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Texto y fotos actuales: Miroslava Callejas
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
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El Eje Central “Lázaro Cárdenas” es una de las avenidas más emblemáticas y extensas de la Ciudad de México, que corre desde Churubusco y División del Norte hasta la avenida de los Cien Metros atravesando el corazón de la ciudad: El Centro Histórico. Al llegar a esta altura del Eje, prácticamente, todo se convierte en una gran plaza comercial llena de puestos ambulantes.
Ahí se puede encontrar y hacer de todo. Desde reparaciones de celulares hasta comer pizza o un churro, comprar todo lo relacionado con la tecnología que se nos ocurra: cargadores, programas para computadoras, electrónicos, etc. hasta encontrar esos accesorios de “moda” que van desde los 10 hasta los 200 pesos (si ya se quieren cosas más nice). El Eje Central, sin duda, es el punto de referencia de shopping de aquellos consumidores que buscan en la piratería la respuesta a sus necesidades.
Sin embargo, no siempre fue así. Existió una época en la que citarse en este lugar significaba ir al cine a ver los últimos estrenos o ir por un café. Era de transitar día y noche sin peligro alguno, inclusive si se corría con un poco de suerte, uno se podía encontrar al mismo Marco Antonio Muñiz.
Pero el Eje Central tampoco se llamaba de esa manera. En su historia ha sufrido cambios con su nombre. Antes de que en la ciudad comenzará el auge de los ejes viales, cada calle tenía su propia identidad y el Eje Central no fue la excepción, éste se dividía en nueve secciones llamadas Ajusco, Panamá, Niño Perdido, San Juan de Letrán, Ruiz de Alarcón, Aquiles Serdán, Leyva, Santa María La Redonda y Abundio Martínez
En la zona centro cruzaban tres calles diferentes: Niño perdido, que corría desde la colonia Portales hasta la fuente de Salto de Agua; San Juan de Letrán, que abarcaba lo que hoy es José María Izazaga a Madero, y Ruiz de Alarcón, que iba de Madero a la calle de Tacuba.
Tanta nomenclatura, de repente, no resultó muy claro para los capitalinos. “Antes se llamaba Niño perdido y después se llamó San Juan De Letrán por el metro”, nos comparte Juan, bolero de Eje Central, en entrevista con EL UNIVERSAL.
Por su parte, Juan Carlos Banda, paseante del Eje Central nos cuenta: “Niño perdido abarcaba desde Izazaga hasta la Portales, San Juan De Letrán iba desde este lado (Izazaga) hasta Garibaldi”. Incluso hubo gente a la que el nombre le parece ajeno: “Llevo tres años por aquí y no sabía que antes se llamaba San Juan De Letrán, mi referencia es el metro”, nos comenta el oficial A. Román al preguntarle si sabía el nombre anterior de la avenida.
A pesar de las confusiones, San Juan De Letrán era la calle más reconocida. Ahí se conjugaba los puntos culturales más importantes de la ciudad y se había convertido en una de sus partes más cosmopolitas. Hubo una época que ir a pasearse por esta calle representaba ir al corazón de la modernidad mexicana con sus cines, sus hoteles, sus teatros y el primer rascacielos de la ciudad. San Juan De Letrán significaba progreso y belleza, pero ahora la realidad dista mucho de esta imagen.
La calle letrada
Cuando supe por primera vez que San Juan De Letrán había sido una calle fue en una crónica del escritor mexicano José Joaquín Blanco. Su relato llamado “La calle de San Juan De Letrán” describía cómo había sido la transformación de este lugar, que había pasado de ser “el ombligo de la luna” a una avenida en dónde “la prole” se concentraba entre ruidos, codazos y comercio informal.
Ahí me quedó claro que la calle cambiaba de manera constante. Su existencia se remite desde la época colonial. Fue nombrada así por el Colegio San Juan De Letrán que se encontraba a la altura de lo que hoy es Madero y Venustiano Carranza. Fue la primera escuela de “primeras letras”; es decir, de educación primaria que se fundó en la Nueva España. En un principio estaba dedicada a la instrucción de los mestizos, pero también admitieron a criollos e indios.
Entre las décadas de los veinte y treinta del siglo XX, San Juan de Letrán empezaría a colocarse como el epicentro del urbanismo y la cultura. El centro topográfico de la capital, que durante siglos se aferró al Zócalo, comenzaba a desplazarse hacia el poniente colocándose en el primer cuadro de la ciudad, dando pie que San Juan De Letrán se volviera una particular receptora de este movimiento.
Por el lado cultural, la fundación de un sinnúmero de establecimientos como cines y teatros, entre ellos el emblemático Cine Teresa, el Princesa, Cinelandia, San Juan de Letrán, el teatro de Bellas artes y el emblemático Blanquita; los cafés, como el legendario Moro o el extinto Súper leche empezaron a formar parte de la cotidianidad de esta calle. Además muchos exiliados españoles de la guerra civil encontraron aquí un refugio, reforzándola como un barrio de encuentro cultural.
