Más Información
INE aprueba ampliación presupuestal de 9.2 mdp; se destinará para comprar chalecos en elecciones del Poder Judicial
Sheinbaum anuncia obras de infraestructura en Nayarit; destaca puente que irá de Bahía de Banderas a Puerto Vallarta y un acueducto
Detienen a presunto jefe de célula delictiva allegada a Los Chapitos; se encargaba de narcomenudeo y compra-venta de armamento
“¡Arráncate, Coalcomán!”; así fue la campaña de Anavel Ávila, presuntamente ligada al “Mencho”, para Movimiento Ciudadano
Presupuesto para programas sociales está asegurado en la Constitución: Ariadna Montiel; destaca que se benefician a 320 mil nayaritas
Sheinbaum anuncia construcción de Farmacias del Bienestar en 2025; asegura habrá medicamentos gratuitos para personas vulnerables
Decía Jorge Manrique, en las coplas a la muerte de su padre, que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. Varios siglos después, decimos que nuestros monos son los Rius que van a dar al vivir.
Bajando el telón
Hace unos meses, en diciembre del año pasado, Rius conmocionó al país al mostrar una enorme entereza, y humor negro, para enfrentar a la muerte. Fue en el Museo de El Estanquillo, mientras recibía el Premio Gabriel Vargas, cuando declaró: “Mi cuerpo médico cuida de mí y me garantiza que voy a morir en perfecto estado de salud”.
Como un disco duro, mientras iba camino al aeropuerto me enteré que Eduardo del Río García había muerto.
Y es que Rius nos dio vida a toda una generación que, cual monigotes, durante más de medio siglo nos regaló con su trabajo; fue un artista que, como albañil, fue construyendo un camino no sólo estético, también sembró más de medio siglo un pensamiento cuestionador, capaz de interrogar y maldecir, de buscar el sendero para encontrar mejores formas de vida para el mundo. La obra de Rius es un regalo a la vida.
Pero por ello, hay que decir, Rius no ha muerto.
Se fue el señor que hacía esos monos, esas gracias, ese cuestionamiento permanente a las formas políticas, culturales, alimenticias y hasta sexuales de nuestro país. Se murió Eduardo del Río García, el hombre que nació en una ciudad conservadora y mocha, Zamora, Michoacán, y que se sobrepuso a la orfandad, a la pobreza, a la crisis y se convirtió en Rius, el gigante de la historieta y la caricatura mexicana.
Los caricaturistas han sido creadores de nuestra historia, autores implacables de nuestro devenir, retratistas que han plasmado en monitos, estéticos o no, lo que somos y hemos sido los mexicanos.
Durante seis décadas, Rius estuvo presente en la vida cultural de nuestro país, desde la emblemática y menospreciada revista Ja-já, una publicación de humor blanco donde colaboraban los mejores caricaturistas del mundo, hasta nuestros días, en que estaba dedicado a realizar libros.
Durante décadas, caricaturizar al Presidente estaba prácticamente vedado y, sin embargo, Rius propició retratos críticos del presidente Gustavo Díaz Ordaz. No es exagerado decir que su obra fue un factor importante en la ruptura del presidencialismo y, por ende, como parte de la democratización mexicana, al romper con el presidencialismo y los controles de censura.
Algo que los mexicanos solemos olvidar o ignorar, en muchos casos, durante los gobiernos del nacionalismo revolucionario, la represión y el control de medios fue de tal magnitud que, inclusive, personajes como CriCri , películas como La Rosa Blanca o La sombra del caudillo, libros como Los hijos de Sánchez, estuvieron vetados.
Rius sorteó la censura con gran inteligencia y se mantuvo en un barco que iba a pique y que tuvo en 1968 la mayor expresión represiva.
Justamente ese año, al lado de un trío excepcional de artistas, Rogelio Naranjo, Helioflores y Emilio Abdalá, generó la revista de caricatura más importante de la segunda mitad del siglo XX y la última que tuvo un impacto nacional: La Garrapata. El azote de los bueyes, donde apenas un mes después de la masacre de Tlatelolco se presentó una historia de la matanza de la Plaza de las tres Culturas.
Este trágico acontecimiento fue retratado por Rius. De hecho, fue el primero en historiar el movimiento del 68 en un número publicado en Los Agachados, en septiembre de 1968, que se llamó el “Año de los cocolazos”, y que fue realizado junto con AB.
La Garrapata fue la segunda gran revista que había realizado Rius. La primera fue Los supermachos, una publicación que llegó a renovar la historieta y que, además, fue la última gran revista de esa época dorada de la historieta mexicana, fue el último suspiro de una industria en crisis y decadencia y que, sin embargo, fue una bocanada de oxígeno.
Estas revistas retrataban un microcosmos que es el reflejo del macrocomos que era nuestro país. San Garabato era el pueblo donde moraban los machos más machos, los únicos capaces de aguantar tanta tropelía, tanto engaño, tanta represión, tanta corrupción.
El retrato concebido por Rius permite entender la historia, a través de la historieta, de lo que fue nuestro país durante muchas décadas y de lo que, en buena medida, sigue siendo. La tragedia nacional.
Rius es un autor inmortal y universal. Su obra, más de 160 libros publicados en México, pero decenas de ellos publicados y traducidos en muchos otros idiomas, además de los pirateados, incluso en países como Francia, por ejemplo, lo muestran como el autor más prolífico que ha existido en México, un hombre con el impacto que tuvo José Joaquín Fernández de Lizardi o Ignacio Manuel Altamirano. No es gratuito decir que Rius es uno de nuestros grandes cronistas costumbristas, de nuestros escritores que nos permiten entender lo que somos.
La educación sentimental, política e ideológica de mi generación fue conformada por la obra de Rius; cabe decir, por ejemplo, cómo miles de alumnos de los Colegios de Ciencias y Humanidades llevaban como libro de texto el Marx para principiantes; a otros, como a mí, nos sembró la ilusión de un mundo mejor, de la utopía, a través de Cuba para principiantes, donde retrató el paraíso cubano aunque, por fortuna, y esa es una de sus virtudes, rectificó y se dio cuenta de ese error al mostrar el horror del castrismo. Pocos autores pueden tener la honestidad de decir “me equivoqué” y mostrar que ese paraíso era, a fin de cuentas, una suerte de infierno, con un poder que tiene casi el mismo tiempo que el monero vivió haciendo caricaturas.
Mucho que decir, más que ponderar.
Habría que hacer una enciclopedia para mostrar que el Rius para principiantes genera decenas de cuartillas, miles de páginas tal vez, millones de monos. Un universo que, como polvo estrella, brilla en el universo de la cultura mexicana.
Tal vez Rius resucitaría si fuera llevado a la Rotonda de las Personas Ilustres, del purito malestar, dada su rebeldía innata.
Sí, Rius no ha muerto, se fue Eduardo del Río.
*Historiador y especialista en caricatura mexicana
***ILUSTRACIÓN TOMADA DEL LIBRO “RIUS. MIS CONFUSIONES...”