Más Información
Renuncia Jorge Mario Pardo Rebolledo, ministro de la Suprema Corte; “rechazo injurias e insultos de los que he sido objeto”
Declinan 412 jueces, magistrados y un ministro de la SCJN; prevén ola de renuncias en 2 días por elección judicial
Presentan documental “Nuevas Voces del Poder Judicial”; justicia debe reformarse, asegura ministra Yasmín Esquivel, protagoniza primera capítulo
Piden no desaparecer Mejoredu; no duplica funciones, es delimitado y no debería incluirse en reforma: académicos
Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Diseño Web: Miguel Ángel Garnica
El “Mexico City Country Club” abrió sus puertas a principios del siglo XX, en los terrenos que alguna vez pertenecieron a la hacienda “La Natividad” y, rápidamente, se convirtió en un sitio de esparcimiento deportivo y también en un importante centro de reunión social.
Entre sus socios se encontraban, en su mayoría, ingleses y estadounidenses, aunque también miembros de la élite y la clase política nacional; motivo por el cual sus primeras décadas de vida estuvieron íntimamente ligadas con las relaciones con servidores públicos, la diplomacia internacional, artistas, intelectuales, actores y demás personalidades.
A pesar de su exclusividad, el “Mexico City Country Club” era tan famoso que los socios aceptaron que la sociedad mexicana conociera el interior del club otorgando el permiso para que sus instalaciones fungieran como escenografía de diversas películas del cine nacional, o al realizar sus codiciados eventos sociales que cubrían los medios de comunicación más grandes en el país, como EL UNIVERSAL.
En cuanto a su historia, existen ciertos momentos que lo han marcado de manera contundente. El primero de ellos fue el estallido de la Revolución, cuando los vínculos políticos que lo habían caracterizado jugaron en su contra y provocaron que fuera saqueado y, en parte, destruido por los revolucionarios. Esto provocó que muchos de los socios originales retiraran su inversión —al mismo tiempo que partían de México — y que el club cerrara por un tiempo.
Pocos años después, el club volvería a abrir bajo el mando de Harry Wright, representante de los socios que esta vez serían, en su mayoría, estadounidenses. Wright era una persona apasionada del golf, lo que lo llevó a ser una figura de bastante influencia en el desarrollo de este deporte a nivel nacional, tanto así que contribuyó a la creación de la Asociación Mexicana de Golf y de nuevos clubes, al mismo tiempo que alentó la formación profesional de golfistas mexicanos.
El señor Wright también era un aficionado del cine e implementó algo parecido a un cine club en el que proyectaba filmes con temáticas relacionadas con el golf, cine mexicano, un ciclo de cine infantil o las grabaciones de fiestas organizadas por el club. A su vez, retomó los lazos con los Estudios Churubusco, que significó un repunte para el Country Club debido a que las estrellas más populares del momento empezaron a acudir de manera habitual —ya fuese para grabar una película o para pasar el rato—. Dicha alianza inspiró al señor Wright para crear una celebración de la cual nacerían algunas actrices de la época del cine de oro nacional: el concurso de reinas y el baile “Blanco y Negro”.
Sin embargo, a la llegada del gobierno cardenista y posteriormente con la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de las acciones del club quedaron en manos mexicanas y sus puertas volvieron a cerrar para la comunidad externa, esta vez para siempre.
En un continuo proceso de cambio, el Country Club desde su apertura a inicios del siglo XX ha cuidado dos cosas, una de ellas es el cuidado de su membresía —limitadas, por supuesto — y otra la lealtad hacia la zona en la que se encuentra, ya que después de que se vio tan afectado por los combates de la Revolución, se les propuso trasladar al club de Churubusco a Chapultepec, pero los dueños se negaron.
