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Con uniformes muy a la imagen de Jackie Kennedy, este elegante grupo fue pensado como una combinación entre edecanes y personal de vigilancia para el Bosque de Chapultepec, pero fue tal su éxito y aceptación que el gobierno de la capital extendió las acciones de este grupo a otros parques y jardines representativos de la Ciudad de México, logrando con ello una atención más cercana a turistas y para mantener el orden público.
Al igual que hoy, la selección de las integrantes exigía determinada estatura y complexión, pero debido a su función orientadora se pedía que tuvieran dominio de uno o más lenguajes ya que en su formación se les impartían cursos de historia de México y la relevancia cultural –así como datos “curiosos”– de los sitios que se encontraban vigilando, como lo eran el Bosque de Chapultepec o la Alameda Central, debido a su función orientativa con los turistas.
En cuanto a su preparación física, tomaban clases de artes defensivas como el judo y el karate, además de tomar cursos de primeros auxilios. Y a pesar de que no estaban armadas, contaban con una amplia red de intercomunicación ya que estaban dotadas de radios portátiles.
Muy temprano, las integrantes del cuerpo pasaban lista en el parque que les correspondiera y, después, se distribuían por los andadores y alrededores de la zona, procurando auxiliar cuando fuese necesario. La gente ya las ubicaba como las personas encargadas de auxiliar y de mantener el orden público, al menos en parques.
Con el paso del tiempo, las mujeres fueron asumiendo responsabilidades cada vez mayores dentro del cuerpo policiaco. Ya no sólo cuidaban parques, sino que a principios del año 2000 ya tenían células especializadas al cuidado de zonas escolares, recreativas y también empezaban a incursionar en operaciones especiales como operativos o ser parte del grupo de granaderos.
Para 2010 ya había más de 14 mil mujeres policías distribuidas en diversas áreas y empezaban a sobresalir nombres de mujeres ocupando altos mandos de la Secretaría. Ese mismo año se aseguraba que había subido un 20% la participación de las mujeres dentro de la policía.
Sin embargo, con todo y el crecimiento, ciertas tradiciones internas seguían sin reconocer el acceso de la mujer al mundo policiaco, como lo sucedido en 2013, cuando la granadera Raquel Almazán ganó el concurso de tiro pero no pudo ser recompensada económicamente, a diferencia de sus compañeros hombres, porque las reglas de la competencia no contemplaban la posibilidad de que una mujer saliera victoriosa: “Eran las reglas de la competencia. Sólo me dieron las medallas. El hecho de yo haya ganado quiere decir que soy buena, sería bueno que también nos reconocieran”, comentó en ese entonces a EL UNIVERSAL.
Hace dos años, María Elena Morera en su artículo "Mujeres policía" señalaba las problemáticas por las cuales seguían –y siguen– pasando las policías en todo el país, como lo son la disparidad salarial, el acoso sexual, las dificultades que se viven en el proceso de admisión a la academia y la vida profesional.
Asimismo aseguraba que es “es urgente fortalecer las condiciones del desarrollo policial para que más mujeres puedan tomar las riendas de la seguridad pública y exigir y vigilar que los jefes y las camarillas las dejen trabajar y no les dificulten ascender en las instituciones”.
En la conmemoración del Día Internacional de la Mujer del año pasado, Hiram Almeida Estrada, director de la Secretaria de Seguridad Pública de la CDMX, reconoció ante sus elementos femeninos que aún hacía falta trabajo para llegar a una “auténtica igualdad de género en la vida pública", añadiendo que eran “mujeres que trabajan en la seguridad pública. Por un lado exigen y ejercen sus legítimos derechos como mujeres, pero también cuidan y preservan esos derechos en defensa de la sociedad a través de la labor policial”.
El presente
En junio del año pasado, esta casa editorial informó la situación de la policía Juana Hernández, quien denunció a su jefe de acoso sexual dentro de la Policía Bancaria e Industrial (PBI): "En entrevista con Ciro Gómez Leyva, la oficial refirió que desde noviembre del año pasado (2015) el policía primero Eber Sánchez Torres la citaba en su oficina con circuito cerrado para pedirleo que lo abrazara y poder tocarla”.
En su momento, las autoridades de la PBI comentaron que sí tenían conocimiento de esta denuncia y que se estaba siguiendo el protocolo pertinente. Sin embargo, el acosador siguió como elemento activo y Juana declaró que temía ser víctima de alguna represalia laboral y de la seguridad de su familia.
Por situaciones como la que vivió Juana –y sus temores– decidimos que lo mejor para que una policía se pudiera abrir a platicarnos su experiencia siendo parte de la Secretaría de Seguridad Pública, era manteniéndola en el anonimato. Por fortuna, poco después encontramos a un elemento y tras la promesa de que no saldría su nombre ni su rostro, alegremente nos compartió su historia.
Hace nueve años, la entrevistada decidió que quería dedicar su vida a esta profesión después de haber presenciado un operativo liderado por mujeres. En cuanto llegó a su casa, le comentó a su esposo y a su mamá que quería ser policía y que entraría al Instituto Técnico de Formación Policial –al que más adelante sólo se referirá como "la academia"– a lo que ambos contestaron: “¡Estás loca! Se lo que quieras, menos policía”.
Bajo esa lógica, la joven presentó los tres exámenes necesarios para poder ingresar a la academia: psicológico, físico y médico. Quedó seleccionada casi de inmediato y para la también madre significó un cambio radical en su vida familiar ya que se tuvo que ausentar cerca de dos años de su esposo y de su hija de apenas dos años.
