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Texto: José Antonio Sandoval Escámez
Fotos: Hemeroteca y Archivo de El Universal
Diseño Web:
Miguel Ángel Garnica
Hubo un día en particular de la Segunda Guerra Mundial que pocos podrán no recordar: un lunes de agosto de 1945 en que el cielo de la isla japonesa Honshu se oscureció. Ese día la tierra se cimbró y, casi en cuestión de segundos, una nube de humo gris arrasó con la cuarta parte de la población total de la ciudad llamada Hiroshima, situada en esa isla.
En 1945 la Segunda Guerra Mundial protagonizada entre las potencias Aliadas encabezadas por Inglaterra, Estados Unidos y la Unión Soviética, contra las del llamado “Eje”, Alemania, Italia y Japón se encontraba en su recta final, luego de haber iniciado en 1939. Alemania e Italia habían firmado su derrota, el último frente que quedaba era en el océano Pacífico, en el cual los norteamericanos peleaban contra el imperio Japonés.
A fin de terminar por completo con la guerra, al emperador japonés Hiroito se le daba una salida, aceptar la rendición inmediata y conservar su trono, sólo así terminarían los bombardeos aéreos estadounidenses; sin embargo, no se logró la paz. Es así que un bombardero B-29 sobrevoló el puerto de Hiroshima la mañana del 6 de agosto de 1945.
Al día siguiente, el 7 de agosto de 1945 EL UNIVERSAL publicaba como nota principal: “La bomba atómica, ilimitado poder destructor que puede hacer la paz”. El enorme explosivo, también llamado “Little Boy”, tuvo como destino la ciudad portuaria de Hiroshima en Japón y salió de las entrañas del avión bombardero “Enola Gay” llevando en su interior Uranio-235.
Imagen de la portada de EL UNIVERSAL del martes 7 de agosto de 1945 informando a ocho columnas sobre la detonación de la Bomba Atómica sobre el puerto de Hiroshima.
Según la nota de ese día la bomba tenía una fuerza equivalente a “dos mil toneladas de TNT o dinamita y dos mil veces más intensa que la llamada ‘revienta manzanas’ de diez toneladas”, una bomba que era utilizada por el ejército británico y considerada la más potente en ese momento. Este ataque corrió a cargo de aviadores estadounidenses contra Japón para mostrar a la potencia de oriente lo que le ocurriría si no se rendía.
Fue la primera vez que se utilizó un explosivo de este tipo durante un conflicto bélico en toda la historia, por lo que hasta ese momento se desconocía su poder devastador. Luego de su lanzamiento las notas periodísticas referían que: “se desconocen las verdaderas proporciones de los estragos causados (en la base militar y el puerto de Hiroshima) pero los expertos, conocedores de los detalles, dicen que la potencia de la bomba supera la más ardiente imaginación” y se debía mantener en secreto los detalles de esta arma de destrucción masiva.
Según la crónica que EL UNIVERSAL publicó al día siguiente del ataque, era también la primera vez que la energía atómica era dominada por el hombre y utilizada fuera de los laboratorios, lo que significaba un gran paso en el uso del átomo, no solo en situaciones bélicas, sino también como energía para usos civiles.
Se relató que el presidente de Estados Unidos Harry S. Truman hizo saber, a través de un comunicado, que durante la guerra los alemanes habían trabajado en la elaboración de una bomba de este tipo; sin embargo, su rendición se dio antes de que llegaran a tener el éxito necesario y posiblemente dar un giro a la historia que sabemos del conflicto.
Las agencias United Press y Reuters, a las cuales EL UNIVERSAL estaba afiliado, hacían hincapié en lo que el presidente Harry S. Truman mencionaba al respecto del ataque nuclear, ya que esta era “la respuesta que dan los Estados Unidos al rechazo, por parte de los japoneses, del ultimátum de Potsdam (que exigía entre otros puntos, la rendición inmediata de Japón)”, con lo que daba un nuevo ultimátum al declarar de que “si no aceptan ahora (los japoneses) nuestras condiciones, deben esperar una lluvia de fuego y de ruina que les llegará del espacio en proporciones y forma que jamás ha visto el hombre”.
En la conferencia, realizada en Potsdam, Alemania, participaron los jefes de estado de los países aliados más poderosos, Estados Unidos representado por el presidente Harry S. Truman, el Reino Unido con el primer ministro Winston Churchill y posteriormente con Clement Attlee, y La Unión Soviética con el secretario general del Partido Comunista Stalin, quienes signaron los acuerdos entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945, semanas después de la rendición de Alemania sucedida el 8 de mayo de ese año.
