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Texto y fotos actuales: Miroslava Callejas
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
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Recordaba que mi mamá siempre me decía que los primeros doce días de enero representaban los doce meses del año y como estuviera el clima en esos días, así estaría en cada mes del año.
Las cabañuelas, como se llaman a estas predicciones populares, se definen por la Real Academia Española como el “cálculo popular basado en la observación de los cambios atmosféricos en los 12, 8 o 24 primeros días de enero o agosto, para pronosticar el tiempo durante cada uno de los meses del mismo año o del siguiente, son los responsables de estas predicciones”.
El conocimiento no era nuevo para mí, pero sí para mi amigo. Él había crecido toda su vida en la Ciudad de México y yo en provincia, donde estas predicciones son muy comunes. Este sistema es utilizado por adultos mayores y agricultores, incluso en el interior de la República sigue vigente, por lo que es extraño que en las grandes ciudades se conozcan este tipo de prácticas.
Los fenómenos meteorológicos siempre han sido un misterio y a la vez compañeros del ser humano. Desde la antigüedad, la humanidad ha tenido la necesidad de predecir el tiempo, sobre todo por su incipiente sistema de agricultura.
La observación del cielo siempre ha sido un punto de inicio para muchas predicciones, mitos y temores. En el caso de las cabañuelas, la experiencia y tradición juegan un papel fundamental. Pero con el avance tecnológico que permite ya tener una predicción del clima incluso para viajar con la ropa adecuada, este tipo de conocimientos populares se ha ido perdiendo poco a poco.
El origen de las Cabañuelas
El origen de este método de interpretar el clima no es preciso. Por una parte se cree que surgió en el Zamuc, o “Fiesta de las Suertes”, que se celebraba en la antigua Babilonia en el ceremonial de Akitu del Año Nuevo, donde se determinaban los presagios para cada uno de los 12 meses del año por los halos alrededor del sol o de la luna. Si había halo en el sol, la posibilidad de lluvia a corto plazo era segura, si el halo estaba en la luna las lluvias serían más duraderas.
Por otra parte, la cultura judía se valía de la “Fiesta de los Tabernáculos” para predecir el clima. En este sistema las lluvias para el año venidero están decididas por los cielos. Los hindúes también tenían una tradición similar: designan 12 días en la mitad del invierno para hacer la réplica climática que ha de suceder en el año siguiente.
Pero una de las versiones más aceptadas es la que proviene del sur de España, aunque también en la América prehispánica se ponía en práctica. “Esta tradición proviene de España. También en Mesoamérica se realizaba pero en menor medida porque en esa zona había mucho más agua, por lo que las lluvias no eran tan indispensables como en el país europeo”, nos comparte en entrevista con EL UNIVERSAL Luis Manuel Rodríguez, profesor de agronomía en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.
En el México prehispánico, los mayas y los aztecas utilizaban este sistema. La cultura azteca la adoptó de los mayas, pues en ambos casos sus calendarios constaban de 18 meses de 20 días cada uno, más cinco días adicionales que no entraban en los meses. Los primeros 18 días de enero servían para predecir el clima de cada uno de los meses y los dos días restantes se dedicaban a otros fenómenos. El día 19 era para pronosticar el tiempo del solsticio de verano y el 20 para el solsticio de invierno.
Las cabañuelas, actualmente, se predicen “en el primer mes del año, es decir en enero, donde se observa el posible comportamiento del clima para el resto del año”, nos dice Luis Rodríguez, profesor de agronomía.
“Hay gente que sólo se queda con los primeros doce días del año; es decir, el clima del 1 de enero nos dice cómo será enero; el 2 de enero, nos dirá como será febrero y así sucesivamente hasta llegar al mes 12 que será diciembre. No obstante, hay otras personas, sobre todo los agricultores, que aún confían en este método, que ocupan todo el mes para predecir el clima.
“En el método completo, cuando se llega al día 13 se vuelven a contar los meses pero ahora de manera recesiva, es decir, el 13 corresponde al clima de diciembre hasta llegar al 24 que sería enero. A partir de ahí los seis días que siguen cuentan por dos meses, por ejemplo el 25 corresponde enero-febrero y así sucesivamente hasta llegar al 30 que corresponde a noviembre-diciembre. En cuanto el día 31 se va contando por cada dos horas de las doce a dos de la mañana es enero y así hasta cumplir las 24 horas”, explica Luis.
Por su parte, Noé Matamoros, agrónomo por la Universidad de Chapingo, nos comenta en entrevista con EL UNIVERSAL que “los climas generalmente tienen que coincidir; por ejemplo, los días 8 y 17 que pertenecen a agosto tendrían que tener un clima parecido si hizo frío, calor, sí estuvo airoso y así”.
Asimismo, se piensa que las cabañuelas también tienen una gran relación con los primeros días del mes de agosto, pues a partir de esos días se podrían conocer los fenómenos climáticos de todo el año. Se hacen a través de los primeros 24 días de ese mes, para pronosticar el tiempo durante cada uno de los meses del año.
Desde el punto de vista científico, las cabañuelas carecen por completo de sentido a la hora de obtener predicciones sobre el tiempo meteorológico. “Es una cosa muy tradicional, aunque cada año que pasa es más difícil”, enuncia Luis.
Por su parte Noé nos comparte: “Este sistema era como los meteorólogos de antes, ya que no existían los aparatos que dicen el clima o el internet, aún sigue persistiendo, incluso las cabañuelas pueden llegar a ser más confiables que la misma tecnología”.
