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Texto y fotos actuales: Gamaliel Valderrama
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
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Parece difícil imaginar escenas como estas en la actualidad; sin embargo, muchos de estos momentos los vivió don Arturo García Fernández, quien nació en la Ciudad de México en la década de los años treinta, tiene casi 80 años. Algunas de sus primeras memorias son del Lago Mayor cuando lo visitaba cada domingo con sus padres. “Puedo echar mis recuerdos atrás, yo creo que tenía unos cinco años cuando empecé a ir. Más adelante, unos cinco o seis años después, comencé a ir solo o con mi palomilla”, relata.
“Chapultepec era bonito, sigue siendo bonito, fue compañero de muchas cosas mías, desde niño hasta mayor”, sostiene don Arturo, quien desde pequeño, en los años 40 del siglo pasado, adoptó la tradición de asistir al lago, el bosque y las diferentes atracciones que se ofrecían para saciar sus horas de ocio los fines de semana, y hasta los días de clase que se iba de “pinta” con su “palomilla”.
De aquella época a la fecha, muchas cosas cambiaron dentro de este lago, aunque algo que quizás no se ha modificado, dice pensativo el señor García, “es el agua, siempre estuvo turbia, yo la recuerdo así, nunca fue cristalina. Pero había peces. La gente iba a pescar ahí. Comprábamos hilo y anzuelo, de chamacos buscamos lombrices o algo, le llamábamos pescar con línea. La gente iba con cañas de pescar, a sacar peces al lago”.
Según el libro Chapultepec Bosque de Lagos, la Junta Superior del Bosque de Chapultepec –creada a principios del siglo XX– cobraba 25 centavos por pescar en el lago, por hora y anzuelo. Actualmente está prohibido capturar peces y nadar.
En los años ochenta, la entonces Secretaría de Pesca desplegó un anuncio impulsando la pesca deportiva en el Lago Mayor de la primera sección del Bosque de Chapultepec, en el aviso se leía: "A ese mismo bosque, ahora remozado y reforestado, cada mañana, cuando el sol apenas sale, acuden presurosos decenas de pescadores deportivos que van desde un simple bote con una línea enrollada en él, hasta cañas de todas las marcas”.
“El objetivo era el Lago Mayor del bosque de Chapultepec, que en la actualidad, gracias a las siembras realizadas en él por la Secretaría de Pesca, ofrece a los aficionados a ese deporte, espléndidos ejemplares de carpa, algunos de los cuales se acercan a los 20 kilos. Sí, amigo nuestro, leyó usted bien: ¡20 kilos!”, según el anuncio publicado en la revista México Desconocido, en julio de 1982.
Otras de las cosas que se han modificado, abunda don Arturo García, es que los coches podían entrar al bosque. Recuerda que quienes iban al lago estacionaban sus grandes coches a las orillas. En la actualidad, los autos ya no entran.
Don Arturo recuerda sus años de adolescencia, cuando empezaba a “noviar”, dice, Chapultepec era una parada obligada. “Ya con la novia, iba a la calzada de los poetas, buscabas la sombrita. Ya más grande, cuando pude tener coche, los sábados y domingos era ir con el auto a ligar, para ir a seguir a las niñas. Era un ritual. Les decíamos ‘oye, no quieres subir, te vamos a dar una vuelta, ¿te invitó un helado?’ Chapultepec era para ligar. Las chavitas salían generalmente en grupos de dos o tres y nosotros en el carro siguiéndolas”.
La historia del Lago
Este lago tiene sus inicios en la época del presidente Porfirio Díaz. Corrían los primeros años del siglo XX y se comenzaban a preparar las diferentes actividades para festejar el primer Centenario de la Independencia de México, ante ello, Porfirio Díaz decidió cambiar la cara del bosque y convertirlo en un lugar de recreo. Según el libro Chapultepec Bosque de Lagos, “En marzo de 1900 comenzaron a construirse calzadas, fuentes, estanques, (…) reconstruyeron el invernadero y el parque zoológico. En 1901 empezaron las obras para la formación de un gran lago artificial que comunicaría con otro más pequeño a través de un canal”.
