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Texto: Fernando Molina
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
El reloj marcaba las 7:18 p.m. del 12 de julio de 1928 cuando un avión con destino a México despegó del aeropuerto Roosevelt de Nueva York y se internó en la tormenta que asolaba a la ciudad. Del vehículo y del hombre no hubo noticias sino hasta el día siguiente cuando su cuerpo y los restos del avión fueron encontrados.
Fue la muerte la que dio paso a una de las leyendas de la aviación en México: Emilio Carranza Rodríguez y la del México Excélsior, la aeronave del capitán. Ambos son leyenda en el mundo de la aviación en nuestro país aún después de 89 años de su deceso. Su importancia es tal que una colonia de esta capital lleva el nombre de Emilio Carranza, una zona zapatera por tradición cerca de Tepito.
También llevan su nombre algunas calles en los municipios de Naucalpan y Ecatepec, en el estado de México, y de las delegaciones Venustiano Carranza, Milpa Alta, Iztapalapa y Benito Juárez. En la Rotonda de las Personas Ilustres de esta capital se encuentra su sepulcro y en Saltillo, Coahuila y hasta en Tabernacle, Nueva Jersey, hay monumentos en honor al joven pero legendario piloto.
Corredor de los cielos de América
que viste un día el continente
dormido como un niño
bajo los pies desnudos de tu avión
y que gozaste como nadie de una
techumbre de huracanes
en que las serpentinas del relámpago
jugaban escondite con tus ojos!
Escribió Baltasar Dromundo en EL UNIVERSAL ILUSTRADO para Emilio Carranza el 13 de julio de 1928, día en que el capitán y su avión dejaron de volar.
La leyenda del capitán 1° P/A Emilio Carranza comenzó en Ramos Arizpe, Coahuila, en 1905 siendo el cuarto de seis hijos en el seno de una familia para la cual las historias de vuelos y la vista del cielo desde un avión eran tradición, pues sus hermanos Juan y José eran mecánicos aéreos y eran sobrinos del general Alberto Salinas Carranza, fundador de la Escuela Mexicana de Aviación y al igual que el capitán, un pionero en la aviación mexicana.
Sin embargo, la historia del joven piloto, sobrino nieto del revolucionario Venustiano Carranza, no comenzó enteramente ahí, pues en aquellos días la Revolución Mexicana avanzaba a grandes pasos por todo el país, por lo que su padre, don Sebastián Carranza, su madre, la Sra. María Rodríguez y el mismo Emilio enfilaron hacia Estados Unidos donde permanecieron hasta el final del movimiento.
De nuevo en México, con 12 años de edad y con la claridad de lo que sería su vida, la relación con su tío se volvió mucho más estrecha ya que, a diferencia de otros jóvenes, Emilio pasaba su tiempo en el aeropuerto de Balbuena, rodeado de aviones y mecánicos de los cuales aprendió hasta el más mínimo detalle y, sin lugar a dudas, desde aquellos años dejó en claro que su sueño lo llevaría tan alto que pocas veces tocaría el suelo.
Debido a su corta edad, no podía ser admitido en la escuela de aviación, además de que luego del asesinato de su tío abuelo, Venustiano Carranza, en mayo de 1920, su familia de nuevo tuvo que irse a Estados Unidos donde terminó sus estudios de educación superior. Más tarde se graduó de la Escuela Mexicana de Aviación, de la cual egresó con honores ya que demostró aptitudes por arriba del promedio, razón por la cual fue comisionado teniente de la Fuerza Aérea en 1926.
Siendo ya piloto de la Fuerza Aérea, el mismo año de su graduación fue a Estados Unidos para adquirir un avión Lincoln Standard con motor Heso de 180 caballos de fuerza, que sería utilizado para viajes de larga distancia; el vuelo en el que se utilizó la aeronave fue el viaje desde Chicago hasta la Ciudad de México, el cual constaba de numerosas escalas en suelo norteamericano pero que en una de ellas, en Oklahoma City, el capitán Carranza y su mecánico se estrellaron contra una zona boscosa por lo que entre las reparaciones y la curación de las heridas que fueron leves, el vuelo se retrasó y fue al final de esto que pudo dirigirse a la Ciudad de México, destino de aquella misión.
