Texto y fotografía actual: Carlos Villasana y Ruth Gómez
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Con la intención de enriquecer al Zoológico de Chapultepec, el entonces llamado Departamento del Distrito Federal realizó una compra de cuatro jóvenes elefantes al zoológico de Miami. A manera de cortesía, la institución estadounidense también envió a Judy, una elefanta de 35 años de edad que anteriormente había trabajado en el circo Ringling Bros.
El quinteto de paquidermos viajó en tren hacia la capital bajo la supervisión de Charles Butler, domador de fieras del zoológico de Miami. Butler optó por atar a Judy durante todo el viaje ya que a diferencia de los demás, ella era muy inquieta.
Su llegada a la estación de ferrocarriles de Buenavista transcurrió sin complicaciones, pero recién entrada la madrugada del 30 de julio, los elefantes escaparon de la estación, siendo Judy la principal protagonista de siete horas de caos citadino.
Persiguiendo a Judy
Al salir de la estación Buenavista, los elefantes se separaron, los más jóvenes tomaron camino hacia la Escuela Normal Superior; mientras que Judy, la veterana del grupo, causaba estragos en las calles de la vecina colonia Santa María la Ribera, dañando a su paso casas, automóviles, motocicletas y establecimientos.
Tras la fuga, las autoridades informaron sobre lo acontecido al Director del Bosque de Chapultepec, Humberto Ortiz Monteverde, al domador de animales del zoológico de Chapultepec, Jean Schoch, y a los medios de comunicación. Los reporteros de EL UNIVERSAL, Jorge Avilés y José Luis Parra, acudieron de inmediato al lugar de los hechos a dar fe de lo que estaba ocurriendo. Ahí, presenciaron escenas cómicas y un par sumamente trágicas.
“Se dio por ejemplo el caso de que un borrachito, al ver de cerca a los animales, tan sólo le dijera a un amigo que estaba junto a él, también con copas: Ay, compadrito, ahora sí le juro que no vuelvo a tomar, pues ya hasta elefantes veo [...] Cuando varios periodistas preguntaron a un vigilante si había visto pasar a los elefantes, contestó con tono amable: Por qué no mejor se van ya a acostar y mañana se la curan”, narró José Luis Parra.
Después de haber pasado por la gasolinera “7 ½”, Judy se mostraba tranquila sobre la calle de Carpio, hasta que el flash de un fotógrafo la inquietó y volvió a emprender la huida. Más adelante, un peatón quiso calmarla y sin tomar en cuenta el riesgo, la tomó de la cola. Judy reaccionó violentamente, lo aventó con la trompa, lo pateó, pisó y, finalmente, lo mató.
De acuerdo con los reporteros "aquello era una escena de película", la elefanta estaba cada vez más estresada debido al ruido de las sirenas, los cláxones de los automovilistas y los gritos de miedo o admiración de aquellos que se encontraban con ella.
Dejando atrás la colonia Santa María la Ribera, Judy ingresó a la colonia Anáhuac y en la calle Laguna del Carmen, el domador de animales Charles Butler logró apaciguarla y con maestría la amarró a las rejillas de la ventana de la casa marcada con el número 15. Una vez que ató a la elefanta de dos toneladas de peso (como se puede ver en nuestra imagen comparativa: donde hace 58 años fue amarrada Judy y la fachada actual de ese domicilio), Butler se la encargó a un policía y partió a buscar a los otros elefantes en la colonia San Rafael.
El domador encontró a los cuatro elefantitos juntos en las cercanías de la Ribera de San Cosme y Melchor Ocampo. “Butler sujetó al más pequeño con un gancho y lo fue jalando de la trompa. Dócilmente lo siguieron los demás, tomándose de la trompa a la cola”, explicaron los periodistas. Fueron trasladados en un camión de redilas al Zoológico de Chapultepec y una vez ahí, se les atendió y se les dio de comer.
Mientras los paquidermos más jóvenes eran transportados, Butler regresó en compañía de Jean Schoch, domador del Zoológico de Chapultepec, a Laguna del Carmen 15 para recoger y llevar personalmente a Judy al zoológico. Cuando estaban a punto de subirla a un camión, la elefanta volvió a escapar.