El lago principal se terminó en 1905, y dos años después se concluyó el estanque menor. El servicio de lanchas funciona desde la primera década del siglo pasado. En 1908 fue construida La Casa del Lago, ubicada a un costado del Lago Mayor, que en un principio albergó al Automóvil Club, hasta 1911; actualmente es ocupada por la UNAM como centro cultural.
En tanto, de Mauleón explica en su texto “El bosque del pasado”, publicado en EL UNIVERSAL, cómo la aristocracia porfirista abandonó el bosque, después de la inauguración hecha por el general Díaz en 1907: “Con la llegada del público, la aristocracia se fue del bosque para siempre […] y empezó la tradición de los pic-nic familiares de las clases medias, que andando el siglo XX también se fueron, para entregar el bosque, según la enumeración de Salvador Novo, a los soldados francos, las Penélopes solteras, los estudiantes retrasados, las abuelitas, las niñeras, los ciclistas desafiantes, los desempleados (…) y las parejas de novios que reman en el lago”.
El Bosque de Chapultepec es el bosque urbano más grande de Latinoamérica, tiene una extensión de 686 hectáreas, es más grande que el bosque de Central Park (341 hectáreas), en Nueva York, Estados Unidos, y está dividido en tres secciones.
Según el libro Memorias: Dirección General de bosques urbanos y educación ambiental, de la Secretaría del Medio Ambiente, la primera es la más vieja, ahí se encuentran el Castillo de Chapultepec, el museo de historia El Caracol, lo que era la casa de los espejos, el Zoológico, los lagos y en sus límites la residencia oficial de Los Pinos, por mencionar algunos.
La segunda sección está dividida de la primera por el Periférico y fue inaugurada en 1964; en ella se encuentran otros dos lagos, La Feria, el Papalote Museo del Niño, el Cárcamo de Tláloc, entre otros sitios de interés.
La tercera sección fue estrenada en 1974, es la zona menos conocida y visita del bosque; sin embargo, es una zona importante de preservación ecológica para especies de flora y fauna, en 1992 fue declarada área natural protegida.
Con el paso de los años el deterioro del bosque de la primera sección comenzó a hacerse evidente, aunque ya había tenido algunas rehabilitaciones. En el año 2000, autoridades capitalinas señalaron que parte de los problemas se debía a un concepto erróneo de reforestación, ello sumado a otras presiones ecológicas, como el problema de la basura causado por los visitantes, con la consecuente contaminación de sus lagos y el aumento de la fauna nociva, lo cual generó graves complicaciones, por ello se ideó un Plan Maestro de renovación del bosque.
Luego de un diagnóstico hecho por el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad de la UNAM, se determinaron los problemas más urgentes por atender. Por ello fue que entre octubre de 2004 y junio de 2005 se implementó el Plan Maestro, que en su inicio atendió la primera sección, incluidos sus lagos.
El artículo “De cómo se rescató un bosque”, de la revista de divulgación científica ¿Cómo ves? De la UNAM describe el proceso: “El lago se dragó con un novedoso sistema que emplea un equipo llamado de ‘geotubos’, que sirve para recolectar y manejar de manera adecuada los lodos que se van extrayendo.
En el proceso se encontraron objetos insólitos: artículos que deben haber caído por accidente (como celulares y juguetes), ropa (exterior e interior), botellas de plástico modificadas para pescar y objetos asociados con la brujería, principalmente “amarres de amor” y muñecos trolls. Estos artefactos, cerca de 45 mil, fueron entregados para su estudio al Proyecto Arqueológico del Museo Nacional de Historia ‘Castillo de Chapultepec’”.
