El gobierno de Enrique Peña Nieto está en declive desde la mitad del sexenio. La casa blanca, el gasolinazo, la apuesta por Donald Trump, las trampas contra el Sistema Nacional de Corrupción, el socavón y un largo etcétera le han granjeado un ínfimo porcentaje de aprobación y un enorme desprestigio. Los mexicanos habríamos deseado que el daño no se hubiera hecho, y ahora querríamos que se enmendara el camino por el bien de México, pero sabemos que resulta ingenuo pedir cambios desde el mirador de la ética. Con todo, algunos politólogos no entienden por qué no se han corregido algunas de las desviaciones por razones pragmáticas, en aras de la conservación del poder. Y es que si bien cualquier manual de control de daños aconsejaría adoptar medidas drásticas y espectaculares para detener esta caída libre de casi tres años, los estrategas de la Presidencia no lo han hecho.
En este orden de ideas, y en un afán de explicar lo que ocurre, ensayaré una muestra representativa de las muchas preguntas que podrían hacerse al presidente e intentaré dar una respuesta convincente a todas ellas:
1. ¿Por qué no ha pedido perdón por los escándalos de corrupción? No me refiero a las disculpas engañosas que atribuyen el descrédito a errores de comunicación o a percepciones equivocadas, sino a un acto de contrición realista y verosímil.
2. ¿Por qué no ha enarbolado la bandera de la elevación del salario mínimo? Aunque la propuesta no fue suya, él bien pudo abanderar la causa contra la pobreza y la desigualdad y ganar apoyo popular.
3. ¿Por qué no ha asumido una postura firme en defensa de México frente a las agresiones de Donald Trump contra los mexicanos? Las explicaciones que Peña Nieto y Videgaray dieron son absurdas -aquello de que la disyuntiva era “la estridencia” o “el diálogo”- porque hay un justo medio que podría denominarse patriotismo sagaz, que no es solo la actitud digna que podría haberle redituado popularidad sino también la opción inteligente para negociar con un bully como el presidente de Estados Unidos. En otras palabras, ¿por qué insiste en emular a Miguel Alemán y rehúye imitar a Lázaro Cárdenas?
4. ¿Por qué no ha sacado de la jugada por la futura Fiscalía General al actual procurador General de la República, y por qué no le ha pedido la renuncia al secretario de Comunicaciones y Transportes? Se trata, en el primer caso, de una candidatura guardaespaldas, una pretensión que la sociedad civil rechaza categóricamente, y en el segundo de un funcionario que arrastra una cadena de errores y corruptelas que ya pesa demasiado.
5. ¿Por qué no ha cambiado su discurso, inyectándole autenticidad? No hablo de improvisaciones, que no se le dan, sino de palabras escritas con una mayor dosis de franqueza.
Mi respuesta a todas estas preguntas es una sola: porque ya no le importa el repudio del “círculo verde” y tampoco le molesta la crítica del “círculo rojo”. Tengo para mí que sus asesores lo han convencido de dos cosas: que en el corto y mediano plazo él quedará protegido porque el PRI se mantendrá en la Presidencia de la República, y que a largo plazo sus reformas lo reivindicarán ante la historia. El primer punto es más preocupante: a mi juicio, el sucio triunfo priista en el Estado de México le ha dado al régimen una confianza excesiva. Quizá el equipo priñanietista sostenga que en México el círculo rojo está bastante verde, pero en todo caso soslaya que el círculo verde se está poniendo cada vez más rojo. En algo tienen razón, por desgracia: con todo y que la gente está muy enojada, haiga sido como haiga sido, su partido sigue ganando elecciones. Pese a la corrupción ineficaz, la nave va. Y este hecho apuntala su necedad y avala su negativa a dar un golpe de timón. Yo pienso que sus supuestos son equívocos y que no han avizorado la tormenta que viene, pero solo el tiempo dirá quién tiene la razón.
PD: Todo indica que algunas de mis declaraciones y de mis artículos, particularmente el del lunes pasado (“El cártel PRIERDE”), molestaron a algunas personas. Justo ese día una integrante de mi familia cercana fue el medio para enviarme un cobarde mensaje de intimidación. La llamada se hizo desde un celular “desechable” de Cancún. ¿Qué partido gobierna ese municipio, qué prominente miembro de ese partido vive ahí y con qué personero del gobierno federal se “coordina”? Tomemos nota.