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Texto y fotografía actual: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Diseño Web: Miguel Ángel Garnica
La llegada de marzo a la capital trae consigo, además del calor, las postales más bellas de nuestro patrimonio arquitectónico: el blanco del mármol resplandece con el sol, la cantera contrasta con el verde de los árboles o el color de las flores que adornan sus balcones y, en las alturas, todo se mezcla con un azul intenso y el lila de las jacarandas.
Sin duda uno de los sitios donde podemos admirar la belleza de la ciudad es la Alameda Central, construida en 1592 por el Virrey Luis de Velasco para la aristocracia novohispana, consolidándose como el parque más antiguo de América Latina.
Su nombre, deriva de que alguna vez estuvo colmada de álamos pero su crecimiento era tan lento que en vez de tener un paisaje vistoso, lucía triste. Por ello, en 1594 el gobierno virreinal decidió quitar los álamos y en su lugar plantar fresnos y sauces, pero el mote trascendió hasta nuestros días.
Héctor de Mauleón, en su crónica “Alameda sin Álamos”, explica que en 1598 se dio el primer cambio significativo en dicho espacio, cuando se cerró el paso a caballos o mulas ya que pisoteaban la vegetación o dañaban a los árboles. Asimismo, como era un sitio pensado para la recreación de la aristocracia, muchas clases sociales no tenían acceso y en esa misma fecha “el virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo ordenó la construcción de una cerca que, con modificaciones y remodelaciones diversas, se mantuvo en pie hasta 1868”.
Desde aquella época en sus andadores sobresalían fuentes que estaban distribuidas en todas sus direcciones, pero poco se sabe de las fuentes originales ya que son escasos los registros visuales de su existencia. Sin embargo, a partir del siglo XIX se instalaron las fuentes que se conservan hasta la actualidad y en una publicación de finales del mencionado siglo, encontramos un par de interesantes opiniones sobre cómo se concibía la instalación de figuras mitológicas en este lugar:
En 1949, el escritor e historiador José Rojas Garcidueñas, escribió lo siguiente acerca de las fuentes de la Alameda: “Claro es que hablar de fuentes, como de acueductos, manantiales y demás referencias acuáticas en esta ciudad perpetuamente sedienta, es nada menos que reproducir la pena de Tántalo y gentes habrá a quienes parezca el tema inoportuno, otras opinarán que es irreal y lo colocarán en el mismo plano que las leyendas de don Juan Manuel y la Mulata de Córdoba y hasta es posible que algunas otras lo califiquen de 'crueldad mental.
“Cuando nuestra capital dio pasos decisivos para ponerse a tono con las capitales del mundo, cuando se derrumbaros los acueductos, se acabaron los aguadores, se pavimentaron las calles y la ciudad empezó a crecer, cuando las viejas costumbres empezaron a ser objeto de curiosidad en los libros de García Cubas y de don Luis González Obregón, hace poco más o menos unos cincuenta años, las fuentes de La Alameda aumentaron su número y le fueron colocadas grandes estatuas de bronce, que son las mismas que hasta la fecha tienen y que fueron encargadas, naturalmente, a Europa. Y como un postrer latido del México antañón, surgieron escasas pero muy violentas protestas contra la inmoralidad auspiciada por ese gobierno liberalón que se atrevía a poner, en tan público lugar y a la vista de las personas decentes, a una señora tan poco vestida como la Afrodita Anadiomene, en una de aquellas fuentes".
Fuentes admiradas en el mundo
Para conocer un poco más sobre ellas, nos acercamos al joven investigador Rodrigo Hidalgo, quien es conocido por sus cápsulas televisivas sobre el pasado de la ciudad.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Hidalgo menciona que las fuentes fueron encargadas por el gobierno de Porfirio Díaz a la casa francesa Val d’Osne, empresa dedicada a la producción en serie de piezas artísticas y decorativas que se observan en diversas ciudades del mundo.
Nos explica que justo en el centro del parque, entre el kiosco y el Hemiciclo a Juárez, se encuentra la “Fuente de las Américas” realizada por Hubert Lavigne, donde aparece una mujer rodeada de tritones y aves. Fuentes similares a ésta se encuentran en plazas públicas de Francia, Italia, Escocia, Bolivia o dentro de un hotel en El Cairo, entre otras.
“Al poniente se encuentran ‘La Primavera’ de Louis Sauvageau y ‘Neptuno’, de Gabirel Dubray y desde 1889 una copia se puede disfrutar en la Alameda Central”, continúa el investigador. La primera es una representación de una mujer con un cántaro que tiene varios pares en América del Sur o Estados Unidos y la segunda, retrata al dios romano de los mares –con su inseparable tridente- y de acuerdo con Hidalgo es, quizás, una de las más populares de la casa fundidora: “sólo en Francia sobreviven ocho réplicas, pero también hay en Sudamérica, Alemania, Suiza, España y en Estados Unidos”.
Justo nuestra foto principal fue captada en la Alameda Central por el reconocido fotógrafo Guillermo Kahlo, padre de Frida, en la que se aprecia la Fuente de Neptuno, réplica de una obra realizada por el escultor francés Gabriel-Vital Dubray en 1857.
En el lado oriente está la fuente del “Nacimiento de Venus”, obra de Mathurin Moreau que muestra a la diosa emergiendo de la espuma del mar, “sus gemelas se ubican en Francia y en Brasil”. A unos metros de ella, está la escultura de dos mujeres que vacían sus cántaros sobre una pileta, conocidas como “Las Danaides”, o popularmente llamadas “Las Aguadoras”, cuyo nombre original se podría traducir en ninfas de/en la fuente. Esta es obra de Albert Carrier-Belleuse y podemos encontrar a su igual en los jardines de la Universidad Autónoma de Chapingo y otra en Lamego, Portugal.