Eventos sociales y la beneficencia
El “Mexico City Country Club” fue sede para múltiples eventos que iban desde fiestas familiares hasta celebraciones o convenciones anuales de diversas asociaciones o fundaciones. Sin embargo, las más recordadas fueron las que eran organizadas por el mismo club, como la premiación a sus jugadores de golf, el té-canasta, las exhibiciones de modas, las posadas de fin de año o las fiestas para jóvenes, que en sus inicios fueron amenizadas por una orquesta en vivo y después con modernos equipos de sonido.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el club recaudó fondos para la Cruz Roja inglesa, americana, china y rusa, a través del baile “Blanco y Negro” y la coronación de la reina de Churubusco. Políticos nacionales y miembros de la diplomacia internacional eran invitados al baile, cada país tenía una concursante que representaba a sus naciones. Esta acción hablaba por sí misma de la postura de México ante uno de los conflictos bélicos más atroces del mundo: la República Mexicana apoyaba al Bloque de los Aliados.
A partir de los años 50, los socios del club se limitaron a realizar labores de beneficencia dedicadas a las familias de sus empleados, pero no se negaban ante iniciativas de otras organizaciones que buscaban ayudar a otras personas, y si era necesario les prestaban sus instalaciones. Uno de ellos fue EL UNIVERSAL, que solicitó en 1955 que se le prestara “el salón para el baile que organizaba a beneficio de la Navidad del Niño Pobre”, se puede leer en el libro del centenario del Country Club.
En cuanto a las actividades que los socios realizaban para apoyar a los empleados del Country Club destacaron los programas de recaudación de fondos para que los trabajadores tuvieran una pensión a futuro; otro fue un torneo que generara los recursos necesarios para que los hijos de los caddies (asistente del golfista) pudieran hacer su primera comunión.
Las socias del club desarrollaron uno de los proyectos más grandes en beneficio de los trabajadores del club y sus familias: la construcción de una escuela. “Formalizaron el proyecto y fundaron la Asociación Cultural y de Cooperación Social Churubusco, que incluía a 12 socias”; contrataron a un maestro y acondicionaron la primera aula de la escuela, un pequeño salón del club. Pero en 1963 rentaron una casa en la colonia Churubusco y la adecuaron para que diera cabida a sus 101 alumnos y tres maestros.
Para 1966, la Asociación logró que la SEP les donara un edificio para poder “crecer” la escuela, pero la condicionó a que dejara de ser particular —es decir, sólo para los hijos del club — y se convirtiera en una escuela pública. Las socias aceptaron y se inauguró la Escuela Licenciado Justo Sierra Méndez, fungiendo como primaria en las mañanas y como secundaria por las tardes.
El club financió parte de los salarios de los profesores durante un tiempo, pero para los años ochenta ya era muy poca la aportación que se generaba desde los socios hacia la secundaria por lo que se tuvo que implementar un sistema mixto de financiamiento, en el que se cobraba a los alumnos una cuota.
La Asociación logró que los hijos de los trabajadores obtuvieran una beca y no pagaran la cuota durante los seis años de la educación primaria. Ya en 2001 la Asociación buscó una forma en la que los hijos de los empleados del Country Club pudieran continuar con su educación secundaria, por lo que crearon las Becas Churubusco y un año después tenían 14 beneficiarios de excelencia académica.
El libro del centenario del Club comparte la carta de una alumna que fue becaria a la Asociación: “Quiero agradecer el apoyo y la ayuda que me ha estado brindando para continuar con mis estudios, y decirle que voy a seguir esforzándome para mantener el aprovechamiento que he tenido, esperando no fallarle y que siga depositando su confianza en mí.”
El club de golf y EL UNIVERSAL
“¡Que comience el partido!”, mismo que se contemplaría al final desde una tienda con forma de sombrero de charro, una idea de Harry Wright. En el hoyo 18 todos esperarían el paso del campeón para salir de inmediato al Hoyo 19, el mejor del campo, sobre todo después de un día de torneo, el del bar, el de los históricos martinis y los inolvidables tequilas, con los cuales se olvidaba el horror de la recién terminada guerra cristera”, narra el libro de los cien años del Country Club.
Como lo mencionamos al inicio de la nota, nada era más importante para el “Mexico City Country Club” que el posicionamiento y disfrute del golf, por lo que no tardaron en organizar torneos para practicantes profesionales o aficionados.
