Más Información
Sheinbaum supervisa avances de la Línea 4 del Tren Ligero en Guadalajara; “siempre será bienvenida a Jalisco”: Lemus
ONG obsequia implantes anticonceptivos a mujeres migrantes; buscan dar acceso a servicios de salud sexual
Texto y fotografía actual: Carlos Villasana y Ruth Gómez.
Diseño web: Miguel Ángel Garnica.
Caminando por la ciudad es común encontrar placas conmemorativas en fachadas de edificios, en esquinas, también las hay añadidas al pavimento o montadas sobre estructuras frente a algunos monumentos.
Todas ellas buscan llamar la atención del transeúnte y contarle una historia, que puede ir desde qué personaje habitó tal construcción, algún asesinato o deceso reconocido, los nombres antiguos de las calles, hasta marcar los eventos que fueron un parteaguas para la ciudad, como los metros que alcanzó una inundación o la primera calle con alumbrado público.
En el número 90 de República de Uruguay, en el Centro Histórico, hay una placa que indica que en ese predio alguna vez estuvo “la casa de Don Juan Manuel de Sotomayor, conocido por Solórzano”. Don Juan Manuel fue tan conocido, que en mapas antiguos se aprecia que el tramo entre las actuales 5 de Febrero y Pino Suárez, llevaba su nombre.
Don Juan Manuel de Solórzano
Don Juan Manuel fue un español acaudalado que vivió en la Nueva España desde 1620, siendo parte de la comitiva del Virrey Lope Díaz de Armendáriz. Veinte años después de su llegada, fue apresado debido a malas prácticas que realizaba en complicidad del Virrey Díaz.
En prisión, Don Juan se enteró que su esposa, Mariana de Laguna, era visitada con frecuencia por Francisco Vélez de Pereira, el alcalde responsable de su arresto. Alarmado, buscó una forma de salir de la cárcel y confirmar por sí mismo lo que se decía de su mujer. Tras descubrirlos juntos, mató a Francisco. La autoridad virreinal intentó ayudarlo, pero antes siquiera de un juicio o de eximirlo de su culpa, amaneció ahorcado en octubre de 1641.
Cuenta la leyenda...
Don Juan Manuel era un hombre muy rico, casado con una hermosa mujer; pero vivía deprimido por no haber tenido hijos. Para aliviar su pena, dedicó su tiempo a la religión e intentó ingresar como fraile al convento de San Francisco.
Por ello, Don Juan mandó a traer a un sobrino de España para que se hiciera cargo de sus negocios y comunicó a su esposa sus deseos de convertirse en fraile. Ella accedió a los anhelos de su marido, provocándole unos celos enfermizos y que pensara que ella tenía un amante.
"Una noche invocó al diablo y le prometió entregarle su alma, si le proporcionaba el medio de descubrir al que creía que lo estaba deshonrando. El diablo acudió solícito, y le ordenó que saliera a las 11 de esa misma noche de su casa y matara al primero que encontrase. Así lo hizo Don Juan, y al día siguiente, cuando creyendo estar vengado se encontraba satisfecho, el demonio se le volvió a presentar y le dijo, que aquel individuo que había asesinado era inocente; pero que siguiera saliendo todas las noches y continuara matando hasta que él se le apareciera junto al cadáver del culpable", narra Luis González Obregón.
Así lo hizo. Noche tras noche, en completa oscuridad, Don Juan salía de su casa ataviado con una capa negra y esperaba al primero que pasara por la calle para realizarle la siguiente pregunta:
− Perdone usted, ¿qué horas son?
− Las once.
− ¡Dichoso usted, que sabe la hora en que muere!
Después de acuchillarlos, Don Juan regresaba tranquilo al interior de su hogar. Una mañana, vio que el cuerpo que habían recogido sobre la calle era el de su amado sobrino y con una terrible culpa acudió con un confesor fransciscano para contarle sobre sus asesinatos. El padre fue benévolo, dándole como penitencia rezar tres noches, a las 12:00 a.m., junto a la hoguera para la salvación de su alma.
Don Juan lo hizo, pero era interrumpido por demonios que le avisaban sobre su propia muerte. El segundo día regresó desesperado con el padre para pedirle que le otorgará el perdón; él le dijo que sólo le hacía falta un rosario más. La mañana siguiente, Don Juan Manuel amaneció ahorcado.
Se dice que su muerte fue producto de los ángeles y que desde ese día, una sombra negra se aparece a la entrada de República de Uruguay 90, preguntando por la hora...
De nombres y calles
Las calles de la Ciudad de México se han ido transformando con el paso del tiempo. Los cambios en su nomenclatura han provocado que gran parte de ellas perdieran historia e identidad, que solía ir de la mano con aspectos religiosos, oficios que se ejercían a lo largo de la vialidad o de los productos que en ellas podrías encontrar.
Hoy, son pocas las personas que se detienen en la calle de República de Uruguay, frente a la placa del número 90, para leer su historia. En esta calle donde ocurrieron varios asesinatos, existe otra placa que indica un hecho no tan dramático, pero no menos importante, sin que tenga ninguna relación con la leyenda de Don Juan Manuel y que lleva esta inscripción: "esta fue la primera calle de la ciudad que tuvo alumbrado público. 1783".
Las familias suelen pasar su tiempo libre de diferentes maneras, pero desde EL UNIVERSAL los invitamos a que la próxima vez que caminen por el Centro Histórico se fijen cuál es el nombre de la calle o plaza por la que van, lo investiguen y conozcan quién fue ese personaje o la relevancia histórica de ese lugar, para que le mereciera ponerse una placa. La ciudad tiene tesoros escondidos y descubrirlos, nos ayuda a saber más de ella y no dejar que todo lo que la hace única, se pierda.
Fotos antiguas: Colección Carlos Villasana-Torres y Geography and Map Division.
Foto principal: Toma de la actual calle de República de Uruguay, antes Don Juan Manuel, en los años 20 del siglo XX.
Fuente: Capítulo XXV "La calle de Don Juan Manuel" del libro México Viejo de Luis González Obregón. Artículo "Un recuerdo de luz" de Héctor de Mauleón, EL UNIVERSAL.