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Texto: Mauricio Mejía
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
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El 10 de mayo de 1928 EL UNIVERSAL ILUSTRADO publicó el artículo “¿Debe desaparecer el piropo en México?”, Oscar Leblanc, su autor, iniciaba así: “El piropo clásico —‘grito fresco, jugoso y espontáneo del corazón que pasa por el tamiz del ingenio’— tiende a desparecer en nuestro ambiente ahogado por la influencia yanqui, perseguido por la Ley, proscrito por esa neo-civilización que pretende arrancarnos hasta el sello de nuestra idiosincrasia”.
Guillermo Rosa, dramaturgo; Margarita Carbajal, Esperanza González, Esperanza Morfín y Lupe Vélez, actrices, y Manuel G. Linares, poeta, dieron su opinión sobre el piropo en aquellos años. Todos convergen en el gusto por la galantería pero denostan la vulgaridad impregnada en ciertas expresiones. “Me encanta que me digan requiebros en la calle; pero desgraciadamente el ingenio está a punto de ser atropellado por un Ford”, dijo la estrella cinematográfica de moda, Lupe Vélez. Esperanza Morfín, tiple del teatro Politeama, fue la que mejor impresión tuvo del tema. “¿Suprimir el piropo?... ¡Qué tontería! Sería quitarnos la única ocasión de saber si efectivamente somos bonitas, porque el requiebro callejero es el único homenaje espontáneo y desinteresado que recibe casi siempre la mujer”.
Ochenta y ocho años después la discusión no ha terminado. La diferencia radica en el grado de picardía o grosería que con el paso de los años ha ido adquiriendo el grito fresco. Contrastando con los clásicos de moda en los años veinte como: “¡Monina!... ¿Con que te lavas la cara, que la tienes tan divina?”. O bien: “Pero criatura… ¿Cómo puede usted caminar con unos pies tan pequeños?”
Se encuentran los muy actuales: “¡En ese bote que me condenen a cadena perpetua!” y “¡Quisiera ser pavimento pa´ tener ese monumento!”
Ahora bien. Ya en los años cuarenta se sentía nostalgia por el piropo romántico. Como ejemplo queda este anuncio de la película Lo que va de ayer a hoy de 1945:
La pregunta no desaparece. ¿Debe desaparecer el piropo en México?
En su libro Del piropo al desencanto, Patricia Gaytán Sánchez podría debatir la postura de la tiple Morfín. “Desde niñas, las mujeres aprendemos que recibir comentarios lisonjeros es una muestra palpable de la belleza propia reconocida por los demás. Esto se convierte en algunas personas en un componente de autoestima, y las lleva a aceptar distintas prácticas que tienen apariencia de halago, aunque éstas sean impuestas y agresivas”. Gaytán sostiene que bajo cualquier circunstancia el piropo no deja de ser agresión para quien lo recibe.
Por su parte, Martha Elena Pérez Pérez, socióloga de la UNAM, afirma que si bien el piropo puede tener su lado divertido, nunca deja de ser acoso. “Es pintoresco porque tiene que ser muy ingenioso y rápido para echarte a correr o que no te respondan. No cualquiera lanza así un piropo”.
Afirma que existe el lado “lindo” pero que nunca deja de ser agresión. También, dice, “que denota cierta cobardía por parte de quien lo lanza. ¿Por qué normalmente piropean en bola? Porque son muchos y se pueden defender. Pero los más peligrosos son los que piropean solos”. La socióloga comenta que no solo es la palabra. La manera de ver, de acercarse, de tocar, constituyen el acoso sexual. Es todo un conjunto.
La profesora de la Preparatoria 6 sostiene que este tipo de conductas dañan a los actores sociales. Sus alumnas como ejemplo. “Una niña me decía que le gustaban mucho las faldas pero que no puede usarlas porque en la calle inmediatamente le gritan de cosas. A ella le da mucho coraje porque no puede hacer nada. A mí en la prepa me gusta mucho que las chicas traigan falda. Y los chicos pueden decir ´mira, se ve bien bonita´, pero es un contexto escolar y es lo normal. En la calle no pasa eso. Los comentarios son más peligrosos y pueden llevar a las peores consecuencias”.
En cuanto a la evolución del piropo, dice, va de la mano con la evolución social: “El lenguaje de éste va cambiando con la estructura social. Se va adaptando con el tiempo, las generaciones, las maneras de comunicarse. Por ejemplo, antes las mujeres no piropeaban. Hoy en día es parejo. Ahora bien, hay que ver que es un factor importante en la muestra de ingenio que tiene el mexicano en materia de lenguaje”.
La socióloga concluye analizando la parte subjetiva de este fenómeno. A su parecer, influye mucho quién dice el piropo en la reacción de quién lo recibe. O bien la personalidad de la persona. “Hay muchas mujeres a las que no se piropea y desean que los hombres lo hagan. Hay muchas Cristinas en este mundo”, citando la canción de Joaquín Sabina.
Vox Populi
Gabriel tiene 22 años. Trabaja en una construcción del Paseo de la Reforma. A diario ve como sus compañeros lanzan requiebros a las mujeres. “Casi siempre se molestan y están en todo su derecho. Para ellas es muy molesto”. Sin embargo, la idea de que se prohíba el piropo en las calles de la ciudad le parece una exageración. “Las mujeres pueden simplemente pasarse de largo y no hacer caso. Además, una prohibición así afecta la libertad de expresión”.
