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Texto y foto actual: Gamaliel Valderrama
Diseño Web: Miguel Ángel Garnica
Las modernas son más estilizadas y pequeñas, cuentan con pantallas de última generación, además se empotran en la pared, lo mismo aceptan efectivo que tarjetas, guardan miles de archivos de música en discos duros o se conectan a la “nube” para reproducir la canción deseada.
En las décadas de los 50 y 60 “las sinfonolas eran tan populares que usted podía encontrarlas donde quiera, estaban en tiendas, cantinas, pulquerías, loncherías, porque era un gran negocio. Imagínese, tuve la oportunidad de retirar las ganancias de varias máquinas con un cliente que las tenía trabajando en cantinas y pulquerías de la Lagunilla, porque su hijo sólo le entregaba la mitad de la cuenta. Cada quince días sacaba las monedas, la de menor ingreso juntaba casi 5 mil pesos, las mejores ganaban hasta 15 mil”, cuenta el señor Martín Melgarejo, quien desde hace casi 60 años se dedica a reparar sinfonolas.
Las hay aún de discos de vinil o compactos –aunque ya no se fabrican-, o bien, en versión digital con cientos de canciones de nuestros artistas favoritos, y las de última generación, las cuales se conectan a internet y tienen a su disposición una librería casi infinita de ritmos y géneros.
Don Martín todavía recuerda los precios para reproducir una canción: “antes por una canción pagabas 10 centavos, luego subió a 20 centavos y terminó en 50 centavos. Después se pagaba un peso por una selección de dos canciones, aumentó a 5 pesos tres canciones y actualmente se paga 10 pesos por tres melodías”.
Según el experto musical Jaime Almeida en su libro Un siglo de historia musical, la “historia de la sinfonola se remonta a 1877, cuando Tomás Alva Edison inventó el fonógrafo. Poco después, en noviembre de 1889, Louis Glass, un empresario californiano, compró una máquina de Edison, le acopló una ranura para monedas y la instaló en el Salon Palais Royale, de San Francisco”, California.
La novedosa idea de Edison fue recibida con gran aceptación y la adaptación de Glass resultó ser todo un éxito comercial, “docenas de bares y cantinas copiaron la idea y así surgió una nueva industria enfocada a capitalizar la naciente moda. Después apareció la primera sinfonola en Estados Unidos: la Automatic Entertainer, que en vez de utilizar los cilindros de Edison usaba discos de 10 pulgadas, ofrecía varias canciones y tenía un enorme megáfono”, relata Almeida en su libro.
El paso del tiempo es implacable y aunque hoy en día ya no existe el flujo de ventas de los años 50 y 60, todavía hay lugares donde se siguen escuchando sinfonolas clásicas, actuales, adaptadas y hasta piratas, afirma el señor Martín Melgarejo.
“Cuando trabajé en (la empresa) AMI de México, alguna vez acompañé al representante de ventas a realizar algunas entregas en el interior de la República. Las sinfonolas eran llevadas en camiones, al hacer una parada la gente veía las máquinas y se acercaban a preguntar por el precio, no faltaba quien sacaba el dinero y pedía que le dejáramos una o dos. El asunto era que esas ya estaban vendidas”, según el señor Melgarejo existió una época, en los años cincuenta y sesenta, donde se registraban ventas mensuales de hasta 200 máquinas nuevas, agregando las reconstruidas, que se vendían en todo el país.
Pocos fabricantes
Hoy en día la única marca mexicana que sigue fabricando sinfonolas es Arión, se encuentra en Guadalajara, Jalisco, una división de ATR dedicada al diseño, fabricación, distribución, exportación y operación de estas máquinas. Según Héctor Bulnes, director comercial de la compañía mexicana con 26 años de existencia, las ventas de sus productos han bajado, hace 10 años “se llegaban a vender en un año entre 3 mil a 4 mil aparatos, hoy salen entre mil a 1,200 sinfonolas”, agrega que también el número de fabricantes y distribuidores es menor.
