercializa su producto con gobiernos, porque el objetivo es para combatir al crimen organizado y al terrorismo. El gobierno de México gastó una millonada de recursos públicos, que son de todos, para adquirir esta tecnología que hace palidecer a las películas del agente 007.
Tanto la compañía NSO, como la investigación que hizo el Citizen Lab de la Universidad de Toronto, no dicen que el gobierno mexicano haya espiado, pero se sabe que este producto lo tienen varias agencias gubernamentales, Cisen, Segob, PGR. Si algún día se llega a conocer al espía quedan dos rutas para el gobierno de Peña Nieto: o se trata de una acción que se hizo desde dentro del aparato estatal, lo cual implica responsabilidad directa, o se hizo desde fuera por alguna fuga del software, lo cual implica irresponsabilidad y falta de control. No hay forma de salir bien de este nuevo escándalo. El gobierno sólo niega, esconde la información sobre el software y pide a los afectados hacer una denuncia, es decir, ‘háganle cómo puedan porque aquí no pasará nada’.
La sospecha apunta al gobierno de Peña Nieto y le pone otra raya más a su enorme desprestigio. El recuento acumula ya muchas piezas que muestran una tendencia muy negativa: el caso Atenco en 2006, una represión que llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos; el episodio de campaña en la Ibero, mayo de 2012, que dio origen al movimiento #YoSoy132; la noche del 26 de septiembre de 2104 en donde desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa; el reportaje sobre la Casa Blanca en noviembre de 2014; el regreso de la violencia en 2015; el error de invitar al candidato Trump en plena campaña, que se burló del propio presidente; la elección de Estado en territorio mexiquense; el registro del mes de mayo como el más violento en 20 años, con “3 ejecuciones por hora” (EL UNIVERSAL, 22/VI/2017) y hoy, el espionaje de periodistas y defensores de derechos humanos. Una cadena de eslabones que se concatenan para definir el perfil de esta presidencia que pasará a la historia para competir como una de las peores. ¿Qué seguirá?
Con el listado de las llamadas y mensajes con los que Pegasus infectó los teléfonos celulares se visibiliza una lógica de poder y una intención. Los afectados de espionaje son: Carmen Aristegui y su hijo Emilio (la aberración de espiar a un menor de edad), Sebastián Barragán, Daniel Lizarraga, Rafael Cabrera, Salvador Camarena, que han sido protagonistas de importantes reportajes sobre la corrupción gubernamental que afecta directamente a la Presidencia de la República; Carlos Loret de Mola, que difundió notas sobre posibles ejecuciones extrajudiciales; Juan Pardinas y Alexandra Zapata quienes desde el Imco han trabajado contra la corrupción; Mario Patrón, Stephanie Brewer y Santiago Aguirre, que son defensores de derechos humanos del Centro Prodh y están comprometidos con el caso de los 43 de Ayotzinapa. A ellos mi solidaridad.
En México los periodistas independientes y los defensores de derechos humanos son indispensables frente a un poder cada vez más vertical y autoritario…
Investigador del CIESAS.
@AzizNassif