Texto: Magalli Delgadillo y América Benítez
Selección fotográfica: América Benítez de archivo EL UNIVERSAL
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
Todas las antiguas culturas han encontrado variados métodos para llevar un conteo del tiempo, los fenómenos naturales y con base en él, organizar cada año las épocas más óptimas para sembrar, aprovechar las lluvias, calcular el periodo de la cosecha de sus alimentos y hasta las fiestas. Desde la antigüedad y hasta nuestros días, el registro del tiempo sigue siendo muy importante. Es por ello que todo se expresaba a través de antiguos calendarios.
De acuerdo con el texto “Calendarios en la historia del mundo. Llevar las cuentas, una necesidad de todos los tiempos” en el portal de fundación UNAM, se cree que uno de los más antiguos es el babilonio y griego, los cuales son lunisolares (regido por la Luna y el Sol).
Estos “constaban de 12 meses de 29 y 30 días alternativamente. A este año de 354 días se le añadía un nuevo mes cada tercero, sexto y octavo año”, de acuerdo con mencionada publicación. El 27 de junio se cumplen 53 años del traslado del Calendario Azteca al Museo de Antropología, lugar donde ha permanecido desde 1964.
Los aztecas, antiguos pobladores de esta ciudad, también fabricaron su propio “instrumento medidor”: Cuauhxicalli (jícara de águilas), mejor conocido como Calendario Azteca. Este no sólo se utilizaba para señalar celebraciones, sino la contabilidad de ciclos naturales como movimientos telúricos, huracanes e inundaciones. Se trata de un disco de piedra basáltica de 3.60 metros de diámetro, 122 centímetros de grosor y un peso de 24 toneladas. Ahí están representados 18 meses con 20 días cada uno, de acuerdo con la página del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia).
La Piedra del Sol tiene ocho círculos en formas de coronas: el primero forma la figura del Sol. En el segundo, se encuentran las cuatro eras precedentes: Ocelotonatiuh (Sol de Jaguar), Atonatiuh (Sol de Agua), Ehecatonatiuh (Sol de Viento) y Quiauhtonatiuh (Sol de Lluvia de Fuego). Los días son definidos en el tercero. Por su parte, el cuarto está relacionado con las vueltas que da venus alrededor del Sol y la tierra. El quinto, sexto y séptimo representan a Mercurio, Marte y Júpiter, respectivamente. Finalmente, el último se relaciona con la Vía Láctea y el cielo.
Este fue descrito de la siguiente manera por EL UNIVERSAL en una nota de 1964:
“Este monolito es un monumento cronográfico, que narra la historia del tiempo azteca y la manifestación de los cinco soles. En su parte superior muestra el numeral 13-Caña (1479), que corresponde a la fecha en la que los mexicas situaban el nacimiento del Quinto Sol en Teotihuacan, y el reinado de Axayácatl”.
Imagen del Sol Azteca en el Museo Nacional en la década de los 20. Archivo fotográfico de El Universal.
Frente a este monolito se realizaban sacrificios en altares al dios Tonatiuh, dios del Sol y el universo, el cual se encuentra en el centro. En cada lado tiene una garra de jaguar, “en cuya parte superior se observa un ojo de águila, que corresponde al sol en el zenit”.
Además, en la parte superior, se encontró grabada la fecha cuando iniciaron su tallado: 1427 -bajo el reinado del cuarto señor de la dinastía mexica, Tizoc- y del año 1479, fecha cuando terminaron de esculpir esta obra, luego de 52 años, bajo el gobierno del sexto rey Axayacátl, con quien empezó esta labor artesanal.
Se cree que el primer sitio en donde estuvo esta piedra fue Tenochtitlán. Después de la caída del Imperio Tenochca, quedó sepultada por las ruinas de los templos destruidos por los españoles. ¡Quedó oculta cerca de 270 años!
En 1790, el quincuagésimo gobierno virrey del país ibérico, Juan Vicente Güemes Pacheco, conde de Revillagigedo, fue uno de los hombres quien descubrió este instrumento sagrado en el centro de la Ciudad de México. Esto luego de que se practicó “la nivelación para el nuevo empedrado de la Plaza Mayor de esta capital”, reza la leyenda debajo de la escultura en una foto de la revista Arqueología Mexicana. Poco después (pero en ese mismo 1790), fue colocado a un costado de la torre poniente de la Catedral Metropolitana.
Para 1887, esta gran estructura fue trasladada al Museo Nacional (hoy Museo Nacional de las Culturas), fundado en 1825 por órdenes del general Guadalupe Victoria— ubicado en calle Moneda número 13—, y la colocaron en la “Salón de los Monolitos” la cual sería inaugurada por Porfirio Díaz.
Fue en el Museo Nacional que el presidente de los Estados Unidos, John f. Kennedy, visitó en 1962 el Calendario Azteca. Ahí le explicaron el significado de los signos de esta obra, como se muestra en nuestra siguiente imagen.
Archivo fotográfico: EL UNIVERSAL.
EL 27 de junio de 1964, el conjunto de mariachis Los Jilguerillos tocaron “Las Golondrinas” para despedir a la piedra de 24 toneladas donde se representó el Calendario Azteca, al momento que salía del “Salón de monolitos” del Museo Nacional. En ese lugar estuvo de 1885 hasta 1964, luego de permanecer en aquel museo 79 años.
La piedra del Sol se trasladó junto con el resto de las colecciones arqueológicas y etnográficas al Museo Nacional de Antropología. El museo se cambió de sede por las condiciones del terreno donde se encontraban en la calle de Moneda.
La valiosa antigüedad era trasladada por tercera ocasión. Su destino fue el Museo Nacional de Antropología e Historia, donde la podemos admirar actualmente.
