Más Información
Guadalupe Taddei solicitará ampliación del presupuesto para la elección judicial a la Cámara de Diputados; “si funciona, estaremos mejor en calidad y resultados"
Sheinbaum es una "consumidora voraz" de información: José Merino; el tablero de seguridad, herramienta clave, destaca
IMSS-Bienestar asegura mantener contratados a 2 mil trabajadores en entidades no adheridas al organismo
Rosa Icela Rodríguez se reúne con próximo titular del INM; “arrancaremos el 2025 con mucho trabajo”, asegura
SSa llama a tomar medidas preventivas ante bajas temperaturas; pide proteger salud por temporada invernal
Texto: Magalli Delgadillo
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
¿Cómo se siente un viaje producido por “coca”? Según la nota “La divina Coco” — publicada en EL UNIVERSAL ILUSTRADO en la década de los 30—, se experimentaba una debilidad mental: una “aparente liberación, fantasía de felicidad que dura un instante y se paga con sufrimientos perdurables. La embriaguez en todas sus formas es ya un comienzo de locura”. Todo esto florece en un ambiente de lívido color y hedor a cementerio.
Quizá en la actualidad la sensación no sería muy distinta. Las sustancias tóxicas existen desde tiempos antiguos y estaban vinculadas con rituales, como el de “cacería o acercamiento a los espíritus de los antepasados”, de acuerdo con el libro Carlos Castañeda. Drogas, brujería y poder personal de Andrés García Corneille. Incluso, las drogas de origen vegetal eran consideradas sagradas. Por ejemplo, el peyote, a través del cual las personas podían predecir o adivinar el futuro de las cosechas.
En 1846, cuando se publicó la primera Farmacopea Mexicana, se podían acceder a fórmulas con ingredientes como opio, morfina y marihuana. Las prácticas continuaron a través de los años, pero dejaron de considerarse “buenas” o que ayudaban en situaciones relacionadas con los dioses.
En 1878, la preocupación por algunos efectos causados por estos elementos “peligrosos” provocó que el gobernador del Distrito Federal, Luis C. Curiel, diera la orden para establecer algunas reglas para los boticas, droguerías y fábricas: restringir la venta de las sustancias, si no se presentaba una prescripción médica, de acuerdo con información del libro El siglo de las drogas del sociólogo Luis Astorga.
En la década de los 20, existían lugares llamados “fumaderos”. Se trataba de establecimientos (por lo regular, propiedad de comunidades chinas), donde acudían personas (en su mayoría hombres) para consumir marihuana u opio. Los sitios más famosos estaban ubicados en Sinaloa, Hermosillo (1922), Mexicali (1922), Guadalajara (1927) y el Distrito Federal (1928, 1929), según el libro citado.
Actualmente, en el norte del país existen casas o lugares clandestinos, donde adictos acuden a inyectarse heroína conocidos como “picaderos”. Entre las definiciones para este lugar que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) da se encuentran las siguientes: “Lugar o sitio donde los picadores adiestran y trabajan los caballos, y las personas aprenden a montar” y “Casa o apartamento que alguien dedica a sus encuentros eróticos de carácter reservado”. Sin embargo, la referencia es diferente en México: nos lleva a pensar en espacios donde las personas acuden a pincharse las venas para meterse “la hero”.
Hoy, Tijuana podría considerarse el lugar más representativo. El 18 de octubre de 2016, EL UNIVERSAL publicó el reportaje titulado “Picaderos. Cd. Juárez: 6 mil puntos donde se inyecta heroína”, donde se denuncia que Ciudad Juárez se convirtió en el primer lugar nacional respecto al consumo de mencionada sustancia, de acuerdo con el Centro de Integración Juvenil de Chihuahua.
Los drogadictos de 1930
En la década de los 30, era menos común encontrar estas “casas”, donde acudían personas a drogarse, pero ya se realizaba esta práctica y, en muchas ocasiones, en solitario. EL UNIVERSAL ILUSTRADO publicó una serie de relatos titulados “La tragedia de las drogas heroicas”, textos con testimonios de personas adictas en la Ciudad de México.