Martín Melgarejo explica que las bajas ventas que se registran de estos aparatos se deben en gran parte a la piratería. Otro conocedor de las sinfonolas es Marco Antonio Orozco, técnico especializado, quien durante 50 años los ha reparado, afirma que una saturación del mercado, el cierre de negocios como cantinas y el endurecimiento de requisitos para abrir este tipo de locales, son las principales causas. En tanto, Héctor Bulnes coincide con Orozco y agrega que la proliferación de negocios de “alitas o micheladas” no apuestan por la sinfonolas, sino por música reproducida desde Smartphones o computadoras.
Otra limitante es el precio, pues mientras una sinfonola moderna, con todos los permisos, alcanza un costo de 80 mil pesos y hasta los 150 mil, una hechiza cuesta 15 mil o 30 mil pesos. Según el señor Orozco este tipo de aparatos, las hechizas, no tienen el rendimiento esperado, se calientan, la música no es original y por tanto es de mala calidad en la mayoría de los casos. Para Bulnes, los aparatos piratas no tienen comparación, pues las originales tienen tecnología de punta, aceptan billetes, monedas y tarjetas para realizar los pagos y las actualizaciones del catálogo musical pueden hacerse vía internet.
Sobre la protección y derechos de autor, el señor Orozco apunta que las sinfonolas tienen un sistema que impide se cargue música pirata, además que son los técnicos especializados los encargados de actualizar los catálogos. Héctor Bulnes señala que la música con que se “carga” cada aparato está “encriptada, lo que asegura que las melodías son legales”.
Las máquinas originales tienen números de serie y están registradas. Para operarlas en negocios o lugares públicos se tienen que pagar impuestos por derecho de ejecución, apunta Marco Antonio Orozco, agrega que el organismo encargado de que las sinfonola cumplan los requisito para su operación es la Sociedad Mexicana de Productores de Fonogramas, Videogramas y Multimedia (Somexfon), misma que hace la recaudación, a nivel nacional, de las regalías por el uso público de música grabada del catálogo que representa.
Las clásicas de ayer y hoy
En 1958 Martín Melgarejo comenzó a trabajar en la Automatic Musical Instruments o Rowe/AMI de México, una fábrica que armaba sinfonolas en la Ciudad de México. En sus inicios se desempeñó como ayudante general y después de varios años logró ser el jefe del departamento de armado y mantenimiento.
Don Martín trabajó en dicha fábrica durante 20 años, luego se convirtió en técnico independiente, lo que le permitió visitar varios lugares del país. Donde había alguna sinfonola que arreglar, él acudía al llamado. Lo ha hecho así desde entonces y hasta la actualidad.
Marco Antonio Orozco, otro técnico especializado en sinfonolas con 50 años de experiencia, explica que los problemas más comunes en los aparatos clásicos están relacionados al sonido, por bulbos quemados, la selección de canciones, debido a fallas en teclado; en las modernas, la falla más común presenta en el sistema operativo. Por servicio, estos especialistas cobran entre 500 y 600 pesos, sin incluir piezas. Hace unos 30 años el servicio tenía un costo de 80 pesos, apunta Marco Orozco.
Según Marco Antonio Orozco, son pocos los técnicos que especializados en sinfonolas clásicas, hoy son 6 técnicos, 4 en activo y 2 retirados, todos ellos de la Ciudad de México. Hace 25 años eran unos 80, dice con resignación.
A la fecha, don Martín Melgarejo conserva muchos clientes de antaño, algunos han actualizado sus aparatos, otros conservan los viejos y algunos más son coleccionistas que atesoran sus sinfonolas con discos de vinil. De esos clientes, a los que les gusta escuchar el sonido del tocadiscos, el señor Melgarejo tiene varios en la Ciudad de México.