Cabañuelas y graniceros: Otros métodos para predecir el clima
Aparte de las cabañuelas, existen otras formas de predecir las condiciones climatológicas que forman parte de tradiciones de los pueblos. Luis nos explica que para los campesinos mixtecos de Oaxaca la predicción del clima se hace desde el mes de octubre. “Ellos empiezan a contar desde el 5 de octubre que es la época en que para ellos terminan las lluvias y comienza el otoño”.
“También está la tradición indígena de los ‘tiemperos’ o ‘graniceros’ que se realiza sobre todo en el valle de México y en el de Puebla. Esta se rige sobre todo en lo espiritual y prácticamente es un diálogo con las nubes, hablan directamente con la lluvia a través de danzas”, agrega Luis.
Por otro lado, Juan Mendoza, vendedor de flores en el mercado de Jamaica y originario de Magdalena Petlalco, delegación Tlalpan, nos dice que ellos se guían también por las nubes. “Cuando están aborregados, sabemos que va a nevar, sabemos que dos o tres días llueve y después nieva”.
Cabañuelas, ¿tradición que se pierde?
Las cabañuelas son una tradición que se está perdiendo y para muestra un botón. Un recorrido por el mercado de Jamaica, famoso por sus puestos de flores, puede ser un ejemplo perfecto de ello. Preguntando a los locatarios y a los comensales que van de compras a este tradicional mercado, nos percatamos que muchos no saben lo que son las cabañuelas.
“No señorita, no sabría decirle qué son, sólo soy empleado”, me comenta un vendedor de verduras de aquel mercado. Asimismo al preguntar en al menos tres puestos de flores la respuesta fue muy parecida. “No señorita, siento no poder decirle esa información”, contesta uno de ellos.
“Ellos generalmente no saben de esos fenómenos porque sólo se dedican a vender, uno que también se dedica a sembrar sabe muy bien qué es eso”, nos dice Gloria Morales, vendedora de flores desde hace 60 años y originaria de Magdalena Petlacalco, Tlalpan, en entrevista con EL UNIVERSAL. “Mucha gente piensa que son conocimientos que ya no sirven, pero nosotros nos aferramos a la tierra y seguimos creyendo en ellos”.
Sin embargo, nos comparte que en los últimos años se han visto seriamente afectadas las predicciones. “Antes era más cíclico y se cumplían con más veracidad. Ahora es muy irregular. A nosotros nos ha perjudicado mucho el calor, creemos que esta alteración se debe a la contaminación y a la mancha urbana que va creciendo; por ejemplo, de donde somos nosotros ha subido gente de Tepito y se ha dedicado a quemar basura y a destruir el medio ambiente de por ahí”.
Complementando lo anterior, Luis, profesor de agronomía, explica algo similar: “De unos tres años para acá, las cabañuelas no coinciden del todo. Algunos meses sí lo hacen y otros no. Hasta hace unos años los inviernos eran húmedos y por eso era posible predecir el clima, ahora los inviernos son secos haciéndolo más complicado”.
Otro enemigo que enfrentan las cabañuelas es el olvido. “Mi mamá nos enseñó y ahora nadie sabe”, nos dice Ángela Martínez de 71 años en entrevista. “Estos conocimientos al parecer sólo los saben la gente del campo y la gente mayor como yo, a la juventud ya no le interesa saberlo, por ende si les preguntas ya no saben qué es eso. Yo intenté enseñarles a mis sobrinas pero se la viven pegadas al teléfono y pues ahora por el internet pueden saber cómo está el clima”, concluye.
Luis, algo pesimista, nos dice “siento que estos conocimientos pueden desaparecer porque cada vez hay menos campesinos y los grandes agricultores ya no se fijan en estas cosas”. Por su parte, Noé es más optimista: “La gente todavía se guía por muchas cosas naturales, las cabañuelas todavía son ocupadas por mucha gente del campo, sobre todo en las zonas más marginadas, ya que ahí aún no llegan los adelantos tecnológicos”.
Por su parte, Rigo Matamoros nos comparte que a pesar que su papá se dedicó al campo unos años, estos conocimientos los adquirió a través de sus abuelos. “Ellos me enseñaron lo de las cabañuelas cuando yo estaba pequeño pero actualmente yo no lo ocupo para saber la situación climática del año, sobre todo porque últimamente el clima ha cambiado demasiado.
“Si quisiera seguir transmitiendo estos conocimientos a mis hijos si los llegara a tener, pero dudo mucho que a ellos les sirva de mucho, pues en unos veinte años, y como van las cosas, el clima puede ser demasiado impredecible”.
Este fenómeno se explica, según Johnny Torrijos, sociólogo de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, a que “cualquier cultura, la que sea, está diseñada para sobrevivir pero el mundo moderno capitalista, en función de la ganancia, incluso sólo para la subsistencia como en el caso de mucha gente en el campo, desmantela saberes o prácticas tradicionales en función de lo que se supone es más rentable”.
“Asimismo estos saberes se transfieren de una generación a otra, pero en muchas zonas del país se pierden cada vez más rápido como cultivar la tierra o leer el clima o simplemente como se pierde el interés de los nuevos hijos de campesinos por aprender la lengua autóctona, ya sólo hablan español a favor de la explotación del tiempo de trabajo”, concluye Johnny.
Por eso es importante seguir transmitiendo este tipo de conocimientos, no porque científicamente sean comprobables o no, sino más bien porque representan una relación del hombre con la naturaleza que no debería tener caducidad.
Fotografías antiguas: Archivo EL UNIVERSAL.
Fuentes: Real Academia Española. Entrevistas con Juan Mendoza y Gloria Morales, vendedores del mercado de Jamaica; Luis Manuel Rodríguez, profesor de agronomía en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, Noé Matamoros, agrónomo por la Universidad de Chapingo, Ángela Martínez, comensal del mercado de Jamaica.