Durante las conferencias de Potsdam se reunieron los mandatarios de las tres grandes potencias. En la primera imagen del 17 de julio de 1945 vemos a Winston Churchill por Inglaterra, Harry S. Truman por Estados Unidos y el mariscal Stalin por la Unión Soviética. Para el 28 de julio de ese año el representante británico era Clement Attlee, quien venció a Churchill en las elecciones.
Respecto a lo ocurrido y previo al lanzamiento de la bomba atómica, el diario hace referencia a la prueba realizada en Alamogordo, Nuevo México, y que fue en realidad la primera detonación de una bomba atómica en la historia, además de ser la primera también en utilizar Plutonio como combustible a diferencia de la lanzada por el bombardero B-29 “Enola Gay” el 6 de agosto, la cual utilizó Uranio, que “[es un] elemento muy raro que se halla en el grupo de los metales de cromo y que es una mezcla de uranita y de otros metales muy raros” relata el texto de este diario.
El estruendo que escuchó hasta una sordomuda
Durante la prueba fue tal la magnitud de su fuerza, que los informes retomados en las notas periodísticas mencionan algo curioso: “Dice el Departamento de la Guerra [de Estados Unidos] en su comunicado que la explosión de la bomba de prueba vaporizó la torre de acero de la cual se hallaba suspendida, produciendo un cráter gigantesco donde estuvo la torre e hizo caer al suelo a dos observadores que se hallaban a más de 9 kilómetros de distancia. El estruendo fue claramente escuchado en las inmediaciones de Albuquerque por una chica sordomuda.”
Imagen de la bomba atómica que posteriormente fue lanzada sobre Hiroshima, en la cual trabajaron 500,000 personas y tuvo un costo de más de 2,000 millones de dólares.
El 8 de agosto de 1945 EL UNIVERSAL, al dar seguimiento a la noticia del bombardeo a Hiroshima, publicaba: “Apenas podíamos creer lo que estábamos viendo”, las cuales eran las primeras impresiones del coronel Paul W. Tibbets, quien fue el piloto del avión bombardero B-29 que arrojó “la más poderosa arma del mundo” en aquel entonces.
El bombardero B-29 “Enola Gay” del tipo superfortaleza volante, el cual la mañana del 6 de agosto de 1945 sobrevoló los cielos de Japón y que arrojó sobre el puerto de Hiroshima la bomba atómica.
El coronel Tibbets dijo que “Hiroshima tembló como si fuese sacudida por un terrible terremoto”, además de mencionar que el vuelo que realizaron hacia su objetivo se dio sin contratiempos y que fue exactamente a las 9:15 horas, tiempo de Japón, que arrojaron la bomba, “nos alejamos del blanco a la mayor velocidad posible para no ser víctimas de la explosión tan formidable que sacudió toda la zona”.
Imagen del coronel Paul W. Tibbets, piloto del bombardero B-29 “Enola Gay”, despidiéndose antes de despegar el 6 de agosto de 1945 para bombardear Hiroshima. Foto EFE.
Tibbets también mencionó los efectos que sintieron, estando en vuelo, al momento de la explosión, la cual fue muy parecida a la “que se experimenta cuando cerca del aeroplano estallan los proyectiles de las baterías antiaéreas”, esto porque se forma un vacío cerca del avión el cual “hace cabecear el aparato”, esto fue lo que declaro Paul W. Tibbets al momento de regresar de su misión y ser condecorado con la “Medalla de Vuelos Distinguidos”.
Imagen de la nube “hongo radioactivo” que se formó tras la explosión de la bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima, Japón, lo que generó más de 100,000 muertos. Foto EFE.
Fue tal la destrucción en Hiroshima que, aún dos días después del bombardeo, las autoridades japonesas no podían determinar los daños. El gabinete japonés se reuniría de urgencia “para estudiar los informes”, además de que el emperador Hirohito se encontraba apesadumbrado por los ataques aéreos realizados por la aviación aliada, pues no solo fue el ataque a Hiroshima, sino que en la base naval de Toyokawa atacaron más de 125 bombarderos B-29, sin usar la bomba atómica.
En la crónica publicada por EL UNIVERSAL con información de la agencia Reuters, mencionaba respecto a la potencia letal que “prácticamente toda la vida animal (personas y bestias) desapareció a causa del tremendo calor y de la presión atmosférica colosal producida por el estallido. Todos los muertos y heridos sufrieron quemaduras que hacen imposible su identificación”, es así que la mayoría de las personas que se encontraban en la calle fueron “achicharrados”.