Judy corrió por el parque Salesiano, atravesó Ferrocarril de Cuernavaca, Mar de China, la Calzada México-Tacuba y decenas de calles más. De nada servían los esfuerzos de los domadores, Judy rompía con facilidad las cadenas con las que intentaban sujetarla.
Huyó hasta el Callejón de la Luz, donde se detuvo rendida a consecuencia del cansancio y de las heridas que se había provocado. Eran las 05:50 de la mañana cuando Schoch, Butler y los policías que los acompañaban, decidieron contactar a una autoridad superior para determinar qué iban a hacer con Judy.
A las 06:00, el secretario particular del entonces Regente de la Ciudad, Ernesto P. Uruchurtu, le comunicó al Director del Bosque de Chapultepec, Humberto Ortiz Monteverde, que debían sacrificarla.
Lamentablemente, Judy murió a las 06:05 de la mañana tras un disparo proveniente del cabo Adolfo Carrillo Vera y antes de que fuera medio día, su cuerpo fue transportado al Zoológico de Chapultepec.
La información publicada en EL UNIVERSAL también dio cuenta de que el paquidermo fue destazado en el zoológico, porque la carne sería dada a los leones y sólo en caso de que no quisieran comerla se enterraría. La cabeza posiblemente, refería la nota, sería conservada para que un taxidermista la arreglara.
Esclareciendo los hechos
Hay versiones encontradas sobre lo que pasó aquella madrugada. La primera indica que el ruido de los patios de la estación de ferrocarriles Buenavista fue el detonante de la furia de Judy: los elefantes esperaban dentro del vagón en el que llegaron desde Miami para ser trasladados a Chapultepec cuando Judy, sumamente inquieta por los silbatos de los trenes, se safó de sus ataduras, rompió el vagón y salió despavorida de la estación. Al ser la mayor, los más pequeños la siguieron.
Por otro lado, Charles Butler declaró ante el Ministerio Público lo siguiente: “A las 23:30 horas sacaron a los elefantes de los furgones en que habían viajado toda una semana, procedentes de Florida. Cuando los animales desfilaron pacíficamente, vigilados de cerca por sus cuidadores y se les preparaba para subir a varios camiones de redilas que esperaban ya fuera de la estación de Buenavista, varias locomotoras que hacían maniobras sonaron sus silbatos provocando la huida de Judy, a la cual siguieron los demás elefantes”.
Sin embargo, tanto el Director del Bosque de Chapultepec como el domador de animales del Zoológico, negaron categóricamente que alguna persona hubiese sido responsable. “Fue sólo un infortunado accidente”, declaró Jean Schoch, mientras que Humberto Ortiz sólo dijo que lamentaba profundamente haber sacrificado a Judy, pero era una orden que se debía de acatar.
La polémica
Esta historia tuvo lugar hace 58 años y ocupa un lugar especial en los eventos extraordinarios que ha atestiguado esta ciudad. Sin embargo, se relaciona con temas que hoy en día están en la agenda legislativa: el cuidado y la protección animal.
Este año, medios de comunicación de todo el mundo cubrieron casos similares al de Judy: en mayo, la noticia de la muerte del gorila Harambe tras la caída de un niño a su hábitat artificial en un zoológico en Estados Unidos. En julio, la muerte del gorila mexicano Bantú a causa de una sobredosis de anestesia que facilitaría su traslado de la Ciudad de México a Jalisco para que lograra aparearse.
Resulta difícil imaginar qué habría pasado con Judy si hubiese escapado en este siglo. En 1958 los animales no eran anestesiados al ser trasladarlos, teniendo que soportar el estrés del viaje y, a diferencia de Harambe, Judy mató a una persona y estuvo a nada de lastimar a otro hombre y a una niña pequeña.
Después de leer todos estos hechos, el lector podrá preguntarse qué haría si se volviera a presentar una situación como ésta. Seguramente las opiniones serían diversas y todas desatarían polémica, ya que no sólo pondrían sobre la mesa los riesgos que implica, ayer al igual que hoy, sacar a un animal salvaje de su hábitat natural, sino también la insaciable necesidad (o necedad) humana de intentar domesticarlo simplemente para que podamos conocerlos o estar cerca de ellos.
Fotografía antigua: Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
Fuente: Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.