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Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Fotografía actual: Alejandra Leyva
Diseño web: Miguel Ángel Garnica.
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A principios del siglo pasado dieron inicio las obras para erigir el nuevo Teatro Nacional, comisionado por Porfirio Díaz al arquitecto italiano Adamo Boari, quien tuvo la tarea de realizar un inmueble que no sólo siguiera la estética que en ese momento imperaba en la capital -muy “a la europea” o “afrancesado”-, sino que fuese majestuoso, sin comparación.
Para ello, Boari diseñó y encargó un sin fin de elementos que pudiesen sumar a la belleza del teatro, tanto al interior como al exterior, entre los que destacaron esculturas, molduras, herrería, un vitral, butacas y murales.
Otro de los recursos arquitectónicos que utilizó para poder unir la estética de la Alameda Central con la del Teatro Nacional, además de re-alinear ciertos trazos de los jardines, fue la construcción de una pérgola, una estructura al aire libre que consiste en la unión de dos filas de columnas -una frente a otra- mediante vigas que permitirían la colocación de un techo, dejando un pasillo.
La pérgola que se construyó a espaldas de la estatua de Beethoven, estaba conformada por varias extensiones que abarcaban un largo tramo entre las actuales avenidas Juárez e Hidalgo, su forma era ondulada, sus trabes eran curvas y estaba pensada para dos cosas: el ser un escaparate para flores y enredaderas, pero también para ser un foro abierto en caso de ser necesario.
Con la llegada de la Revolución, se frenaron los trabajos para el Teatro Nacional y fue hasta finales de los años veinte e inicios de los treinta que se retomaron los esfuerzos para concluir la obra, por lo que el diseño original tuvo varios cambios. Los encargados de esta segunda fase fueron el arquitecto Federico Mariscal y el ingeniero Alberto J. Pani, quienes inauguraron el conjunto en 1934 al lado del entonces presidente de la República, Abelardo L. Rodríguez.
A partir de ese momento, la pérgola empezó a funcionar como un portal en cuyos basamentos había unas máscaras de caballeros águila (botaguas), estaba dividida en cuatro secciones y era utilizada tanto para montar exposiciones provenientes de la Academia de San Carlos como para el comercio.
Como es bien sabido, el mandato de Lázaro Cárdenas coincidió con los años de la Guerra Civil Española, por lo que el país se convirtió en la segunda patria de muchos refugiados o exiliados de aquellas tierras. Uno de ellos fue Rafael Giménez Siles, un trabajador de la cultura dedicado a la industria editorial en España.
Una de las primeras cosas que hizo al llegar a México fue buscar a intelectuales, empresarios y políticos que tuviesen interés en la cultura y proponerles la creación de una distribuidora de libros que se dedicara exclusivamente a vender obras de autores iberoamericanos. La idea fue del agrado de la mayoría y al presidente Cárdenas le fascinó, por lo que le dio todo el apoyo necesario para la creación de la Editora Iberoamericana de Publicaciones S.A. (EDIAPSA), fundada oficialmente el 7 de julio de 1940.
EDIAPSA inició sus actividades en una pequeña librería ubicada en la colonia Juárez, pero su existencia fue efímera ya que el presidente ordenó que la librería se mudara a la pérgola de la Alameda. Esta decisión no fue caprichosa, lo cierto es que Rafael Giménez Siles y su socio, el diplomático y autor mexicano, Martín Luis Guzmán habían presentado un proyecto cultural que no sólo contemplaba la librería, sino también la ambientación musical de los alrededores de la pérgola, la creación de un café y una sala de exposiciones.
Bajo esta premisa, entre 1939 y 1940 se iniciaron las obras para la creación de la después conocida como “La Librería de Cristal”, bajo la supervisión del arquitecto español Arturo Sáenz de la Calzada Gorostiza. A la pérgola preexistente se le añadió un piso más y se proyectó que la estructura arquitectónica estuviera cubierta de cristales.
La decisión de la forma arquitectónica como el nombre de la librería, “La Librería de Cristal” fue un dejo de nostalgia de Rafael Giménez por su patria, ya que fue el responsable de organizar una Feria Internacional del Libro en el Palacio de Cristal en Madrid, España. La nueva librería contaría con poco más de 40 metros de escaparate.
El éxito de la librería fue inmediato, poco después de su apertura en 1941, el conjunto ya se había posicionado como un ícono de la Ciudad de México. El libro “Diccionario de la literatura mexicana. Siglo XX” la describe de la siguiente manera: “contó con bocinas que hacían llegar la música a los jardines de la Alameda y a sus alrededores. Estaba dividida en cuatro departamentos: librería general, libros técnicos, libros infantiles y libros económicos. En la planta alta del tramo sur se instaló una pequeña sala de exposiciones de pintura, y en la misma sala se daban conferencias (la primera fue de Alfonso Reyes).”
Uno de sus encantos era el “Café de Cristal”, instalado en el primer piso de los tramos centrales de la pérgola. La intención de los creadores del proyecto al añadir este espacio, era el poder generar tertulias literarias como se daban en Madrid o París, pero con todos los intereses propios de México y demás países de América. En este sitio se llegaron a reunir grandes intelectuales o escritores de la vida nacional, desde José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Artemio del Valle Arizpe, Juan José Arreola, Salvador Novo, entre otros.
