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Texto: Magalli Delgadillo
Fotos actuales: Erika Bribiesca
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
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En los tiempos del Rey Felipe V, por los años 1700, en México la vigilancia de los padres a los novios era extrema. Esto provocó que los enamorados crearan un sistema de comunicación a través del abanico y pañuelo.
Por ejemplo, cuando las damas se pasaban el abanico por un lado opuesto significaba que no tenía novio. Si este femenino elemento estaba medio abierto, se aceptaba la relación; abrir despacio este instrumento significaba era igual a un "tengo novio"; cuando la mujer se abanicaba y fijaba la mirada, era una cita segura; ellas contaban cierto número de las varillas del artefacto para acordar la hora del encuentro. ¡Cuidado! Si cerraban o apretaba el abanico cuando tenían celos.
Y aunque resulte difícil de creer: ¡Antes también te mandaban a la friendzone! Esto ocurría cuando la dama cerraba de un solo golpe su abanico, pues representaba desdén.
Por su parte, el pañuelo, si ella quería al joven, lo apoyaba en la mejilla derecha; si no lo quería, en la izquierda; enrollarlo en la mano derecha significaba "amo a otro"; si lo guardaba en el bolsillo era como decir “olvídeme”.
Los hombres se ponían el pañuelo en el cuello como señal de que volverían pronto; pero si él se limpiaba la cara con él era un “tengo celos”; el “tengo que decirte algo” era mostrado al poner el pañuelo en la oreja izquierda.
Pero a todo esto, ¿qué son las buenas costumbres? Cualquier cosa la cual dañe la moralidad es contrario a las buenos modales. Estas se refieren a el conocimiento y “la práctica de las leyes que la moral prescribe” para vivir en paz y armonía en sociedad, según Manuel Antonio Carreño. Estas reglas son dirigidas para hombres, mujeres y para todas las clases sociales. El objetivo es ser mejores personas.
Además, menciona: “los gustos e inclinaciones de los demás, no es otra cosa que la virtud misma deponiendo un tanto la austeridad de su carácter. No es otra cosa que la decencia, moderación y oportunidad en nuestras acciones y palabras, y aquella delicadeza y gallardía que aparecen en todos nuestros movimientos exteriores, relevando la suavidad de las costumbres (…)”, según Manuel Antonio Carreño.
Los buenos modales comenzaban por el vestuario
La moda para Manuel Antonio Carreño debía vincularse con la moral y adaptar la conducta a las reglas de comportamiento de la sociedad, de acuerdo con el Manual de urbanidad y buenas costumbres para el uso de la juventud de ambos sexos. Precedido de un tratado sobre los deberes morales o Manual de Carreño.
En el siglo XVIII o XIX, entre las jóvenes que asistían a las fiestas era imposible de imaginarlos escotes, por ello usaban guantes tan largos que llegaban al hombro —tenían que ocultar la piel, si el vestido no tenía mangas—, de lo contrario, se tomaba como “coquetería”. Ahora, esto último es lo más buscado.
La moda “decente” había sido impuesta en 1880. Se convirtió en reglamento en publicaciones de “‘Usos, costumbres y reglas’, a las cuales las damas y caballeros se ajustaban RIGUROSAMENTE”, según la citada colección.
De acuerdo con el Manual de Carreño, el concepto de urbanidad es “el conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás la benevolencia, atención y respeto que les son debidos”.
Marisa Zannie, editora del suplemento Vip de EL UNIVERSAL, comenta que una manera de respetar es seguir el protocolo establecido respecto a la ropa. Si vas a una boda, no puedes asistir con un pantalón de mezclilla, sino con un vestido largo.
Además, menciona que la elegancia está relacionada con la armonía en los colores, los materiales y la correspondencia del outfit con el evento. Un elemento de la elegancia es el lujo, es decir, portar ciertos accesorios o prendas de buenos materiales sin ser llamativos. Esto debe tener como objetivo complementar o realizar un buen acompañamiento.
En los años de 1700, los jóvenes de la época, conocidos como “Los currutacos”, “Los Pisaverde”, “Los Dandy”, “Los Lagartijos” se vestían con elegancia para salir. Usaban saco cruzado con chaleco de fantasía, corbata de moño, camisa almidonada, zapatos de charol, guantes, bastón y sombrero en cualquiera de sus modalidades. “Desde muy temprano se colocaban en los atrios de los templos para presenciar la entrada y salida de misa: después se dirigían al Paseo de la Alameda, o Chapultepec (…) para presenciar el tradicional paseo. Para terminar el día iban a las tandas del Teatro Principal o alguna fiesta social”, según dice Gustavo Casasola en Seis siglos de historia gráfica de México.