Además muchos artistas comenzaron a mudarse a la calle de San Juan de Letrán porque las instalaciones de la XEW se encontraban relativamente cerca, en la calle de Ayuntamiento. “Era cotidiano ver toreros, luchadores, cantantes caminar por aquí. En muchas ocasiones me encontré a personalidades como al Kid Azteca o a Javier Solís”, nos comparte Juan Carlos Banda frecuente visitante de San Juan de Letrán en entrevista con EL UNIVERSAL.
Pero también San Juan De Letrán se había convertido en un lugar de “coto popular” en donde la gente podía hacer casi cualquier cosa. Inclusive la calle se inventó hasta su propio verbo “sanjuanear” que se refería a irse de compras, divertirse en los teatros o en los cines, tomarse la postalita instantánea con aquellos fotógrafos ambulantes que se dejaban ver con sus enormes cámaras o hasta irse a “ligar” o a comprar fotos o revistas pornográficas.
Por la parte urbanística, al inicio de los treintas la Ciudad de México emprendía un ambicioso proyecto urbanístico que consistía en la construcción de grandes avenidas que servirían como un lazo de estímulo a la economía y al turismo. San Juan de Letrán estaba en la mira de este proyecto para convertirse en la avenida más grande de México y de América Latina.
Para este propósito se tenía previsto que las avenidas debían ser completas, eficientes y además las más bellas y elegantes. El trazo general consistía en la apertura, alineación o creación de grandes ejes: el eje Norte-Sur, el Oriente-Poniente y los bulevares de circunvalación interior y exterior.
San Juan de Letrán iba a ser nombrado el Eje Norte-Sur, que cruzaría la ciudad y se convertiría en la avenida más larga y la de mayor importancia, trazada similarmente a los grandes bulevares estadounidenses. La propuesta era que se ampliara a un ancho de 35 metros de paño a paño de construcción. Se extendería en el sur por Niño Perdido, el Río de la Piedad hasta unirse con el camino a Cuernavaca. En el norte, su extensión sería hasta Tlalnepantla.
El proyecto comenzó y ahí nació una nueva forma de configuración de la ciudad, incluyendo a sus expresiones más inadmisibles como el paso subterráneo que se construyó en 1931 sobre San Juan De Letrán en la esquina con la Av. 16 de septiembre a tres metros de profundidad o la demolición de importantes recintos históricos para la ampliación de la calle como el mismo Colegio que le dio nombre a la calle, el templo y convento de Santa Brígida y la capilla del Divino Salvador.
San Juan De Letrán también estaba a la vanguardia en las grandes construcciones. En 1932 se inaugura el primer “rascacielos” con el que la Ciudad de México adquiriría la forma de una urbe que se integraba al mundo: La Nacional, que tenía trece pisos y se encuentra ubicado en la esquina de San Juan De Letrán y Av. Juárez. También los hoteles empezaban a desplazarse hacia esta zona por su cercanía a la Alameda Central y la Avenida Juárez.
No obstante, San Juan de Letrán mutaba continuamente y los setentas lo alcanzaron. El “ombligo de la luna” iba decayendo y el comercio informal lo invadía poco a poco, pero aún conservaba un espíritu pintoresco que no lo entregaba totalmente al mundo mercantil. Tanto los escritores José Emilio Pacheco como Elena Poniatowska describieron esta rara transición.
“San Juan de Letrán […] huele a tacos de canasta y de carnitas, a tortas compuestas, tepache, jugo de caña, aguas frescas, lámparas de kerosen, perfume barato, líquido para encendedores, dulces garapiñados, papel de periódico y revista, de librito de versos de Antonio Plaza y novelita pornográfica. Es imposible caminar rápido porque la acera se encuentra atestada por los que no tienen trabajo o acaban de llegar del campo y toman fotos instantáneas, pregonan billetes de lotería, venden toques eléctricos” describía el autor de “Las batallas en el desierto” a la calle de San Juan De Letrán.
Por su parte, Elena Poniatowska en su crónica “San Juan De Letrán: La calle de los ángeles” detalla de cómo ella percibía la calle, “me preguntan cómo me puede gustar una calle tan fea (…) bajaba a la avenida para levantar los ojos de azoro ante la Torre Latinoamericana, ir al Sanborn’s de los azulejos y comprar chocolates rellenos en Lady Baltimore” y los personajes que en él se encontraban “(Ahí) entre en contacto con los vendedores y conocía al hombre de los toques”, refiriéndose a aquellos hombres que llevaban una caja ofreciendo pequeñas descargas eléctricas.