Novo llegó a escribir lo siguiente sobre la librería en 1946: “Nada podría gratificar más el alma de don Luis de Velasco, si resucitara, que mirar ennoblecida la Alameda que fundó en previsión con esta Librería de Cristal de la Pérgola en la que se encierran diáfanos, y se entregan, fáciles, los tesoros de la cultura. Bravo por la idea, y parabienes por la realización. Porque la buena cultura vive en casa de cristal”.
Su apertura también significó una renovación al modelo de servicio que desde siempre había imperado en las librerías de la capital: los directivos de EDIAPSA decidieron que la librería sería de autoservicio, lo que permitió que los clientes tuvieran contacto directo con los libros, pudieran hojearlos o simplemente caminar libremente entre las secciones, aunque sí existía personal que los auxiliara en caso de ser necesario.
Tanto habitantes de la capital como los turistas estaban fascinados con el espacio porque abría los siete días de la semana, en un horario que iba de las ocho de la mañana hasta pasada la medianoche. La mezcla de la vida cotidiana, un hermoso edificio y las actividades que se desarrollaban en su interior la convirtieron en un centro turístico por excelencia.
El 16 de agosto de 1946, el Gran Diario de México reproducía en su primera plana un testimonio del New York Times donde se decía que la Librería de Cristal era la más extraordinaria del mundo:
“NUEVA YORK, agosto 15.- Un reportazgo de Milton Bracker en el “New York Times”, ha provocado un vivo interés por la “Librería de Cristal” de la ciudad de México, pues la califica como la más extraordinaria del mundo. El interés suscitado culminó en el programa de radio “La Revista del Aire” que la National Broadcasting Company ofrece a millones de oyentes. Parte de dicho programa estuvo dedicado, el sábado último, a la descripción de la “Librería de Cristal”, situada en la Pérgola de la Alameda de México. Fue un brillante viaje imaginario por esa librería que ha sido designada como “la única en su género en todo el mundo”. La “Librería de Cristal” es de nuevo comentada en la revista “Holiday”, que en su número de septiembre ilustra a todo color la extrañeza y admiración que esa librería causa a los turistas que abarrotan hoy la ciudad de México.”
La librería perduró hasta los años sesenta y setenta, cuando empezaron a tener problemas con las autoridades del Departamento del Distrito Federal ya que el sitio en el que se encontraba era angular para ciertos planes tanto de mejoramiento urbano como de rutas de transporte público. Sin embargo, Alfonso Corona del Rosal, jefe del Departamento del Distrito Federal, defendió una vez al inmueble y pidió que todos los trabajos subterráneos pensados se recorrieran un par de centímetros para afectarla lo menos posible.
Uno de ellos fueron las obras del Drenaje Profundo de la capital, pero la librería logró salvarse de ser destruida en ese entonces. Lo único que se hizo fue cerrar la parte de la pérgola más cercana a Avenida Juárez, se trazó un gran círculo para que fuese perforado y pudiera colocarse una lumbrera; una vez colocada, se volvió a cerrar y la lumbrera quedó bautizada como “Lumbrera Librería de Cristal”.
Era tan representativa de la capital que además de ser considerada dentro de la iluminación tradicional navideña de la Alameda Central, fue retratada en varias ocasiones en las películas del cine nacional, es más, en la cinta “Estrategia Matrimonio” (1966), Silvia Pinal hace el papel de una empleada de la librería. Lo que nos permitió conocer su interior y la perspectiva que tenían los clientes de la vida en la Alameda.
Aún con todo este reconocimiento, la Librería de Cristal de la Pérgola fue demolida en 1973. Esto fue calificado como “Atentado contra la cultura” por parte del gremio intelectual y cultural del país.
EDIAPSA exclamaba que aquello era un “increíble atentado contra la cultura perpetrado en el periodo presidencial del licenciado Luis Echeverría, siendo jefe del Departamento del Distrito Federal el licenciado Octavio Sentíes, y que se llevó a cabo a pesar de los reiterados argumentos en defensa de la librería esgrimidos por el inolvidable don Martín Luis Guzmán, alma de aquella y de tantas otras instituciones culturales. Suceso local que debería ser memorable, trayendo el recuerdo a quien pergeña estas páginas del incendio de la Biblioteca de Alejandría”.
La editorial se esforzó por defender al inmueble publicando por cualquier medio que tuvieran al alcance lo que se decía de la librería a nivel mundial, por escritores nacionales e internacionales, pero no fue suficiente y la pérgola fue demolida en su totalidad en 1973.
Así fue como quedó en el recuerdo uno de los proyectos culturales más exitosos que tuvo la capital en la segunda mitad del siglo XX.
Fotografía antigua: Colección Villasana-Torres, Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL, INAH.
Fuentes: Página web del Museo Palacio de Bellas Artes. Documento “Historia de una pérgola y una librería de cristal” de la Universidad Autónoma Metropolitana. Biblioteca Virtual de Cervantes “Testimonios de admiración sobre la Librería de Cristal de la Pérgola”. Artículo “Nostalgia por la Ciudad de los Palacios” de Martha Fernández para la revista electrónica “Imágenes” del Instituto de Investigaciones Estéticas -UNAM. Versión digital del libro “Diccionario de la literatura mexicana. Siglo XX”, coordinado por Armando Pereira, UNAM-Ediciones Coyoacán.