Entrado el siglo XX, la Alameda Central ya era un punto de encuentro para todos los estratos sociales. En crónicas de la época se le hace referencia como un sitio de coqueteo y romance, así como también de esparcimiento en el que los habitantes de la ciudad iban a tomar asiento en una de sus múltiples bancas y contemplar el paisaje.
Para la década de los setentas la Alameda ya presentaba un deterioro considerable, sobre sus andadores ya se habían instalado comercios ambulantes además de ser el escenario anual de la romería de los Reyes Magos. Su belleza decayó poco a poco y las fuentes no fueron la excepción, los estragos visibles del agua –oxidación de materiales- no se comparaban con lo que el líquido había provocado al interior de las esculturas.
La llegada de luces y baile a las fuentes
En 2012, el gobierno del entonces llamado Distrito Federal, impulsó uno de los proyectos más ambiciosos para la recuperación de los 96 mil metros cuadrados del parque y con ello sus piezas artísticas y decorativas. "Prácticamente es un museo al aire libre. Puedes apreciar obra de muy buena factura desde el punto de vista artístico" dijo la arquitecta Virginia Arroyo, la que fuese directora de Sackbé, la empresa encargada de la restauración de la Alameda Central, a nuestra compañera Ábida Ventura.
El proyecto arrancó formalmente en marzo con un financiamiento mixto de 74 millones de pesos y sus objetivos eran claros: retirar al comercio informal, remodelar en su totalidad al piso de la Alameda –que cambiaron por mármol Santo Tomás, de origen poblano-, rediseñar el funcionamiento de las fuentes –haciéndolas “bailarinas- y la plantación de diversos árboles y flores, por lo que se sumaron más jacarandas. “Volverá a convertirse en el gran espacio de convivencia y esparcimiento", anunciaba el gobierno del entonces llamado Distrito Federal.
Se cambió el sistema eléctrico, de riego y se redistribuyó el inmobiliario urbano. A diferencia de cómo estaba a principios de los años 2000, se instaló un sistema de iluminación peatonal para que la Alameda fuera un lugar de tránsito seguro por las noches.
“Los trabajos de restauración de esculturas y monumentos de la Alameda incluyen la limpieza de cantera para retirar pintura y microorganismos. También se efectúa la consolidación y restitución de piezas de cantera, resanes, inyección de grietas, aplicación de moldeos, hidrofugación y aplicación de platina. En tanto, las esculturas y monumentos serán alumbrados con reflectores empotrados a los mismos postes de iluminación peatonal y con las mismas características de carcasa, evitando así un mayor número de postes", reportaba el gobierno capitalino como parte de los avances del proyecto en julio de 2012 a esta casa editorial.
Como parte del embellecimiento del espacio, se consideró el pintar de negro mate a los personajes de las fuentes que en la actualidad, contrastan con los tonos grisáceos del pavimento y del mármol de Santo Tomás, dotándolas así de un protagonismo incuestionable.
Tras ocho meses de intervención, se levantó el tapiado que rodeaba al parque más antiguo de Latinoamérica y nuestra compañera Phenélope Aldaz lo atestiguó de la siguiente manera: "A penas terminó el acto oficial de la reapertura de la Alameda Central y los ciudadanos invadieron el espacio público para recorrer cada uno de sus pasillos, se acercaron a las fuentes, se tomaron la foto del recuerdo y hasta se llevaron una de las cientos de Nochebuenas que adornaban los monumentos y esculturas (…)Familias completas o jóvenes que salieron de sus trabajos no perdieron su oportunidad para ser los primeros en ingresar a la nueva Alameda Central.”
Hoy, es incuestionable la relación entre las fuentes de la Alameda Central y los habitantes capitalinos, no importa si es temporada de frío o de calor o si es de noche o de día, podemos ver a niños jugando alrededor dejando que el azar decida si los moja o no. Los dioses y las ninfas se coronan como escenario principal en fotos de cientos de turistas, mientras que otros tantos sólo se sientas en sus alrededores para contemplarlas.
Independientemente de las modificaciones, los invitamos a acercarse a las fuentes de la Alameda, admirar su belleza artística e imaginar que así como uno las está observando, hay otros seres en el planeta que se acercan a una de sus réplicas con la misma curiosidad o inquietudes que nosotros; son esculturas que nos conectan con el mundo.
Su magia nos invita a imaginar cómo era la Alameda Central en épocas pasadas y poder disfrutar, con sus evidentes diferencias, del remanso de tranquilidad que aún es parte de la esencia de este parque.
Fotografía antigua: Colección Villasana–Torres, cortesía Universidad Iberoamericana y "Mexiko", 1904.
Fuentes: Rodrigo Hidalgo. Libro "México a la vista" y "La Ciudad que nos inventa, crónicas de seis siglos" de Héctor de Mauleón. Artículos: "Monumentos de la Alameda, en terapia intensiva" y "Arquitecto advierte daños en piso de la Alameda Central" de Ábida Ventura, "En octubre 'renace' la nueva Alameda Central del DF", "Reinaugura Ebrard la Alameda Central" de Phenélope Aldaz, "Personajes mitológicos reciben segundo aire" de Rafael Montes, "Alameda, víctima de la jornada de vandalismo" de Rafael Montes y Álida Piñón, EL UNIVERSAL.