Carla, de 19 años, es una de las mujeres a la que piropean los trabajadores de la misma construcción. Su molestia se refleja en el rostro. “Es muy incómodo que te griten de cosas. Yo los ignoro, pero como quiera que sea te pone de malas. Yo creo que sí debería desaparecer [el piropo]. Porque no es lo mismo que te lo diga tu novio o tu amigo estando en confianza a que te lo griten en la calle”.
De acuerdo con un sondeo realizado por EL UNIVERSAL, los hombres, siendo quienes más dicen piropos, están de acuerdo en que muchas veces estos degeneran en faltas de respeto. Rafael, empleado de 30 años, es de esta opinión. Ríe al compartir los piropos que conoce: “Con esas tortas y una fanta, aasta mi pajarito canta” o “Ay bombón, contigo sin condón”.
La opinión de las mujeres, en cambio, es más variada. Luisa tiene 23 años, es estudiante. Confiesa que le dan mucha risa los piropos que le dicen sus amigos y recuerda especialmente uno que le gritaron en la calle y que ha sido el único que en esta circunstancia no le ha molestado: “Háblenle al cielo que se escapó un angelito”.
Dice que también los piropos de mujeres a hombres le dan mucha risa. Por ejemplo aquellos de: “Aquí está la jaula para tu pajarito”.
“Me encanta que me digan piropos”
A la escritora Deborah Holtz le parece absurda la idea de que desaparezca el piropo en México. “Lo que deben desaparecer son las agresiones. Una cosa es una agresión verbal, que se puede convertir en acoso sexual y otra cosa es un piropo. Los piropos tienen un origen poético, simpático, literario, llenos de humor, son la gracia de todos los días, del arte de estar en la calle, de disfrutar ver a una mujer bonita pasar. Mientras no sea ofensivo no sé por qué tenga que desaparecer el piropo”.
En cuanto al papel que juegan hombres y mujeres en este tema, la escritora de La Tacopedia se alegra de que hoy en día exista una nueva cultura de género en la que una mujer puedan piropear a un hombre, o un hombre a otro hombre. Holtz tiene algo en claro: “Un piropo tiene que tener ciertas condiciones para serlo. Un comentario soez, agresivo, no es piropo. Tiene una gracia poética que lo convierte en algo gracioso y disfrutable. A mí como mujer me encanta que me digan un bonito piropo. Detesto que me digan una cosa agresiva, vulgar. Porque eso ya no es un piropo”. La conductora de radio concluye: “No pueden decretar que desparezca algo que pertenece a la cultura popular”.
Por los siglos de los siglos
Es difícil saber a ciencia cierta cuando nació el piropo. Se sabe que la Güera Rodríguez, quien fuera amante de Iturbide, gustaba de salir a las calles para arrancar las lisonjas de los labios de los soldados de la capital novohispana.
En sus Memorias, Concepción Lombardo de Miramón que en alguna ocasión, siendo su marido el presidente Miguel Miramón, salió de Palacio Nacional por una puerta lateral para pasar desapercibida. Al estilo de la época, se cubrió el rostro con el velo para que no la reconocieran. Habiendo arreglado los asuntos se disponía a regresar a Palacio cuando, al pasar por una cantina, dos hombres comenzaron a gritarle: “¡Que tallecito! ¡Que meneo!”. Tras el velo reconoció en esos personajes. Eran amigos de su esposo que, a su vez, no tenían idea a quién piropeaban. La primera dama, queriendo gastar una broma a sus aduladores prolongó su recorrido a la casa presidencial. Caminó por San Francisco, Plateros, Palma, entró por una puerta de la Profesa, saliendo por la otra y en ningún momento los hombres dejaban de seguirla. Por fin decidió regresar. Cuando la tropa de guardia vio llegar a la señora de Miramón hizo el saludo militar acostumbrado. Entonces la aludida se descubrió y hasta entonces los seguidores la reconocieron. Concepción se volvió a ellos y con una sonrisa les dijo: “¿Qué tallecito?”. Una recatada risa se asomó en sus labios.
En materia cultural, dos compositores, representativos del siglo XX mexicano dejaron testimonio de su gusto por el piropo. Agustín Lara con:
“En la gracia de un piropo retrechero
Más castizo que la calle de Alcalá”
Y Chava Flores con su canción “Oiga asté”:
Oiga asté ¿cómo le hace pa´ ser tan chula?
Oiga asté ¿quién le puso ese lunar?
Diversos factores intervienen en la existencia del piropo en México. Ahora más que nunca se pone sobre la mesa la pregunta que en 1928 fascinó a Oscar LeBlanc: ¿Debe desaparecer el piropo en México?
Fotos antiguas: Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL, “Cuando una mujer guapa parte plaza por Madero” de Nacho López, 1953 y libro Seis siglos de historia gráfica de Gustavo Casasola.
Fuentes: Archivo hemerográfico de EL UNIVERSAL, libro Memorias de concepción Lombardo de Miramón, testimonios recogidos por EL UNIVERSAL.