La violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo una de las violaciones de los derechos humanos más graves —y la más tolerada— en todo el mundo. Esta lacra es tanto causa como consecuencia de la desigualdad y la discriminación de género.

Su presencia persistente constituye uno de los indicadores más claros del desequilibrio de las sociedades, y tenemos la determinación de hacer que esto cambie.

En este Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, volvemos a alzar nuestra voz para decir que este tipo de violencia:

Es inaceptable.

Se puede evitar.

Se puede prevenir.

A pesar de que no existe una solución única para un problema tan complejo, existen pruebas cada vez más numerosas acerca del tipo de acciones que pueden detener la violencia antes de que se produzca, sobre todo si dichas medidas se aplican de forma paralela.

Las investigaciones que actualmente se encuentran en curso permitirán diseñar estrategias e intervenciones para prevenir definitivamente la violencia.

Creemos que con los esfuerzos concertados de todas las partes involucradas, desde los gobiernos hasta las personas, seremos capaces de eliminar las relaciones y estructuras de poder desiguales entre hombres y mujeres, así como de poner de relieve los cambios necesarios en actitudes, prácticas e instituciones.

Imaginen lo diferente que sería el mundo para las niñas de hoy en día si pudiéramos evitar el matrimonio precoz y la mutilación genital femenina, la inacción frente a la violencia doméstica, los mensajes de texto abusivos, la impunidad de los violadores, la esclavización de las mujeres en las zonas en conflicto, el asesinato de defensoras y defensores de los derechos humanos de las mujeres o la hostilidad a la que se enfrentan las mujeres en las comisarías de policía o los tribunales cuando dan testimonio de la violencia sufrida.

Hemos avanzado en la mejora de las leyes que tipifican estos y otros actos como constitutivos de violencia e invasión de los derechos humanos. Un total de 125 países cuentan actualmente con leyes contra el acoso sexual y 119 disponen de leyes contra la violencia doméstica, pero sólo 52 han aprobado leyes referentes a la violación en el matrimonio.

Sabemos que las y los líderes, sean directoras y directores generales de empresas, primeras ministras, primeros ministros o docentes, tienen capacidad para establecer políticas de tolerancia cero contra la violencia.

La movilización comunitaria, las intervenciones grupales dirigidas tanto a mujeres como a hombres, los programas educativos y el empoderamiento de las mujeres son algunas de las intervenciones que ejercen efectos positivos cuando se combinan con otros cambios legales, conductuales y sociales.

En Uganda, por ejemplo, el hecho de permitir que las comunidades participaran en el debate sobre las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres redujo a la mitad los índices de violencia física por parte de los hombres contra sus parejas.

En Myanmar, la prestación de servicios de asistencia letrada a las mujeres rurales está mejorando el acceso a la justicia, e incluso la capacitación de un reducido grupo de líderes masculinos ha contribuido a cambiar el comportamiento de cerca de un 40 por ciento de los hombres en las comunidades a las que se dirigió la iniciativa.

Estamos impartiendo capacitación previa al despliegue del personal encargado del mantenimiento de la paz con el fin de que sea más sensible al género y proteja mejor a la población civil en las zonas en conflicto.

En Estados Unidos, las y los agentes de la policía urbana formadas y formados para reconocer las señales de la posible existencia de violencia en la pareja están realizando progresos en la reducción del número de mujeres asesinadas.

El día de hoy, en el que ponemos en marcha la campaña “Pinta el mundo de naranja”, sabemos ya que las conductoras y los conductores de los tuktuk de Camboya, las estrellas del fútbol en Turquía, las funcionarias y los funcionarios de policía de Albania, las y los escolares de Sudáfrica y Pakistán y cientos de miles de personas más en todo el mundo están tomando posiciones.

Hoy, por primera vez, contamos con objetivos explícitos para eliminar la violencia contra la mujer en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Para lograr esos objetivos es necesario acelerar las actuaciones.

Cuando el 27 de septiembre de 2015 más de 70 líderes de todo el mundo subieron al estrado durante la Reunión de Dirigentes Mundiales sobre la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres celebrada en Nueva York, la mayoría de ellas y ellos manifestaron que la eliminación de la violencia contra las mujeres y las niñas es una prioridad.

Y ciertamente lo es.

Estoy convencida de que si todas y todos trabajamos juntos: gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, el sistema de las Naciones Unidas, empresas, escuelas y personas que se movilizan a través de los nuevos movimientos solidarios, seremos capaces de lograr un mundo más igualitario —un planeta 50-50— en el que las mujeres y las niñas podrán vivir sin violencia.

Secretaria general adjunta de las Naciones Unidas y directora ejecutiva de ONU Mujeres

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