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Texto: Uriel Gámez, Gamaliel Valderrama y Magalli Delgadillo
Diseño Web: Miguel Ángel Garnica
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La escultura ecuestre del Rey Carlos IV, conocida popularmente como “El Caballito” fue creada por el arquitecto y escultor español Manuel Tolsá e inaugurada en 1803. Originalmente estuvo en el centro del Zócalo capitalino, y tras la Independencia fue llevada al patio de la antigua Universidad a fin de protegerla y evitar su destrucción. En 1852 fue trasladada a la llamada Plaza de la Reforma, en el cruce del Paseo de la Reforma y las avenidas, Juárez, Bucareli, Ejido (actual Avenida de la República) y la calle de Rosales; fue en aquella época que adoptó el nombre de la Plaza del Caballito o Glorieta del Caballito.
La aristocracia porfiriana construyó varias residencias en las inmediaciones de la estatua, que dotó de vida y personalidad a la zona. Al paso del tiempo, las antiguas casonas fueron demolidas para levantar edificios y rascacielos, como el de la Lotería Nacional, que se conserva hasta hoy. El célebre Caballito fue retirado de aquel emblemático sitio en 1979 y ahora engalana la Plaza Manuel Tolsá, en la calle de Tacuba, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
El traslado de El Caballito a Tacuba ocurrió el soleado domingo 27 de mayo de 1979. El Caballito, después de 127 años de vigilar el cruce de Paseo de la Reforma y Bucareli, dejó atrás su morada, en un movimiento festivo y al medio día.
Con “precisión cronométrica” el traslado duró apenas 120 minutos durante el cual “miles y miles de habitantes de la metrópoli que se lanzaron a la calle, acompañaron al popular Caballito hasta su nueva ubicación”, relata EL UNIVERSAL en la cobertura que le dio al hecho.
En su portada, El Gran Diario de México destacaba una serie fotográfica del traslado, además señalaba que la operación había tenido un costo de tres millones de pesos. Sobre el ambiente, las notas apuntaban que el centro de la capital era una “romería popular”, los más pequeños observaban el suceso con “regocijo”, mientras que la “gente de edad” derramaba lágrimas con cada estrofa de Las Golondrinas. En tanto, una vanguardia conformada por “caballos y jinetes –charros y granaderos-–”, escoltaba con marcialidad “al equino de bronce”.
Conforme a las notas, la estatua ecuestre de Carlos IV empezó a ser levantada a las 12:02 horas por dos grúas de 60 toneladas cada una. “El Caballito” no se veía, estaba protegido por una “caja de vigas de acero y tapada totalmente por 70 millones de pequeñas bolsitas blancas que servían como amortiguador”. A las 12:10 “la parte más crítica del traslado había concluido: la efigie se encontraba sobre el remolque de madera”, pero después vino una espera de 30 minutos, sin una razón aparente, y a las 12:40 la escultura comenzó su trote.
“Cilindreros en las aceras, orquestas, bandas, conjuntos de jarochos, (…) vehículos repletos de chiquillos, (…) gente de todas las edades escoltaba la estatua. (…) Para las 13:30 horas, frente a Bellas Artes, la multitud era incalculable y seguía la algarabía y el festejo. (…) Había desorden –pero desorden sano, sin problemas–”, se relataba en la nota.
“A las 14 horas en punto”, otra grúa descargó la estatua frente al Palacio de Minería. Pero antes de colocarla en su pedestal se posó en un lugar provisional en donde se le daría mantenimiento, pues había que “soldarle la pata trasera izquierda, muy deteriorada; parcharle un agujero que tiene en el torso, producido por un balazo”. “Así terminó, a las 14:10 horas, un momento histórico en la vida de la gran ciudad”, remataba la crónica.
2013, cuando se dañó de forma “irreversible” en un 50%
En septiembre de 2013, un grupo de ciudadanos dio a conocer a través de las redes sociales el daño que había sufrido El Caballito luego de llamarlo una agresiva restauración, al mes siguiente, en octubre, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) daba a conocer un dictamen en el que afirmaba que la estatua ecuestre de Carlos IV había tenido “daños irreversibles”, resultado de la supuesta restauración a la que había sido sometida un mes antes.
La nota de inmediato causó polémica en los medios de comunicación, pues se trata de una escultura emblemática de la ciudad de más de 200 años, esculpida por Manuel Tolsá, y que a decir de especialistas, incluso había sido escondida después de la guerra independentista para que no fuera dañada por su relación con España. Hoy esta estatua ecuestre de Carlos IV emblema y referente por muchos años del cruce de Reforma y Bucareli y luego de Tacuba, había sido dañada por un gran descuido y desconocimiento.
Aquel dictamen del INAH del 2013 afirmaba que la escultura se había dañado hasta en un 50% y no en un 35% como se estimó al principio, por los escurrimientos y manchas en numerosas áreas de la estatua a causa de la aplicación de ácido nítrico, mismo que dañó la primera capa protectora que tenía y una parte de metal de la aleación de bronce que la conforma.
El INAH en su dictamen denunció y calificó como una práctica “sumamente agresiva” el tratamiento que tuvo la figura y que antes de esta intervención se registraron irregularidades administrativas por parte del despacho Marina Restauración de Monumentos y de las autoridades del centro histórico que lo contrataron, pues esta maniobra no estaba autorizada por dicho instituto y que después fue cuando se intentó obtener el permiso de forma extemporánea y con documentos incompletos.
Ese mismo día, autoridades del centro histórico dieron a conocer un boletín en el que aseguraban que la estatua de El Caballito podría volver a estar en óptimas condiciones, según aseguraban sus propios especialistas.
En abril de 2016, EL UNIVERSAL publicó una nota respecto a que la Secretaría de Cultura federal anunció que los trabajos de rescate quedarían a cargo de especialistas del INAH con asesoría de instituciones extranjeras y universitarias.
Para octubre de 2016 en el seguimiento realizado por esta casa editorial se publicó otra nota anunciando que para mayo o junio de 2017 la estatua tendría una nueva piel de color verde oscuro, tomando en cuenta el color verde-marrón que le dio su autor Manuel Tolsá hace más de 200 años, según informaba la directora de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, Liliana Giorguli.
La directiva afirmaba que el proceso de rescate durará siete meses y tendrá un costo de 5.5 millones de pesos, cantidad que se suma a los 2 millones que se gastaron en la primera etapa que consistió en la valoración de los daños. En total, el costo de la recuperación saldrá en 7 millones y medio de pesos, aportados por el gobierno capitalino.
En aquella nota, la directora Giorguli dijo que el gran reto de los restauradores sería dar unidad visual a la escultura, pues hoy luce de varios colores y que una vez terminados los trabajos El Caballito será sometido a constantes monitoreos y que se elaborará un manual de conservación especial para futuras intervenciones.
En este espacio donde rescatamos historias, anécdotas de monumentos, edificaciones, zonas, personajes y oficios deseamos que se cumplan con éxito las previsiones de rescate de esta escultura, uno de los símbolos de la capital de más de 200 años, y que sirva de lección para que los tratamientos posteriores, no sólo de esta estatua, sino de otros monumentos y edificaciones históricas se realicen con más responsabilidad, conocimiento y respeto al patrimonio histórico de nuestra ciudad.
Fotos antiguas: Colección Carlos Villasana-Torres y Archivo EL UNIVERSAL.
Fuentes: Archivo hemerográfico de EL UNIVERSAL de mayo de 1979. EL UNIVERSAL de septiembre y octubre de 2013 y octubre de 2016.