El problema de adicción empezaba a ser común en las calles de la urbe. El reportero A. Núñez Alonso reveló en estos textos la situación en México. En la serie de narraciones destacó a un joven galán y famoso: era un actor, cuyo nombre fue reservado y sólo se publicaron sus siglas: C.M.F.
De acuerdo con Núñez Alonso, lo habían podido observar en sus peores momentos. En uno de ellos, les pudo “sonreír amargamente”, pero en la ocasión posterior lo encontraron en una situación más lamentable: “encorvado, débil, mal vestido y con los ojos hundidos y perdidos en una visión de agua”.
A pesar de su situación, el actor contó cómo se “enganchó” con la sustancia. Él trabajaba en Los Ángeles. Viajó a la Ciudad de México para trabajar. Comenzó algunas relaciones amistosas con personas para quienes era usual el consumo del químico. Le prometieron “placeres y maravillas” y pronto se convirtió en fiel consumidor. Reconoció que después de esa ocasión, fue complicado separarse de su nueva “costumbre”:
— (…) El toxicómano lo primero que pierde es la voluntad, después la vergüenza. En cuanto uno cae en el vicio, es punto menos que imposible librarse de él.
En su trabajo lo corrieron por el vicio:
—¿Qué hace usted amigo? —le preguntamos.
—Pues ya ve usted… Nada.
—¿No tiene usted contrato en ningún teatro?
—No, dicen que no cumplo… Que soy muy buen actor, pero que con el vicio…
—¿Qué vicio?
—La heroína…
Cinco años antes, el 8 de enero de 1925, el presidente Plutarco Elías Calles había expedido un reglamento donde fijó el control de ciertos productos químicos como opio, morfina, cocaína, entre otros. De acuerdo con el entonces departamento de Salubridad Pública, las sustancias permitidas eran en los siguientes porcentajes: el 2% de opio, 0.2 % de morfina, 20% de hojas de coca.
En 1989, “la hero” fue incluida en medicamentos por la empresa farmacéutica Bayer, la cual incluía este ingrediente en los jarabes para curar la tos. Incluso, era parte de vinos como el Mariani, según la investigación en El siglo de las drogas del investigador Luis Astorga.
“Artes y mañas de un toxicómano”
Ese fue un subtítulo de la entrevista de 1930. El reportero Nuño Alonso continúa la plática, pero el actor C.M.F. está ansioso por una dosis:
—¿Qué va usted a hacer?
—A inyectarme… Lo necesito ya. Me he excitado hablando con usted de estas cosas.
Para C.M.F. este método se repetía una y otra vez: “Se prepara para la maniobra diabólica. En la palma de la mano temblorosa, coloca una ‘corcholata’; en ella echa un poquito de agua y disuelve unos polvos de heroína. Luego se vale de una aguja de inyectar combinada con un ‘gotero’ y, antes de un minuto, mejor que el más hábil médico haciéndose un lazo absurdo con la manga del saco que se ha subido, logra destacar la vena… en la que introduce rápido y nervioso la droga disuelta…”, narraba el reportero de esta casa editorial. Después de su acto, sonrió. Se acostó y, poco después, se reincorporó.
Antes, las personas no rentaban las casas para que los adictos pudieran consumir sustancias ilícitas, como ocurre en la actualidad. Según C.M.F., normalmente, cuando necesitaba de una dosis, estaba en su casa o en la calle: “Si la gente más próxima a nosotros está a 30 metros, nos da tiempo de inyectarnos sin que nos sorprendan”.
El mismo actor C.M.F. le dio al reportero de esta casa editorial un tour por algunas zonas donde acostumbraban “pincharse”. Este sitio era conocido como la “colonia de la bolsa” (pues la sustancia venía envuelta en plástico) en la Alameda Central de la Ciudad de México y algunos alrededores. Los distribuidores llegaban a vender para facilitar la “mercancía”.