En 1938, El Gran Diario de México llevó a cabo un torneo cuya premiación fue el 27 de noviembre y el trofeo fue entregado por el Lic. Don Miguel Lanz, Presidente y Gerente de la Compañía Periodística Nacional, S.A. Ese torneo era el cuarto de las competencias anuales y tuvo un registro de 83 jugadores. Los finalistas fueron Edmundo Sala y Enrique Corcuera, ganando este último, quien también había sido el campeón del año anterior.
A partir de los años 50, lo que acontecía dentro del club dejó de ser del conocimiento público y los esfuerzos por fomentar al golf se limitaron con sus socios. Con la llegada del siglo XXI el golf volvió a estar en boca de los especialistas del deporte a nivel nacional ya que se empezó a escuchar el nombre de un personaje que estaba posicionándose en el ranking internacional: Lorena Ochoa.
Para conmemorar su centenario, el también conocido como Club Campestre de la Ciudad de México organizó una torneo especial donde se coronó como campeón el inglés Davis Skinns, el mexicano Ricardo Carrillo en segundo puesto, y en último, el argentino Sebastián Saavedra.
La nobleza y elegancia de Churubusco
Décadas atrás era escasa la variedad de entretenimiento social, por ello las noticias sociales que salían en medios impresos y en la radio despertaban un gran interés a nivel nacional.
Uno de los eventos que acaparaba la atención —al igual que las primeras planas— de los medios era el llamado “Baile Blanco y Negro” del Country Club; un precedente de los concursos de belleza que conocemos en la actualidad y que era presentado por el locutor más importante de la XEW, Pedro de Lille.
El baile tuvo sus orígenes a finales de la década de los 20 y se realizaban mediante invitaciones personales a embajadores y miembros de la clase política nacional. La característica principal del evento es que cada baile era temático, por lo tanto se solicitaba a los asistentes que acudieran al salón principal del club vestidos de acuerdo al tema del año.
A medida que el baile cobró relevancia entre la sociedad, se fueron abriendo espacios en los principales medios de comunicación de la época, en el XEW Pedro de Lille destinaba cierto tiempo de su programa La hora azul para que las participantes se dieran a conocer con la audiencia y después votaran por alguna de ellas.
De acuerdo a lo que narra el libro conmemorativo por los 100 años del club, la edición de 1941 fue espectacular ya que el gran salón fue convertido en una carpa de circo: “un enorme techo que simulaba ser de lona, a grandes rayas blancas y negras, colgaba de la bóveda, cubriendo todo el plafond y terminando en la parte superior de los muros. En éstos había una sucesión de ondas de tela negra y blanca. Motivos decorativos adecuados se veían por todos lados: dibujos de fieras, de payasos, de indios, de chinos, de pieles rojas, en fin de todo ese mundo abigarrado que forma las troupes de circo. El aspecto de la sala era maravilloso. Lucían en las columnas de la arquería grandes espejos y en la parte superior, en marcos adecuados, los retratos de todas las soberanas del Mexico City Country Club”.
Al fondo, se dispuso de un palco donde se sentarían las princesas durante la noche en espera de la coronación. Gran parte del mundo estaba compartiendo mesa, ya que cada princesa representaba a un país diferente.
Se dice que los bailes de 1942 y 1943 fueron los más importantes en la historia del Country Club, los dos fueron auspiciados por el secretario de Relaciones Exteriores con la finalidad de que la sociedad mexicana tuviera muy claro la unión del país con los países aliados en cuanto a la Segunda Guerra Mundial y reforzar los vínculos internacionales de México.
El baile de 1943 fue destinado a la recaudación de fondos para la Cruz Roja, por lo que toda la decoración seguía una lógica de esperanza y paz para la humanidad. Se colocaron dos enormes cruces rojas que contrastaban a la perfección con la sobriedad de los adornos blancos y negros de las paredes, donde se podían leer los nombres de las naciones unidas.