“Hay personas a las que les gusta tenerlas en un especio espacio específico de sus casas, junto a sus cantinas, en sus salas de juego, de esos clientes tengo varios. Conozco un despacho de abogados que tiene una sinfonola pequeña en sus oficinas, clientes y trabajadores ponen música, no necesitan poner dinero porque dejé programada la máquina con crédito abierto”, explica.
Pero, ¿qué tipo de música escuchan en estos aparatos de antaño?. Según el señor Martín, varios de sus clientes afirman que “una sinfonola sin discos de Pedro Infante, Javier Solís, José Alfredo Jiménez y Jorge Negrete, no es sinfonola”. Sin embargo, Melgarejo sostiene que tampoco puede faltar música de los Tigres del Norte, Vicente Fernández, Antonio Aguilar, las Sonoras Matancera y Santanera, Paquita la del Barrio, y en las pulquerías no podían faltar melodías de las Jilguerillas, las Hermanas Huerta, las Palomas. Otras piezas que no podían faltar en una colección eran la de los tríos como: los Panchos, Diamantes, Tecolines, Tres Ases y Tres Reyes.
Con capacidad para 100 discos de vinil y hasta melodías de la “nube”
De esas viejas sinfonolas, el técnico especialista Marco Antonio Orozco apunta que las máquinas que utilizan discos de 45 revoluciones, tienen capacidad para 50 y 100 vinilos; en tanto para acetatos de 78 revoluciones, los aparatos tienen capacidad para 6, 12, 20, 24 y hasta 48 discos.
Por otro lado, los dispositivos que utilizan discos compactos tienen capacidad de hasta 100 discos. Como dato curioso, cuenta el señor Orozco, las primera sinfonola de “compactos” que llegó a México era híbrida, combinaba 100 vinilos de 45 revoluciones y 12 discos compactos. La Sinfonolas modernas pueden contener miles de álbumes de música, por ejemplo, la de la marca Arión lleva cargada de fábrica hasta 38 mil títulos.
En un recorrido hecho por EL UNIVERSAL se constata que aquellas populares máquinas que se encontraban en casi cualquier negocio, hoy en día es más difícil ubicarlas. Sin embargo, se pueden observar en taquerías, como la del señor Pablo, en el oriente de la capital. Su diseño es peculiar, asemeja a un teléfono inteligente. “Mi papá tenía una cantina, mi hermano aún la conserva, y siempre ha habido una rockola, por eso yo tengo una en mi negocio, me deja buena ganancia, no me quejo”, afirma el taquero.
Sobre la música que más se toca o es elegida por la gente, el señor Pablo afirma que son las de banda. “Lo que pasa es que mucha gente llega, sobre todo de madrugada, después de la fiesta y quiere seguir escuchando música, yo tengo música en el negocio, pero la gente quiere la suya, por eso le echa a la rockola. En la semana también ponen sus monedas, ahí la cosa es más variada. No hay mucha distinción entre la gente que usa la rockola, lo mismo son muchachos y gente mayor, pero los más grandes a veces no encuentran cómo funciona”.
“Hoy todo ha cambiado, me asombra que todavía la gente joven quiera tener una rockola clásica, no sé a qué se deba, podría ser por afición, pero lo que sí podría decirle es que las personas que las arreglan y las conocer de tanto tiempo como yo, seguramente ya no estaremos para repararlas”, sostiene Martín Melgarejo, por su parte Marco Antonio Orozco afirma que “no hay escuela para reparar sinfonolas clásicas. A los chavos de hoy no les gusta, no les interesa y tampoco es un campo muy amplio de trabajo”.
Fotos antiguas: Archivo EL UNIVERSAL y Enciclopedia Seis Siglos de historia gráfica de México 1325-1976 de Gustavo Casasola.
Fuente: Entrevistas con Martín Melgarejo, Marco Antonio Orozco, Héctor Bulnes, director comercial de ATR. Un siglo de historia musical de Jaime Almeida.