La participación de la sociedad civil en asuntos públicos suele provocar escozor en la sociedad política. Cuando voceros de sus organizaciones (OSC) exigen algo al gobierno es común escuchar entre gobernantes y legisladores una pregunta descalificadora: ¿y a ellos quién los eligió? El cuestionamiento es válido porque, en buena tesis de democracia representativa, quienes ostentan un cargo de representación popular han sido electos por la ciudadanía mediante los mecanismos establecidos en un orden jurídico, mientras que los líderes de las OSC son escogidos con reglas casuísticas por grupos generalmente pequeños que representan algunos segmentos de la sociedad; pero es inválido porque, en buena tesis de democracia participativa, todos los ciudadanos tienen el derecho y el deber de participar en la conducción de su país y porque las OSC contribuyen a contrarrestar la crisis democrática que agobia al mundo. Es un grave error subestimarlas o, peor aún, marginarlas. Las OSC enriquecen la cosa pública.
Aunque en este ámbito -como en casi todos- los mexicanos estamos rezagados con respecto al primer mundo, vivimos ya una suerte de boom de la sociedad civil. En los últimos años han surgido aquí muchas OSC, y algunas de ellas se han consolidado al grado de alcanzar un alto nivel de respetabilidad ante la opinión pública. Están activos en el país, además, capítulos o representaciones de OSC internacionales de gran prestigio. Afortunadamente, todo indica que a México llegaron para quedarse, porque esa suerte de civilidad organizada es necesaria en toda democracia, y más en una tan precaria como la nuestra, con tanta corrupción y tanto descrédito.
Ahora bien, yo no encuentro un tema en los que la presencia de las OSC mexicanas sea más necesaria que el de transparencia y combate a la corrupción. Varias de ellas jugaron un papel primordial en la construcción del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA). Yo felicito a las diversas agrupaciones y personalidades que se metieron de lleno al proceso, entre ellas la Red por la Rendición de Cuentas, Transparencia Mexicana, el Instituto Mexicano para la Competitividad, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, México Evalúa, FUNDAR, Mexicanos contra la Corrupción, instituciones académicas como la UNAM, el CIDE y el ITESM, núcleos empresariales como el CCE y la COPARMEX. Felicito en particular a quienes encabezan esos y otros colectivos, gente como Eduardo Bohórquez, Edna Jaime, Mauricio Merino, María Elena Morera o Juan Pardinas, y en lo individual vimos a Denise Dresser, a Genaro Lozano y a muchas personas más que fueron clave en el trabajo conjunto con los legisladores para diseñar el SNA (ofrezco de antemano disculpas por mis inevitables omisiones en los nombres de OSC y de mujeres y hombres que colaboraron; sé que todos fueron y son muy importantes).
Traigo el asunto a colación porque hace unos días se anunció la salida de la vertiente social de la Alianza para el Gobierno Abierto (AGA), provocada por el silencio oficial ante el reclamo por el espionaje denunciado en una nota de The New York Times. Me refiero, además de varias de las más conspicuas OSC que también participaron en el SNA, a Al Consumidor y Colectivo Contrapeso -los espiados-, y a Artículo 19, Social TIC, Cultura Ecológica, Contraloría Social, CIDAC y Observatorio Nacional Ciudadano, entre muchas otras. La asociación “tripartita” se quedó solo con dos partes, la Presidencia de la República y el INAI. Increíble. La vocación de espía del régimen no se detiene ni siquiera ante un proyecto de la naturaleza de la AGA. Todos sabemos de la escucha ilegal y múltiple -de distintas instancias federales y estatales, de políticos y empresarios poderosos- a muchos actores de la vida nacional. Hablo en primera persona del plural porque desde que fui presidente nacional del PRD los ruidos atípicos en mi celular y las incidencias extrañas en mi computadora han aumentado y es obvio que están intervenidos. En fin. Lo importante aquí es reconocer la dignidad y la valentía de las OSC que se levantaron de la mesa (ya llegará el momento en que otros documentemos y denunciemos el espionaje del que somos objeto).
Pese a las críticas fundadas e infundadas que se hacen a algunas OSC, yo estoy convencido de que el saldo de su trabajo en México ha sido altamente positivo. La única sugerencia que les hago es que alcen la voz. En el caso del SNA, si bien entiendo que tenían que ser prudentes en las pláticas y negociaciones durante la etapa de su desarrollo, creo que ahora que el PRI-gobierno y sus amigos están tratando de desvirtuarlo con la designación de funcionarios y jueces a modo, es imperativo señalarlo. Algunos políticos opositores lo denunciamos, pero tendría mucho más impacto que lo hicieran quienes no están en la liza electoral y tienen más credibilidad. El SNA generó muy altas expectativas en la sociedad, y sería tan deplorable como peligroso que quienes quieren cuidarse las espaldas a partir del 2018 se salieran con la suya y lo convirtieran en una farsa.
Diputado federal del PRD.
@abasave