En las fiestas actuales, dependiendo de la celebración y lugar, las personas portan cierto tipo de ropa: informal, casual o etiqueta. Antes, la mayoría de los atuendos eran elegantes: grandes vestidos, sombreros, paraguas…Parecía como si las damas tuvieran eventos importantes todos los días. El ajuar de las damas debía mostrar respeto y elegancia. Sus vestuarios eran largos, ampones, aglobados en la parte de los hombros o antebrazos y con varias decoraciones. Los olanes y moños no podían faltar. Esa era la moda del siglo XIX.
A pesar de llevar puesta tanta ropa debajo, las mujeres siempre lucían una estrecha cintura. El secreto era el corse. Algunos costaban $3.50, “el ‘extra droit’ $28.00. Los porta-bustos ‘cora’, ‘ninfa’ y ‘lili’ valían desde $1.50 hasta $2.25”, de acuerdo con la colección Gustavo Casasola (1325-1976).
Por su parte, los hombres no debían usar smoking en las grandes reuniones, sólo frac —atuendo de gala usado en celebraciones elegantes realizadas de noche y en espacios cerrados—; portaban corbatas de acuerdo a la ocasión: blanca si era de noche, negra para el día y de fantasía o color en las carreras o el campo. Si las fiestas eran en el día y durante verano, las camisas podían ser de color; si eran de noche, blanca y con diseño sencillo. Usaban sombrero de acuerdo a la época: durante el día, a partir del 15 de abril utilizaban sombreros redondos o de paja y desde el 1 de octubre en adelante, se acostumbraba el sombrero alto después de mediodía.
Ahora —la mayoría—, sólo en ocasiones especiales las personas usan ropa de “etiqueta”, la cual es definida por Manuel Antonio Carreño como “parte esencialísima de la urbanidad. Dase este nombre al ceremonial de los usos, estilos y costumbres que se observan en las reuniones de carácter elevado y serio, y en aquellos actos cuya solemnidad excluye absolutamente todos los grados de familiaridad y la confianza”.
Actualmente, las normas son distintas. A Andrea, una joven de 24 años, le gusta asistir a fiestas. Menciona que la manera de invitar, a veces, determina el atuendo a utilizar. No es lo mismo recibir una invitación de imprenta a realizar una llamada o mandar un mensaje. Si es una reunión “informal” utiliza algo cómodo como mezclilla, blusa y zapatos, incluso tenis; si es una celebración “casual”, quizá usaría un par de botas con mezclilla o algo negro, una chamarra de piel y blazer (saco); sin embargo, para un evento formal, usaría vestido largo o corto y zapatos de tacón.
Tania, una joven de 25 años, también considera que para situaciones informales utilizaría jeans, zapatos bajos o playera; si no es muy formal, puede agregarse un saco y se pueden incluir zapatos con tacón. Mientras que para fiestas formales, vestido (el color depende si es de día o noche).
La hora de la cena
De acuerdo con Casasola, “las grandes comidas de más de 20 cubiertos, no son de buen gusto, en casos excepcionales se sirve en pequeñas mesas”; debía evitar hacer ruido al masticar los alimentos o hacer gestos muy expresivos; “cuando se compre un regalo y le cueste caro, nunca le quite la etiqueta; así aumentará el valor del objeto”. Ahora, esto último es de mala educación.
¡El baile!
Hoy, a la mayoría de las personas no les agrada el reggaetón. Antes era el CAN CAN la música no aceptada. Respecto a esto, en la colección Gustavo Casasola se menciona: “continuamente, se decía que los bailes habían perdido su genuina alegría. (…) En esa época, los bailes eran muy honestos, las damas y los caballeros pulcramente vestidos, gozaban de las delicias de los vals, polka, los shottiss, las danzas, las cuadrillas (…)”. Actualmente, los gustos han cambiado. Y, algunos “malos modales” han sido aceptados y algunos “buenos”, están desapareciendo.
Imágenes antiguas: Colección Gustavo Casasola
Fuente: Colección Gustavo Casasola. Manual de urbanidad y buenas costumbres para el uso de la juventud de ambos sexos. Precedido de un tratado sobre los deberes morales. Entrevistas: Marisa Zannie, editora del suplemento Vip de EL UNIVERSAL, Andrea y Tania.