Inclusive el cantante Sergio Esquivel le escribió una canción de los usos y costumbres que pululaban por la calle San Juan De Letrán.
El cambio estaba a la vuelta de la esquina, la calle que había sido un punto de evolución urbanística empezaba a transmutarse como un espacio conglomerado de comercio informal y con ello el cambio de su nombre. Hank González, aquel regente que “nos quitó todo, menos nuestra rabia”, en 1978 decidió unificar esta avenida: El Eje Central “Lázaro Cárdenas”.
Pero durante el sismo de 1985 recobró la identidad de San Juan De Letrán por un instante. Durante la narración histórica del periodista Jacobo Zabludovsky, que realizó desde el teléfono móvil de su auto sobre el estado de la Ciudad de México ante el desastre natural, siempre nombró la avenida como San Juan De Letrán y no como Eje Central, evocando la memoria de aquella calle que se encontraba en ruinas.
San Juan de Letrán a Eje Central: La utopía de vivir de noche
Actualmente, el tramo que antiguamente abarcaba San Juan De Letrán luce muy diferente a su época dorada, incluso los usos y costumbres cambiaron radicalmente. Una de los cambios más notorios fue la seguridad. “Esto era una romería día y noche, uno podía caminar tranquilamente, no que ahora hasta se meten a robar con arma en mano a los locales” nos comparte Juan Carlos.
Por su parte Yolanda Santoyo, voceadora de Eje Central en entrevista con EL UNIVERSAL, nos dice: “Antes era más tranquilo, uno podía caminar de noche pero ahora ya no, el eje es más peligroso. Este puesto era de mi tío y lo abría toda la noche porque había una cantina aquí cerca y se quedaba a vender, incluso había ocasiones que se dormía aquí y no pasaba nada, ahora es imposible hacer eso. En una ocasión me tocó que aquí enfrente de mi puesto se pelearan con una pistola”.
Celso Pérez, organillero, también enuncia su inconformidad ante la inseguridad “Antes vivía en la Peralvillo y me iba caminando del cine Teresa, que frecuentaba bastante, hasta mi casa y no me pasaba nada, ahora es bastante peligroso hacerlo”.
Otra de las cosas que se añoran de aquellos años es el medio de transporte. “Antes pasaban las micros por aquí no que ahora sólo pasa el trolebús y uno tiene que caminar a la parada”, nos dice Yolanda sentada en su puesto de periódicos. “Había más transporte e iba para todos lados”, comenta Juan. Por otra parte, Aristeo Hernández, paseante del eje, explica que siente que hay más medios de transporte para moverse en Eje Central “Esta el trole y más para allá el metrobús, hasta en bici y bicibús se puede mover por aquí”.
El comercio informal también es una de las grandes problemáticas de la calle. “Era imposible caminar por la banqueta por el número de ambulantes que había. Después vinieron a quitarlos y ahora hay un montón de policías”, nos dice Aristeo.
Pero aún en el aire se conserva la nostalgia que dejó San Juan De Letrán “Hace como 25 años se organizó un pequeño evento de música con marimbas. Fueron como dos años consecutivos en el día de San Juan el 24 de junio”, nos dice Yolanda al preguntarle que vivencias le había aquella calle en la que había sido durante cincuenta años voceadora.
“A mí me gustaba mucho ver a las muchachas que se vestían muy bien y venían a pasearse por aquí en San Juan de Letrán”, nos platica Juan Carlos. “Además venía a jugar mis “cascaritas”, podía caminar bien a gusto. Me gustaba mucho venir al cine y a comprar ropa y zapatos. De verdad todo era muy bonito por aquí”.
De “la viva y venenosa calle de San Juan De Letrán” que describía el poeta Efraín Huerta sólo queda la estación de la línea ocho que le da el nombre. Sus cines, sus cafés, sus teatros se han ido transformando en plazas tecnológicas y en locales diversos. De aquella calle sólo queda el recuerdo del verbo “sanjuanear”. San Juan De Letrán pasó de ser “El ombligo de la luna” a Eje Central “el ombligo del comercio informal”.
Fotografías antiguas: Archivo El Universal y Colección Villasana-Torres
Fuentes: Enciclopedia temática de la delegación Cuauhtémoc Vol. 2. “San Juan De Letrán” de Alejandra Escudero ponencia leída en el Segundo Encuentro de Cronistas del Distrito Federal y Zonas Conurbadas, marzo 2006. Biblioteca Web de la UNAM. “Nostalgia por San Juan De Letrán” de Héctor de Mauleón en El Universal, 1 de enero de 2006. “La calle de San Juan De Letrán” de José Joaquín Blanco en Función de medianoche. “San Juan De Letrán: La calle de los ángeles” de Elena Poniatowska en Fuerte es el silencio.