Los mariachis cantaron las golondrinas durante la salida del Calendario Azteca rumbo a su nueva casa aquel 27 de junio de 1964. Archivo fotográfico EL UNIVERSAL.
Uno de los momentos más difíciles para el traslado del Calendario Azteca del viejo Museo Nacional de la calle de Moneda el nuevo Museo Nacional de Antropología en el Bosque de Chapultepec, fue la salida del pesado tractor conduciendo, de manera previamente estudiada. La foto da idea de la difícil maniobra 28 junio 1964. Archivo Fotográfico de El Universal.
Este delicado movimiento fue dirigido por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, entonces gerente general de Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), y el profesor Luis Aveleyra de Anda, secretario y coordinador del consejo de planeación de mencionado museo.
La mudanza transitó frente a la Catedral Metropolitana, donde se encontraba una multitud asombrada que contempló la marcha de uno de los más preciados tesoros mexicanos. La ruta continuó bajo las miradas del público: pasó por el Zócalo, a través de un transporte con 32 ruedas, movido por un potente tractor. También desfiló por la calle 5 de mayo, Palacio de Bellas Artes. Siguió su camino por avenida Juárez, incluso pasó frente a esta casa editorial de lo cual da cuenta nuestra foto principal, para después tomar por Paseo de la Reforma hasta la Calzada de la Milla, de acuerdo con información de esta cada editorial.
El primer paso es frente a Catedral ante una multitud que asombrada contemplo la marcha de aquel transporte conduciendo la hermosa reliquia azteca, hacia su nueva ubicacion en chapultepec junio de 1964.
Dos culturas, dos símbolos de un pasado histórico se unieron momentáneamente en esta fotografía. La imagen fue captada durante el paso del Calendario Azteca justo frente a la estatua de Carlos V, que luego siguió su marcha hacia su nuevo destino: el Museo Nacional de Antropología en el bosque de Chapultepec. Archivo fotográfico EL UNIVERSAL.
La marcha fue lenta para evitar daños. Para impedir que las imágenes representantes de luz, fuego, lluvia y viento se arruinaran; que Tonatiuh, dios del Sol o el Universo, con una banda de cuero en la frente, orejeras y “nariguera” se fracturaran o que las garras de jaguar fueran estrelladas en las calles de la Ciudad de México. Cualquier movimiento debía ser muy estudiado, cuidadoso.
Frente a la estatua de Cuauhtémoc la marcha se detuvo para acomodar algunos tirantes y seguir con el camino. Por fin, después de ese recorrido cauteloso, el calendario llegó al Museo Nacional de Antropología y fue instalado como pieza central en la “Sala Mexica”. ¡Todo fue un éxito!
Esta casa editorial también daba a conocer que la siguiente pieza que iba a ser trasladada era la del dios Tizoc, conocida como piedra de los sacrificios, también al Museo Nacional de Antropología, mismo que fue inaugurado poco más de dos meses después, el 17 de septiembre de 1964 por el presidente Adolfo López Mateos. Todas las colecciones arqueológicas y etnográficas del antiguo recinto cultural de la calle Moneda fueron trasladadas.
Colocación de la piedra del Sol o Calendario Azteca el 27 de junio de 1964, en la sala Mexica. La imagen también sirvió como nuestra foto antigua comparativa. Archivo fotográfico EL UNIVERSAL.
Museo Nacional de Antropología, panorámica de la sala Mexica, al fondo el Calendario Azteca pieza principal de sala. Imagen de 1993. Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL.
Ya en el Museo Nacional de Antropología, varios han sido los personajes que lo han visitado como la reina Beatriz de Holanda y su familia, quienes recorrieron dos importantes museos de la capital mexicana en 2009; por su parte, la reina de Dinamarca, Margarita II y el príncipe consorte Enrique, el 19 de febrero de 2008, asistieron a ver esta reliquia durante su visita a la Ciudad de México.
Fotos de la reina Beatriz y foto de la reina de Dinamarca Margarita II con el príncipe consorte, Enrique, esta última durante su visita al Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México en febrero de 2008. La imagen es de David de la Paz de la Agencia EFE. La segunda sirvió también como una de nuestras fotos comparativas.
Piedra del Sol-Pantalla. La sala Mexica del Museo Nacional de Antropología presenta su nueva pantalla interactiva de la Piedra del Sol, una de las esculturas prehispánicas más complejas de la cultura mexica, con la cual se pretende lograr una mejor observación a través de la alta definición y sensibilidad al tacto. EGV. Foto: Agencia EL UNIVERSAL/Especial.
Varias veces se han hecho réplicas del Calendario Azteca. En 2008, 10 artesanos de piedra originarios de Chimalhuacán, Estado de México, realizaron en el barrio de los Saraperos, la primera réplica de la piedra del Sol. Para dicha obra fueron necesarios 10 cinceles y cinco meses para realizar su trabajo, de acuerdo con una nota publicada por EL UNIVERSAL.
De acuerdo con un boletín emitido por la Secretaría de Cultura del entonces Distrito Federal, en 2009, “durante la conferencia, Solís Olguín, destacó que se realizó un análisis pormenorizado de los pigmentos del rostro del Calendario Azteca y los resultados determinaron la presencia de tonalidades rojas y matices en amarillo ocre como una representación simbólica e iconográfica del Sol, la luz y la energía”.
Fuentes:
Hemeroteca y Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL. “Calendarios en la historia del mundo. Llevar las cuentas, una necesidad de todos los tiempos” en el portal de fundación UNAM. Portal del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) y boletín. Secretaría de Cultura. Revista Arqueología Mexicana.