A los 21 años obtuvo el rango de Capitán 1°, mismo que ostentaría hasta su muerte, este ascenso lo ganó durante los últimos años de la década de los 20’s, por su labor en los combates de la campaña yaqui en el estado de Sonora, donde la etnia llevaba luchando por la propiedad de sus tierras desde 1870. Fue en aquella campaña en la que el capitán y su avión artillado jugaron un papel importante para cimentar el fin del conflicto.
El nombre del capitán Carranza comenzó a ser más común en el vocabulario de la sociedad mexicana cuando en septiembre de 1927, a bordo de su ave de hierro Coahuila realizó un vuelo de larga distancia desde la Ciudad de México hasta Ciudad Juárez.
A lo largo de aquel día múltiples ciudades de nuestro país fueron testigos de cómo la leyenda del capitán Carranza comenzaba a escribirse en letras de oro que al poco tiempo quedarían justificadas con otro vuelo de larga distancia, el cual llegó hasta San Diego, California.
En junio de 1928 las relaciones entre México y Estados Unidos no pasaban por buen momento, por lo que el presidente Plutarco Elías Calles tuvo la idea de realizar un vuelo de buena voluntad que ayudara a calmar los ánimos entre ambos países.
El vuelo fue auspiciado por un periódico de circulación nacional y por el gobierno mexicano. México Excélsior fue el nombre de la aeronave y, aunque el viaje se vio interrumpido por las inclemencias del tiempo, el capitán Carranza fue recibido con honores y vítores en Washington. Pero Carranza quería más y más vuelos para su bitácora.
Escoltado por aviones militares a su despegue de Washington, el 17 de junio de 1928, se dirigió a Nueva York donde comenzó a planear su siguiente vuelo después de algunas semanas de estancia en la ciudad. Aquel vuelo sería recordado por todos como el que lo convirtió en una leyenda de la aviación en México.
El vuelo desde Nueva York estaba planeado para el 2 de julio y la llegada a la Ciudad de México el 4 de julio, pero otra vez las inclemencias del tiempo hicieron imposible cumplir el protocolo, por lo que tuvo que esperar 10 días.
El 12 de julio, a la mitad de su cena en el Waldorf Astoria salió presuroso hacia el aeropuerto Roosevelt, arrancó el motor del México Excélsior y se internó en la tormenta que asolaba a la ciudad, poco a poco la aeronave se vio engullida por la negrura de la lluvia hasta perderse de vista. Aunque no se sabe a con certeza la razón de su salida, hay versiones que apuntan a que recibió un telegrama del general Joaquín Amaro, secretario de Guerra, en el cual le solicitaba que volara a la Ciudad de México.
Las horas sucedieron a los minutos y el silencio se convirtió en un incómodo invitado para todos aquellos que esperaban tener noticias de la nueva hazaña del piloto y su ave de hierro.
El reloj marcaba las 3:25 PM del 13 de julio de 1928 cuando se notificó que el capitán 1° Emilio Carranza, de 23 años y laureado con la Medalla al Mérito por el gobierno de México, fue hallado sin vida y su avión en ruinas en Pine Barrens, Nueva Jersey. Aquel día, la muerte se llevó a un hombre y dio inicio a una leyenda que se recordaría cada vez que se hablara de las grandes hazañas de la aviación mexicana.
Fotos antiguas: Archivo Fotográfico El Universal.
Fuentes: Planas de EL UNIVERSAL ILUSTRADO, 1928. El aviador mártir de México en: post11.org. Capitán 1/o. P.A. Emilio Carranza Rodríguez en: gob.mx/sedena/. Emilio Carranza en: relatosehistorias.mx/numero-vigente/.