Siempre ha existido una atracción muy peculiar por los personajes famosos hechos figuras de cera, tanto así que esto sirvió como un tema para crear una película de "El Santo" y los espacios que las exhiben siguen siendo muy atractivos para el público. Para conocer un poco más de estas figuras inanimadas, EL UNIVERSAL se dio a la tarea de visitar las instalaciones donde se encontraba el antiguo museo del centro y otros dos que permanecen abiertos, el de La Villa y el de la colonia Juárez.

El Museo de Cera del Centro

En el ˗local 21-A de la calle de República de Argentina, existe un edificio maltrecho en el que se encontraba un museo conocido por la mayoría de los habitantes de la capital: el Museo de Cera del Centro.

Descrito como un lugar entre misterioso y de miedo, este recinto exhibía --como todos-- figuras de cera de personajes históricos y populares de la nación, como un sacrificio azteca, al presidente Benito Juárez, una prostituta y una mujer enferma de tuberculosis a la que los visitantes llamaban "la tuberculosa".

EL UNIVERSAL visitó la bisutería "Juliette", que ocupa el local donde alguna vez estuvo el museo. Curiosamente, tiene maniquíes en el recibidor que se asemejan, en lo estático, a las figuras de cera. Al preguntarle a los encargados sobre el antiguo recinto, con hermetismo comentaron que si bien habían escuchado de uno que otro cliente sobre él, no sabían nada con certeza. Al enseñarles la fotografía antigua sólo sonrieron y dijeron "ahora ya sabemos que es cierto".

Decididos a encontrar a alguna persona que nos pudiera contar su experiencia dentro del museo, nos acercamos a una pareja que, de acuerdo a diversos locatarios, "viven por la zona y podrían saber algo". Un poco reacios y con premura, nos compartieron sus recuerdos:

"Era muy lúgubre, cuando acompañaba a mi papá a su trabajo me escapaba para ir solo al museo porque me gustaba que me diera cosa al pensar que se iban a mover. Me acuerdo que en la entrada había una prostituta y adentro una tuberculosa que daba miedo. Era una experiencia impresionante y hasta de espanto, porque aunque las figuras no fueran de terror el espacio sí tenía ese ambiente por la iluminación y el crujir del piso cuando caminabas", comentó Leonardo Velasco.

Su esposa, Teresa Olguín, dijo que el polvo que salía del piso era el responsable de ese aire tenebroso, además de que su papá le decía "que si no comía bien me iba a poner como la tuberculosa ¡imagínate!".

Lamentablemente, la información que hay sobre este sitio es escasa y de lo poco que se sabe en cuanto al cierre es que varias de las figuras fueron trasladadas al Museo de Figuras de Cera de La Villa, justo atrás de la Basílica de Guadalupe.

Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa

El ceriescultor que fundó el Museo de Figuras de Cera

Este pequeño museo se encuentra en la Calzada de los Misterios 880, antes de llegar a una gasolinera. En el exterior no cuenta con ningún letrero, pero al cruzarlo salta a la vista una mujer sentada en una mesa con el semblante perdido y, al fondo, el nombre del sitio y la taquilla con un pequeño letrero donde se lee "Entrada $10.00, niños $8.00".

Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa

María, la taquillera, recibe con una sonrisa a los visitantes mientras cobra las entradas y los invita a pasar por la cortina del lado derecho. El recorrido, aunque es muy rápido, te pone frente a personalidades como Venustiano Carranza, Jorge Negrete, una mujer abandonada, una prostituta y una representación tamaño real de la Virgen de Guadalupe. En entrevista telefónica con Eduardo Neira, pudimos hablar sobre el fundador del museo.

"Mi bisabuelo, José Neira, empezó con lo que ahora ya es una tradición familiar: hacer figuras de cera. Aprendió el oficio en Europa, ya que tuvo que salir del país por sus tendencias liberales y cuando regresó a México empezó a hacer figuras que vendía en el centro. Después elaboró las figuras en tamaño real de personajes históricos o religiosos y también de enfermos o torturados", narró para EL UNIVERSAL.

Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa

De acuerdo con Eduardo, su bisabuelo fue fundador del Museo de Cera del Centro y en la década de los cuarenta abrió este espacio. Considera que su bisabuelo fue pionero en la apertura de estos recintos en Latinoamérica y comparte que siguen utilizando las técnicas con las que él empezó: esculpir en plastilina, sacar moldes de yeso y el vaciado en cera, siendo la parte más complicada el sembrado del pelo y la colocación de ojos de vidrio.

Dentro de su colección cuentan con piezas que estaban exhibidas en el Museo de Cera del Centro y con varias que aparecieron en la película "Santo en el Museo de Cera" (1963) como lo son: Pancho Villa, el borracho, la prostituta, los pordioseros y la famosa "tuberculosa".

Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa

Para Eduardo, pertenecer a una familia de ceriescultores es "un regalo del universo. Mi abuelo, padre y hermanos nos dedicamos a esto. Siempre me sentiré afortunado por haber nacido en medio de tanto arte y cultura", finalizó.

El ceriescultor

Alejandra nos comparte que no existe una carrera de ceriescultor, sino que son estudiantes de bellas artes de la UNAM o La Esmeralda los que forman parte del taller del Museo de Cera y es ahí cuando se especializan en ciertas partes del proceso, en la renovación de técnicas o experimentación con materiales para elaborar o mejorar una pieza, como por ejemplo el barniz mate de las esculturas, lo que ha logrado acercar los tonos de la pintura a los de la piel humana.

La elaboración de una figura se lleva alrededor de cuatro meses y requiere a un equipo de ocho personas. Existen dos procesos: el modelado en plastilina y la toma de mascarilla del rostro. El segundo sólo "se hace para complementar la figura y rescatar detalles, como arruguitas o marcas, no dura más de media hora porque si no, el gesto se vuelve forzado. Para los rasgos, se utilizan compases de alta precisión", explicó Alejandra.

Una vez finalizada la cabeza, se hace un molde de plastilina y después de ser aprobado, se emplaya y se vierte sobre él yeso -en partes, para que se pueda desensamblar- y "voilà", queda listo el negativo sobre el que se hará el vaciado de cera. Cuando está lista la figura, se procede a poner los elementos capilares como cejas, pestañas o bigote y el más laborioso de todos: la implantación de cabello, que puede tardarse de mes a mes y medio, ya que se coloca uno por uno.

"Al principio, todas las figuras tienen cabello largo, después se corta, peina o pinta a como lo traiga la personalidad y si tiene el cabello corto, será imposible que el largo se modifique después. Luego viene la pintura para detalles y se finaliza con la vestimenta, que se manda a hacer a sitios especializados porque las figuras tienen posturas fijas y no es igual de fácil que vestirnos nosotros", señaló. Además nos comentó que es responsabilidad del equipo de ceriescultores mover, vestir, supervisar y restaurar cualquier detalle relativo a las piezas.

Una ventaja natural para el mantenimiento de las figuras es que la cera tiene un estado de fundición alto, por lo que no corre riesgo de derretirse por el calor del verano, ni por el que se acumule por la cantidad de gente en el museo.

Para Alejandra, la parte más compleja de todo el proceso es captar la esencia y la mirada de las personalidades, porque a su modo de ver en eso recae el parecido entre la figura de cera y la persona. Al preguntarle por la magia que se da entre los visitantes y los personajes, contestó "la magia del museo es que la gente viene con la libertad de dejarse ser: volver a ser niños con los de Plaza Sésamo, de gritar con los Beatles, asustarse en la sala de terror o de tomarse la foto con íconos del cine o deportista del momento.

Museo de Cera de la Ciudad de México, en la calle de Londres

Para culminar con nuestro recorrido por los museos de cera de la Ciudad contactamos a Alejandra Urbina, publirrelacionista del Museo de Cera de la colonia Juárez, abierto al público en agosto de 1979 en la calle de Londres número 6.

El creador del museo se empeñó en encontrar a un profesional en la elaboración de figuras de cera y fue así como contactó a uno de los miembros de la familia Neira, que para ese entonces ya trabajaba para la industria cinematográfica: "Neira fue el primer escultor del museo y la mayoría de las 72 piezas con las que se inauguró el recinto eran de su propiedad; tiempo después nosotros hicimos las propias y la familia Neira sigue exhibiendo las suyas en el museo de La Villa", platicó a EL UNIVERSAL.

Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa

Este museo de la colonia Juárez te permite apropiarte de diferentes contextos y vivir la experiencia de lo que te gusta como si fuera real y de salir, momentáneamente, de tu cotidianidad o, en caso contrario, volver a épocas en las que te tocaron vivir", finalizó.

Las figuras de cera siempre generarán sensaciones encontradas, desde el asombro hasta el temor por ser tan reales y al mismo tiempo tan inertes. En esta enorme capital existen dos lugares, uno más conocido que el otro, donde te puedes ir tomar una foto con tu artista favorito que aunque no sea de carne y hueso, sí es de cera.

Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa
Cuando la gente visitaba a La Tuberculosa

Crédito fotografías: Eduardo Neira y Grupo Museo de Cera.

Fuentes: Leonardo Velasco y Teresa Olguín. Eduardo Neira, encargado del Museo de Figuras de Cera de La Villa. Alejandra Urbina, Coordinadora de Comunicación y Relaciones Públicas de los Museos de Cera y de Ripley.

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