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Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Diseño Web: Miguel Ángel Garnica
Como muchas de las fiestas a lo largo del país, “La Flor” tiene un antecedente prehispánico: se dice que antes de la llegada de los españoles, en fechas del calendario azteca que de alguna manera coincidieron con las fechas de Semana Santa, los mexicas seleccionaban a un grupo de jóvenes que contaran con ciertas características físicas y espirituales para después, sacrificar a la ganadora en ofrenda a la diosa Xochiquetzalli.
Ya en la época colonial la Iglesia abolió cualquier fiesta que no siguiera los preceptos católicos, sin embargo ciertas características del rito mexica que hoy conocemos como “La Flor más Bella del Ejido” fueron adoptados por los frailes franciscanos en la celebración del “Viernes de Dolores”, donde se conmemora el sufrimiento que la Virgen María tuvo durante la Pasión de Cristo.
De acuerdo con la investigación que Anna M. Fernández Poncela y Lilia Venegas realizaron para su libro "La Flor más Bella del Ejido”, al parecer fue “el virrey Bernardo de Gálvez o Conde de Gálvez, hijo del virrey anterior Matías de Gálvez, quien llevó la fiesta a Santa Anita. La amplia Calzada mandada construir por dicho virrey con sus respectivos puentes, fue inaugurada el 19 de marzo de 1786 asistiendo a la ceremonia un barco construido expresamente para tal fin”, en la actual Delegación Iztacalco.
Un certamen de belleza
Ya entrado el siglo XX nació el concurso de belleza que hoy conocemos, como una idea de EL UNIVERSAL para conmemorar el primer Centenario de la Independencia. El Gran Diario de México lanzó una convocatoria para que mujeres de comunidades indígenas se postularan para hacerse acreedoras de 3 mil pesos (oro nacional), una medalla de oro, accesorios y artículos de belleza (esmalte, perfumes, un par de aretes y un reloj), artículos para el hogar (colcha, jabones), una docena de retratos y un vals compuesto por Miguel Lerdo de Tejada.
Se dice que la convocatoria causó tal revuelo, que un día después de haberse dado a conocer, empezaron a llegar a las oficinas del periódico decenas de retratos de las candidatas acompañados de una carta de motivos. Hubo diez finalistas y el jurado, compuesto por Manuel Gamio, Aurelio González Carrasco, Jorge Enciso, Carlos M. Ortega y Rafael Pérez Taylos, declaró triunfadora a María Bibiana Uribe, una joven de 16 años, oriunda de San Andrés Tenango, Huauchinango, Puebla.
El martes 02 de agosto de 1921, las crónicas publicadas en EL UNIVERSAL se referían a María Bibiana como “la princesa de los ojos de obsidiana que reinará en las fiestas patrias (…) ella arrastra en pos toda la gracia llena de ternura de nuestros lagos, de nuestro cielo, de nuestros campos, de nuestros bosques”. Describiéndola como tímida, inocente y también de pocas palabras, los periodistas narraban que su madrina la había convencido para participar y fue ella quien estuvo a su lado –al igual que su abuela y su padrino– en el momento que se enteró que había ganado el certamen.
Un par de años más tarde, se estableció en la Ciudad de México una comisión de personas que ayudarían a reveindicar y fomentar las fiestas tradicionales mexicanas. En palabras del cronista e investigador de Xochimilco Sergio Cordero Espinosa, entrevistado en el libro “La Flor más bella del ejido” antes mencionado, fue Arturo Saracho quien mandó a adornar con banderitas las calles y “organiza por primera vez concursos de reinas, de arcos florales, de trajineras, que aunque no se llevaron a cabo, marcan el principio de una nueva etapa de las fiestas de Santa Anita". La fiesta se llevaba a cabo anualmente y era descrita de forma exquisita por cronistas y/o escritores de la época, como Artemio del Valle Arizpe quien decía que:
"El Viernes de Dolores hay que pasarlo en Santa Anita, oyendo la alharaca de las mujeres que venden rábanos y amapolas a precios irrisorios, aguas frescas, antojitos mexicanos y hasta rebozos de bolita. A lo largo del canal iban y venían los indios al compás de los remos y, adentro, las guitarras de antaño. (…) Y por la calzada de La Viga comenzaban a llegar los tranvías de Iztapalapa, folklóricamente adornados con rábanos, coles y lechugas. Al medio día de la fiesta llegaba a todo su apogeo, yendo y viniendo la gente que aquellos lugares. Había concursos de canoas enfloradas; los charros lucían sus habilidades en un coleadero; los conjuntos de músicos se pagan al ¡quién vive! y todo el mundo de comer el mole, la barbacoa, los chiles rellenos, la pancita en menudo, las calabazas de pollo, las enchiladas y tantas fritangas que habían en los puestos y las fondas”.
La época posrevolucionaria
La llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia significó una búsqueda y construcción constante de la identidad mexicana. A él se le atribuye el haber bautizado a este certamen como “La Flor más Bella del Ejido” y los objetivos que aún persigue: dignificar a las familias citadinas que aún cultivaban en sus ejidos y también a la belleza nacional, buscando que se dejaran un poco de lado los cánones clásicos de belleza, provenientes de Europa. A su vez, las concursantes debían portar trajes “de usanza mestizo-colonial” y quien resultada ganadora, sería ataviada con una corona de flores y collares de semillas, tal y como lo hacían en las culturas prehispánicas en los rituales dedicados a la diosa Xochiketzalli.