Destrucción de toda vida
La crónica continúa diciendo que la mayor parte de los edificios de Hiroshima fueron destruidos “incluyendo las instalaciones médicas de emergencia”, por lo que todos los servicios médicos que acudieron al desastre fueron de ciudades vecinas, pero las circunstancias dificultaron la atención a los supervivientes al ataque.
Portada del 8 de agosto de 1945 de EL UNIVERSAL donde destaca la consternación del emperador japonés Hirohito por la destrucción que causó la bomba atómica en Hiroshima; además registra las impresiones del coronel Tibbets tras el bombardeo.
Los muertos por el ataque aéreo en Hiroshima se calculaban por miles, EL UNIVERSAL GRÁFICO reproducía la cifra de 100 mil muertos, dada por la agencia United Press, además de mencionar que tras un reconocimiento aéreo por parte de la fuerza aérea estadounidense se calculaba la devastación en una superficie de “doce kilómetros cuadrados, o sea, el 60 por ciento de la parte construida de Hiroshima desapareció sin dejar huella”
EL UNIVERSAL GRAFICO registraba que la devastación de la bomba había sido de cien mil muertos y que habían sido “borrado por completo todo vestigio de vida animal y vegetal en Hiroshima”.
Tras el ataque y la destrucción por completo de una ciudad con la Bomba Atómica, autoridades japonesas acusaron a Estados Unidos de violar la convención de La Haya y se pedía “aplicar medidas encaminadas a proteger a la población civil contra los deliberados ataques enemigos contra ella”, según afirmaba la Agencia Domei, citada a su vez por la agencia informativa Reuters.
Reuters refiere que el periódico japonés “Asahi” pidió al pueblo que mantuviera la calma, ya que la nueva bomba “tiene por objetivo quebrantar el espíritu de lucha de nuestro pueblo y la completa destrucción de nuestro país”, era así como se arengaba a seguir la lucha contra todo pronóstico de ganar.
El 10 de agosto de 1945, 4 días después del bombardeo en Hiroshima, una segunda bomba atómica sería arrojada en Nagasaki, ciudad industrial costera de Japón, siendo hasta el momento la segunda y última bomba atómica utilizada en un conflicto bélico y la que obligó al gobierno Nipón a rendirse y firmar la paz.
A bordo del acorazado “Missouri” anclado en la bahía de Tokio, el 2 de septiembre de 1945, el general Douglas MacArthur recibió a los representantes del Imperio del Japón para la firma del acta de rendición japonesa. En la imagen se observa sentado y firmando el acta Mamoru Shigemitsu, Ministro de Relaciones Exteriores de Japón.
El 10 de agosto de 1945, el Gran Diario de México publicaba en una edición Extra de ese día a ocho columnas que “El emperador Nipón acepta hacer la paz”, esto a través de Radio Tokio en una transmisión grabada. El emperador aceptaba las declaratorias emitidas en Potsdam el 26 de julio de ese año, es decir, la rendición inmediata y sin condiciones del Imperio Japonés, “en la inteligencia de que ella no comprende ninguna demanda que perjudique las prerrogativas de Su Majestad como soberano reinante”. Así, el soberano continuaría como emperador y no tendría un proceso como criminal de guerra.
EL UNIVERSAL realizó una edición Extra el 10 de agosto de 1945, para informar sobre la rendición de Imperio Japones aceptando el ultimátum Potsman.
Fue así que ese día la tierra se cimbró y el cielo de la ciudad de Hiroshima y luego la de Nagasaki se obscureció dejando sólo muerte y desolación, así como recuerdos imborrables en mente y cuerpo de quienes lograron salvarse y que por varias generaciones los acompañó. Amarga lección del poder destructivo del hombre contra el mismo hombre.
Imágenes del edificio de la Exposición Comercial de la Prefectura de Hiroshima, en la primera se observa a un hombre caminando sobre la devastación provocada por la bomba atómica el 6 de agosto de 1945, la segunda muestra a jóvenes japoneses jugando “Pokemon Go” frente al “Memorial de la Paz de Hiroshima” en 2016. Fotos EFE.
Fuentes:
El Universal del 7, 8, 9, 10 y 11 de agosto de 1945; El Universal Gráfico 6, 7, 8, 9 y 10 de agosto de 1945; Gran Crónica de la Segunda Guerra Mundial, Tomo 3. http://cienciayreligion.org/ciencia/ciencia_07.html