Sobre el hecho, el periodista Héctor de Mauleón escribió en 2013 en su columna de El UNIVERSAL, lo siguiente: “De su fondo emergió todo lo que los paseantes habían perdido o tirado desde los tiempos de don Porfirio: botellas, lentes, monedas, juguetes. Se pensó montar una exposición con todo aquello, pero el proyecto no fue cumplido. Si los basureros son yacimientos que describen a las sociedades, ahí estaba la otra historia del bosque”.
De “pinta” en el Lago
Arturo García ríe discretamente cuando se le pregunta por las famosas “pintas” en sus días de estudiante, cuando faltaba a clases por irse a divertir con la “palomilla”. Piensa un poco su respuesta, pero la sonrisa es evidente, recuerda alguna travesura juvenil. “¡Uy, no! Espérese. Cuando iba en secundaria la pinta obligada era a Chapultepec”.
“Rentábamos lanchas cuando nos íbamos de pinta. En esa época les dio por poner unas lanchas de hule grandes, como las que usa la marina. Nos agarrábamos unas guerras, con los remos nos echábamos agua de una lancha a otra, hasta salir empapados. Las guerras eran así: ¿Tú de qué escuela eres? Pues de la secundaria fulanita. ¡Pum! Órales”, recuerda el señor García.
Algunas de esas épicas luchas fueron consignadas por EL UNIVERSAL, por ejemplo la nota “Batalla Naval” en Chapultepec, publicada el 29 de marzo de 1964: “El lago del milenario Bosque de Chapultepec fue escenario de una chusca batalla ‘naval’ entre jóvenes que festejaban ayer al advenimiento de la Gloria –en semana santa– (…). Desde las 10 horas, las lanchas del lago fueron monopolizadas por nutridos grupos de muchachos que estaban dispuestos a todo, con tal de divertirse. Se hicieron infinidad de guasas y no hubo otro saldo que algunas lanchas hundidas, ropa sucia y mucha alegría, sobre todo entre los cientos de personas que observaron los lances de la batalla, desde terreno seguro”, se relata en el texto.
Don Arturo relata que en aquella década de los años cincuenta había tres tipos de lancha para rentar: la normal que costaba 50 centavos, la semi-india –que era un tipo de canoa– por 60 centavos y las de hule por 85 centavos. “Que esas eran como para meter a 10-15 cuates ahí. La balsa de hule era para echar ‘relajo’, ¡eran lanchones de hule!”, cuenta con ánimo don Arturo.
En 2016 las lanchas de remo siguen siendo un clásico del lago, pero ahora también hay lanchas de pedales, para una o hasta cinco personas y hasta embarcaciones en forma de cisne, la renta de éstas va de los 50 hasta los $100 pesos.
Un clásico por sí mismo, lago mayor de la primera sección se reinventa y desde 2014 se convierte en una enorme sala de cine al aire libre por las noches. Lanchacinema, la iniciativa por la que una lancha se convierte en butaca, comenzó a tomar fuerza y en 2015 las funciones de cine gratuitas se establecieron el primer sábado de cada mes.
La tradición de asistir al bosque y al lago de Chapultepec en familia persiste aun, asegura Juana Rivalle, quien ha sido locataria del bosque por 45 años. De lunes a viernes la afluencia se modifica para dar espacio a los más jóvenes, algunos en plan romántico y otros de “pinta”, “son puros novios y chamacos de la escuela, eso no ha cambiado”, comenta la vendedora.
Armando y Karen caminan tomados de la mano junto al lago, son una pareja joven, los dos tienen la misma edad, 17 años, tímidos confiesan que no es su primera vez en el bosque, pero sí lo es en el asunto romántico. Ambos han venido con sus familias en algún momento, y aunque no se fueron de pinta, dicen que su horario les permitió venir al parque.