Desde esa época –mediados de los años treinta y principios de los cuarenta– se definió que sólo podrían participar jóvenes oriundas de las delegaciones que tuviesen ejidos, que hoy en día conocemos como Azcapotzalco, Cuajimalpa, Iztapalapa, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Gustavo A. Madero, Álvaro Obregón, Coyoacán, Tláhuac, Tlalpan y, por supuesto, Iztacalco y Xochimilco.
El primer concurso que tuvo estas características se llevó a cabo en 1936 y la ganadora fue Ernestina Díaz, de Iztacalco. Las investigadoras Anna Fernández y Lilia Venegas escribieron que los primeros años el concurso tuvo baja afluencia ya que terminando la década de los años treinta se empezaron las labores de desecación del Canal de La Viga y también se eliminaron las amapolas del ecosistema de la capital, desapareciendo así el escenario natural que acompañaba a la celebración en las inmediaciones de Santa Anita.
De Iztacalco a Xochimilco
La fiesta se siguió llevando a cabo en Santa Anita hasta 1953, debido a que las autoridades capitalinas consideraron necesario volverla a dotar de un escenario natural vistoso y qué mejor que los canales de Mixquix y Xochimilco, que empezaban a tener gran auge como centro turístico. Como era de esperarse, el traslado de la fiesta provocó molestias y quejas por parte de los pobladores de Santa Anita, que además de sentirse despojados de una tradición, también significó una baja en sus ingresos.
Al principio, la afluencia de gente a la fiesta en Xochimilco fue escasa ya que no se contaban con suficientes opciones de transportación para los turistas –ya fueran nacionales o internacionales–. Sin embargo, entre los años sesenta y setenta el gobierno federal dio un gran impuloso a la fiesta y se logró una participación de más de 200 concursantes.
Esto equivalió a que se cambiara la naturaleza de los premios, las ganadoras empezaron a recibir además de dinero, accesorios y artículos de belleza y para el hogar, viajes en avión, contratos con televisoras o productoras de cine.
Entre los años setenta y ochenta, el concurso decayó ya que el certamen dejó de ser tan estricto con sus requisitos y sus fervientes seguidores se mostraban indignados de que se permitiera que jóvenes que no reunían las características físicas con las que había nacido la fiesta, empezaran a ser parte de la misma.
La Delegación Iztacalco editó un libro llamado "En la casa de la sal" y en sus páginas explica que esta molestia quizás se debió a que el concurso era “la persistencia de la reivindicación de lo indígena, rural y sus manifestaciones culturales (…) Así, frente al problema real que significaba la integración de un grupo de población que había permanecido tradicionalmente apartado del grueso de la sociedad” y por ende, se sentía que se estaba perdiendo una de las pocas festividades donde todos como sociedad, les permitíamos ser los protagonistas.
La actualidad
Hoy, está por culminar la edición número 232 de “La Flor más Bella del Ejido”. Contó con la participación de poco más de 50 candidatas, quienes se tuvieron que preparar en un curso de inducción que se llevó a cabo en febrero pasado en el que, además de que aprendieron a portar el traje típico (consta de una blusa de punto de cruz, chincuete [falda], ceñidor, huaraches de tiras, rebozo de bolita o Santa María, entre otros accesorios) y se les dieron cursos para mejorar sus habilidades. De igual modo, adquirirán habilidades de dicción, expresión oral y corporal.
Las ganadoras, además de llevarse un premio en efectivo de 30, 20 y 10 mil pesos según el lugar en la coronación, las tres flores fungirán como embajadoras turísticas de la Delegación Xochimilco y de la Ciudad de México durante todo un año en eventos capitalinos y federales.
La fiesta, además de contar con los tradicionales conciertos, bailes y puestos de comidas y de dulces, también ha abierto otras convocatorias para certámenes como "Capullo de Primavera" instaurada en 1993 y busca fomentar a la niñez el respeto a las tradiciones y costumbres (5-11 años) o "Florecita de la Chinampa" ( 6 a 10 años). En 2015 se abrieron otras dos ramas: "Florecita del campo" para jóvenes que no cuentan con alguna capacidad y “La Flor más Bella Adulta Mayor”.
Como mencionamos al principio, a pesar de la controversia que pueda provocar este tipo de certámenes, lo cierto es que el colorido y calor de las fiestas populares mexicanas hacen latente que a pesar de que vivamos en una época donde solemos admirar lo que está fuera de nuestras fronteras, siempre nos acompañará la magia de nuestra propia historia.
Fotografía antigua: Colección Villasana - Torres, Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
Fuentes: Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL. Artículos: "Flor más Bella del Ejido no será sólo de Xochi" de Fanny Ruiz-Palacios, EL GRÁFICO y "La India Bonita: Bibiana Uribe" de Arturo Ávila Cano y José Antonio Rodríguez, EL UNIVERSAL. Libro "En la Casa de la Sal" editado por la Delegación Iztacalco. Libro electrónico "La Flor más Bella del Ejido. Invención, tradición y transformación” de Anna M. Fernández Poncela y Lilia Venegas Aguilera, Plaza y Valdes Editores - CONACULTA - INAH. Sitio web oficial de la Delegación Xochimilco.