Nos comparte que entre sus clases se hablaba de manera muy general de la historia de la institución, debido a que la principal preocupación de la academia era el desarrollo de la fuerza corporal, el manejo de armamento y vehículos, así como la comprensión de los reglamentos y leyes, mientras decía que si ellos quebrantaban la ley "nuestro castigo es reclusorio seguro".
Al graduarse se le asignó un sector y la unidad policiaca a la que debía presentarse. Describe que al iniciar el turno la primera parada es la armería, donde los equipan con pistolas y chaleco antibalas; una vez protegidos se trasladan a sus estaciones y arranca la jornada laboral. Hay dos funciones claras para el policía: salir a las calles o estar en oficinas.
“En mi primer día de trabajo en la calle me tocó estar sobre Corregidora, en el Centro. Todo estaba tranquilo hasta que llegó un chico que había estado en una pelea y le habían rasgado el cuello. Me asusté y me dio miedo, porque salía mucha sangre y él suplicaba por un doctor. Fue muy difícil calmarlo porque yo estaba muy nerviosa y la llegada de la ambulancia me pareció eterna”, recordó.
La policía menciona que cuando tiene que estar en oficina suele aburrirse un poco, ya que a pesar de la gran carga laboral que hay como estar al pendiente de quién llega, quién llama, qué necesita la persona que se comunica por el radio o qué información le debe de solicitar a otras dependencias, extraña la adrenalina de la calle. Admite que a muchos de sus compañeros no les convence ser pareja –patrulla– de una mujer, porque se adjudican la responsabilidad de cuidarlas o protegerlas en caso de riña.
Equilibrar sus extenuantes horarios laborales y su vida personal le ha valido un par de separaciones temporales con su esposo y el perderse gran parte de la infancia de sus, ahora, tres hijos. Las separaciones se debieron a malentendidos que puede llegar a tener cualquier pareja, pero en cierta parte fueron provocados por una situación de acoso: "Los mandos son muy dados a hablarte o solicitarte algo nada más porque les gustas. Hace años a mí me causaron problemas con mi esposo porque un jefe me hostigaba y como no accedí a tener algo con él, me ‘castigaba’ dejándome salir tarde o mandándome a sitios de los que por ningún motivo me podía mover, era cansado y me enojaba, pero no podía hacer nada, era mi superior”, narró.
Afortunadamente para ella, sus problemas se fueron solucionando y considera que hoy, tanto su esposo como sus hijos, han logrado adaptarse al estilo de vida de tener un policía en casa, aunque sigue siendo difícil no poder compartir con ellos tantas vacaciones como le gustaría, fiestas familiares, cumpleaños, navidad, año nuevo, o cualquier puente, porque a veces le toca trabajar.
Sin embargo trata de disfrutar el tiempo que tiene para hacer sus cosas, como llevar a jugar a sus niños al parque, hacer de comer, escuchar música o simplemente acostarse en compañía de sus hijos mientras ven una película o la televisión y quedarse dormida. Sólo su hijo es un apasionado de los bomberos y la policía, sus dos hijas no han demostrado mucho interés en dedicarse a ello.
Cuando le preguntamos de la posición y el trato a la mujer policía dentro de la SSP, nuestra entrevistada comenta que el ambiente es pesado, que hay conductas machistas sumamente arraigadas –como el que una mujer no puede hacer alguna actividad sólo por "ser mujer"– y que las pocas mujeres que ocupan mandos altos en la corporación suelen ser más estrictas que sus pares hombres, demostrando de esa manera que son "igual" que ellos. Lamentablemente, como se contó al principio de la entrevista, el acoso sexual existe y de acuerdo con la policía son decenas los casos de hostigamiento que terminan en castigos o represalias laborales cuando se le dice a un jefe la palabra "no".
Para finalizar, la entrevistada nos cuenta que entre sus experiencias más dolorosas se encuentran cuando un manifestante le rompió la nariz al intentar romper el cerco policiaco y el ser arroyada por un automovilista en estado de ebriedad, justo cuando estaba rodeando el perímetro de un choque; con cara de alivio nos dice “de milagro salí viva”.
Se despide de EL UNIVERSAL diciendo que su profesión le ha dado muchas experiencias y realmente disfruta el servir a la ciudadanía aún y con la agresión cotidiana del ciudadano a los miembros de la SSP, cuando los tratan con desdén, prepotencia o groserías pero que se “compensa” con la gente amable.
A pesar de lo que representa la figura del policía para la sociedad –corrupción e impunidad–, las personas debajo del uniforme son como cualquiera de nosotros, con responsabilidades y obligaciones labores y familiares, lo que nos pone a pensar que quizás, siendo un poco más tolerantes, podríamos lograr que la convivencia en esta gran ciudad mejore y por ende, nuestra propia calidad de vida.
Fotografía antigua: Colección Villasana–Torres.
Fotos actuales: Archivo de EL UNIVERSAL.
Fuentes: Mujer policía de la Secretaría de Seguridad Pública. Folletos informativos del Departamento del Distrito Federal. Artículos "Mujeres policía" de María Elena Morera, “La mejor en tiro… pero discriminada por ser mujer”, de Allan López y “Acusa policía acoso sexal de su jefe en la PBI” de la Redacción, EL UNIVERSAL. Boletín de prensa SSP “Reconoce la SSP-CDMX labor de la mujer en el ámbito de la seguridad pública capitalina".