Imagen de un adicto actual
Actualmente, es más frecuente encontrar grupos. Según la investigación “Picaderos. Cd. Juárez: 6 mil puntos donde se inyecta heroína”, los hermanos Martínez son dos hombres de la tercera edad, quienes tienen 15 y 30 años, respectivamente, drogándose. Además, rentan su casa de ladrillo como escondite para otras personas dependientes de la sustancia. Cobran 10 pesos o una cura (una dosis).
Cuando las personas se disponen a “viajar”, todos los presentes cumplen una función: unos suministran la sustancia intravenosa con jeringas usadas o nuevas; otros son “pinchados” y los demás observan y esperan su turno. Si alguien se encuentra solo, un espejo es su mejor aliado para intentar encontrar el espacio menos lastimado en el cuerpo.
La “técnica” de los consumidores casi no ha cambiado. Así, el primer paso es encontrar ese conducto. La preparación sigue haciéndose en tapas de bebidas y las reacciones de cada consumidor dependen del organismo de cada uno. La mayoría de las personas ya no encuentran la vena indicada. El entrevistado confesó algunas de las consecuencias (o síntomas de abstinencia) si no toman el “hueso” (droga): malestar, náuseas bostezos y estornudos…
Según el portal del National Institute on Drug Abuse, organización fundada en el siglo XX en Alemania, después de la introducción del líquido el usuario tiende a sentir euforia, sequedad en la boca, enrojecimiento en la piel, pesadez en extremidades y confusión mental; después, entra en un estado, en el cual hay momentos alternados de adormecimiento y “despertar”. No obstante, para los dependientes lo importante es sentirse bien, sin importar las consecuencias.
Desde la década de los 30 ya existían algunas campañas en contra de estas acciones. El entrevistado platicó al reportero sobre las estrategias realizada por policías: “No es tan eficaz como debería ser. Eso es lo que a nosotros nos pierde. Porque mientras sepamos que en México hay venta clandestina de drogas, nosotros recurriremos a cualquier extremo por conseguirlas. Y ya ve usted no tiene necesidad de violentarse. Yo todas las noches adquiero mi dosis de heroína”.
La investigación de EL UNIVERSAL refiere que estas organizaciones reparten kits con jeringas, filtros y tapaderas. Todo esterilizado para evitar enfermedades entre las personas, pues el primer paso de su metodología consiste en reducción de daños; el segundo paso es la seguridad para evitar sobredosis y, finalmente, “dar herramientas sicológicas para dignificar sus vidas y sepan que nunca es tarde para recuperarse”.
Además, ofrecen un sistema de desintoxicación a través de medicina alternativa; acupuntura, herbolaria mexicana, músico-terapia, aroma-terapia, complementado con consejerías para reforzar las etapas de mantenimiento y reinserción social. El Programa Compañeros, A.C, atiende a más de 6 mil usuarios en la ciudad, es decir, 50% de toda la población de adictos a la heroína en Ciudad Juárez, según cifras oficiales.
De acuerdo con el Informe Mundial sobre las Drogas 2016 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), actualmente existen 250 millones de personas de entre 14 y 64 años perfilados como consumidores de, al menos, un tipo de droga en 2014; mientras que 12 millones son los que se inyectan. De este total, 1.6 millones tienen VIH y 6 millones contrajo hepatitis C. De acuerdo con ese mismo reporte (en 2012), México ocupaba el segundo lugar en la producción de opio, heroína y marihuana en el mundo.
Fotos antiguas y actuales: Archivo El Universal
Fuentes: Reportaje “Picaderos. Cd. Juárez: 6 mil puntos donde se inyecta heroína” de EL UNIVERSAL, 2016. “La divina Coco” y “La tragedia de las drogas heroicas” publicada en EL UNIVERSAL ILUSTRADO en 1930. Libro Carlos Castañeda. Drogas, brujería y poder personal de Andrés García Corneille; El siglo de las drogas del sociólogo Luis Astorga. Informe Mundial sobre las Drogas 2016 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Real Academia de la Lengua Española (RAE). Portales: National Institute on Drug Abuse y Programa Compañeros A.C.