De entre la poca gente que camina por el bosque entre semana resalta Dafne, lleva en su regazo un oso panda, se lo regaló el chico que la acompaña. Junto a ella está Jocelyn, quien confiesa sin pena haberse ido de pinta, “para Dafne es su primera vez de pinta, la mía no”. Los muchachos que las acompañan se adelantan para comprar unas bebidas, mientras, ambas dicen haber recorrido el bosque y lago con sus familias, pero los domingos.
En una banca frente al lago, la familia Martínez avienta trozos de pan a los patos. Antonio y Elizabeth tienen 8 años de casados y tienen una hija. Comentan que por sus trabajos, es entre semana cuando pueden salir, su pequeña hija los acompaña. Ambos recuerdan que durante su etapa de novios venían al bosque. “A veces nos dábamos una escapada los viernes paseábamos en lancha”, recuerda el señor Antonio.
Para la señora Tomasa Coyotl, quien vende palomitas a un costado del lago mayor, las cosas se han modificado, pues afirma que el número de paseantes disminuyó en los últimos años. Tomasa, quien desde los años ochenta ha comerciado diferentes productos, le atribuye el descenso de visitantes al acoso de vendedores, por ejemplo, al fotógrafo que hacia su agosto con las parejas que visitaban el bosque. “Les enjaretaban una foto, eran muy insistentes”.
En tanto, don Florencio, vendedor de artículos de bromas, trucos y máscaras de luchador, desde hace 40 años en el bosque, comenta que aunque el flujo de personas no ha variado mucho, sus ventas no son las mismas, han caído. Con nostalgia recuerda que uno de los productos típicos de este lugar ya no existe. “Teníamos una lanchita que se le ponía una velita prendida en una corcholata, se dejaba en el agua y caminaba. También algunos productos de broma ya no se venden, como el polvo picapica o la bromas de toques para mano”.
De lugar exclusivo a popular
El Bosque de Chapultepec no siempre fue un lugar para el disfrute popular. Si bien el área natural podía ser visitada por cualquier persona, no todos podían disfrutarlo al máximo. Así lo describe Jacobo Dalevuelta, en su texto “Los Paseos Campestres de la Ciudad de México”, publicado en EL UNIVERSAL ILUSTRADO el 23 de junio de 1921.
“Antes no era permitido ‘hacer un campito’ bajo los centenarios ahuehuetes del Bosque. Se cuidaba como a una niña enfermiza y solamente los grandes señores, los poderosos, podían gozar de los hermosos sitios de contemplación y de olvido. Para los que no teníamos la fortuna de ser ‘señores’ solo se nos toleraba vagar por las calzadas y avenidas sujetos a ridículo reglamento oficial. Hoy, venturosamente, las cosas han cambiado de aspecto. Los días de campo de Chapultepec, se suceden y cada domingo pueblan el bosque mayor número de familias. Y no es para menos. La belleza del lugar invita a quedar ahí muchas horas, muchos días”.
Como afirma don Arturo, “Chapultepec fue compañero de muchas cosas mías”, y hoy se renueva y reinventa para ser un fresco compañero de aventuras de los entusiastas jóvenes que recorren sus espacios, ello, sin perder su esencia centenaria. En sus rincones se atesoran recuerdos de tiempos pasados y presentes, que esperan a las generaciones recientes para construir nuevas historias y recuerdos.
Fotos antiguas: Archivo Fotográfico de EL UNIVERSAL. Colección Villasana-Torres.
Fuentes: Entrevista con Arturo García. EL UNIVERSAL y EL UNIVERSAL Ilustrado. Fideicomiso Probosque de Chapultepec. Investigación Histórica del Bosque de Chapultepec, de Alfonso Hueytletl, Sonia Gutiérrez y José Antonio Martínez. Chapultepec Bosques de Lagos, de la Corporación Mexicana de Restaurantes y Memorias: Dirección General de bosques urbanos y educación ambiental, de la Secretaría del Medio Ambiente. ¿Cómo ves? Revista de divulgación de la ciencia de la UNAM.