De los candiles del salón colgaban las banderas de los países que estaban luchando de manera activa en el campo de batalla, seguidos por pequeños banderines también de la Cruz Roja mientras que del candil central pendía una tira con el lema “Las Américas unidad, unidas vencerán”.
“Antes de esos actos se ofrecieron recepciones oficiales o diplomáticas: el secretario de Relaciones Exteriores y el embajador de Estados Unidos dieron cenas en honor de las princesas, así como actividades que sirvieron para promover el festejo y obtener mayores fondos: una fiesta charra que amenizó Mario Moreno Cantinflas, una comida en Cuernavaca, desfiles de modas.”, explica el libro del centenario del club campestre.
Ese par de bailes fueron de gran relevancia para el Country Club, porque se posicionó como un centro de unión internacional y también fue un foco de atención social. Esto ocasionó que apareciera en diversas películas del cine nacional y que algunas de sus princesas o reinas se convirtieran en estrellas, como el caso de Miroslava Stern, quien había dejado Checoslovaquia por la represión que había en su país. A continuación les compartiremos parte de su testimonio a la revista de sociales Hoy:
“Al llegar a México respiré el aire de la libertad, sin ser censurada, restringida y observada. Tuve qué comer y la fortuna de conseguir una beca para el colegio americano, donde me gradué. En esa época el embajador de Checoslovaquia me eligió para representar a mi país en el baile Blanco y Negro. Ganar el título fue lo mejor que me ha sucedido en mi vida. (...) Como princesa visité estudios cinematográficos y recibí ofertas de productos pero (...) ya con el título de reina lo platiqué a uno de los directivos del club, quien me sugirió que antes de firmar un contrato me preparara en Hollywood y en Nueva York, y me financió el viaje. Al regresar a México filmé mi primera película. (...) Pienso que esto, todo esto, se lo debo al Blanco y Negro y a las maravillosas personas que dirigen el Mexico City Country Club. Si tuviera una hija, sería mi ambición que algún día ella también se convirtiera en reina de Churubusco.”
Al paso del tiempo, los bailes fueron perdiendo popularidad y se empezó a limitar la entrada a gente que no era socio del club. En los medios masivos dejaron de aparecer reportajes del Blanco y Negro, de su decoración, de la elegancia de sus princesas y de sus pormenores. La vida del club se cerró por completo al exterior y el último baile se realizó en los años ochenta, para conmemorar los 75 años del club.
La fascinación por la vida ajena
Tal parece que la vida del otro nunca deja de maravillarnos, en aquella época bastaba el radio y los periódicos para idealizar lo que es tener una vida llena de “exclusividad”. En la actualidad vivimos ese fenómeno diario, la tecnología nos ha abierto una ventana que pareciera nunca queremos cerrar.
Sin duda los eventos que realizaba el “Mexico City Country Club” eran un retrato de una sociedad totalmente lejana a lo que somos hoy. Los acontecimientos sociales de su época repercutieron de manera contundente en la realización de sus fiestas y aumentaron el cuidado de la vida privada de sus socios. Hoy sólo los socios conocer el interior del Country Club ya que a diferencia de sus inicios, hoy el perímetro está bardeado con una malla cubierta de hojas.
En 2005 fue su centenario y los socios declaraban que estaba integrado por más de 850 familias y que celebraban “cien años de amistad, de deporte, de armónica convivencia entre los socios que llegan a diario al “campo de honor” a apartarse de los problemas que pudieran tener, a exprimirle el jugo a la existencia, a departir con los amigos de toda la vida, a discutir, los strokes para ganar el juego antes de comenzarlo, a repetir las reglas, a desafiar el equilibrio interior con cada golpe (...) Nuestro club es un hermoso refugio, un segundo hogar donde nos reunimos con nuestros adversarios, para abrazarnos al terminar las competencias, como quisiéramos también abrazar a nuestro club por su primer siglo de existencia.”
Fotografía antigua: Colección Villasana-Torres.
Fuentes: Libro "100 años. Mexico Country Club-Club Campestre de la Ciudad de México."