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Texto y fotografía actual: Ruth Gómez y Carlos Villasana.
Diseño web: Miguel Ángel Garnica.
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Es difícil imaginar que por las calles del Centro de esta ciudad de asfalto corrían acequias por las que alguna vez navegaron canoas cargadas de alimentos y mercancías para el consumo de los habitantes de la capital. De un origen prehispánico, el cuerpo de agua proveniente del Canal de La Viga entraba de manera oficial a la Ciudad de México a la altura de San Pablo y Roldán, ramificándose a lo largo de la zona.
EL UNIVERSAL realizó un recorrido por las trazas de las antiguas acequias de Roldán y la Acequia Real que, leales a su pasado lacustre, siguen estando rodeadas por comercios, principalmente de materias primas y artículos de plástico. Mientras caminamos hacia la esquina de Corregidora y Roldán esquivamos decenas de puestos ambulantes, acompañados de aromas a café tostado, especias, comida callejera y un intenso olor al acrílico utilizado en tratamientos de belleza.
"A diferencia de muchas de las calles del centro, rectas o paralelas unas a otras, Roldán tiene un trazo irregular porque sigue el cauce de lo que fue el canal. De hecho, varias calles que se cruzan con Roldán tomaron el nombre de los puentes que servían para que la gente pasara de un lado a otro; por ejemplo, la llamada Puente de Santo Tomás o las antiguas calles llamadas Embarcadero o Las Canoas", narró a EL UNIVERSAL, Juan Carlos Briones, vecino de la zona.
La Acequia Real
En la esquina de Corregidora y Roldan partía la Acequia Real, llamada así porque pasaba a un costado del Palacio Virreinal, actual Palacio Nacional. Su cauce se encontraba con casas, plazas y edificaciones de importancia, entre los que destacaron la Antigua Alhóndiga, encargada de almacenar y regular los precios de mercancías o alimentos que llegaban a la ciudad. En el siglo XVIII, la Alhóndiga se convirtió en la Casa del Diezmo y en la actualidad es parte de las oficinas del INAH.
A su vez, corría a lado del Ex-Convento de Jesús María, una construcción del siglo XVII que tuvo patronazgo de la corona española. En épocas más recientes, el edificio fue utilizado como sede de Cine Mundial y para el final de sus días abiertos al público, se convirtió en una tienda de electrodomésticos. Hoy, continúa en procesos de restauración.
Por último, llegaba al predio que ocupa la Suprema Corte de Justica de la Nación (SCJN), donde estaba la Plaza del Volador, uno de los principales mercados de la época colonial. A finales del siglo XIX la plaza fue clausurada, en su lugar se plantó un jardín y hasta 1935 dio inició la construcción de la SCJN.
La recuperación del pasado
En los años ochenta, la Fundación Mary Street Jenkins y otras organizaciones tuvieron la iniciativa de reconstruir el camino de la Acequia Real, haciendo espejos de agua en los tramos que iban del Zócalo a Correo Mayor y otro en la calle de la Alhóndiga, acompañado de una réplica del famoso Puente de Roldán. El resto de la acequia se distinguió con círculos de bronce sobre el pavimento en los que se leía "Acequia Real". EL UNIVERSAL dio seguimiento a la construcción y uso de dicha réplica.
Los espejos de agua contrastaban con la imagen citadina y sobre todo con la cotidianidad moderna del centro, donde la mercancía pasó de llegar en canoas a camionetas o diablos de carga, carros y personas con canastas o bultos. De hecho, en nuestras pausas para tomar fotografías fueron varios los chicos que con cajas sobre un hombro nos avisaban: "¡Güeros, voy a interrumpir su toma!".
Con el paso de los años, esta reproducción se deterioró por diversas causas, siendo las principales la falta de cuidado de los usuarios, poco mantenimiento y el crecimiento del comercio ambulante en las calles del Centro Histórico. Finalmente fueron retirados a inicios de la década pasada.
Autoridades capitalinas culparon en su momento a la sociedad por no saber cuidar, ni apreciar las réplicas. Otras decían que el fracaso era responsabilidad del gobierno, ya que nunca generaron un sistema de mantenimiento eficaz, dejando que los espejos se convirtieran en depósitos de agua estancada, de basura y, por ende, en focos de infección.
El proyecto millonario que alguna vez buscó honrar la historia lacustre del centro quedó reducido a placas en el pavimento y la réplica del puente frente a la Alhóndiga. El estado de conservación de este último es lamentable, se encuentra vandalizado, hiede y el bajo puente, es hogar de indigentes.
Marcos, el encargado de la barra de la cantina La Peninsular, comenta a EL UNIVERSAL que desde que trabaja en la zona siempre ha existido el ambulantaje. Admite que sabe de la historia del canal, diciendo: "Venía de La Viga y por lo que tengo entendido, era muy antiguo", y al preguntarle si le gustaría haberlo conocido, contestó: "Si ahora es medio caótico con esto de que quieren hacer un corredor peatonal en Corregidora, ¡imagínate con agua!".
En la actualidad
A finales de 2009 dio inicio el proyecto de rehabilitación del barrio de La Merced por parte del gobierno del entonces Distrito Federal y organizaciones dedicadas a la conservación del patrimonio. Dos años más tarde, Abida Ventura, también colaboradora de esta casa editorial, informó que entre los inmuebles beneficiados por dicha rehabilitación fueron los cercanos al cauce de la Acequia Real, el Ex-Convento de La Merced y la Plaza de la Aguilita. Ese primer ejercicio contó con una inversión cercana a los 100 millones de pesos.
Sin embargo, en el artículo "Pronto se olvidaron de los corredores peatonales" de Sandra Hernández daba cuenta de las condiciones de los también millonarios proyectos de los corredores peatonales de Manzanares, Roldán y Alhóndiga, así como la percepción de algunos locatarios en 2015. Días después de su publicación, las autoridades correspondientes declararon que harían mejoras en la zona; sin embargo, el estado de los corredores reportados hace un año no distan del actual.
En esta ocasión, EL UNIVERSAL se encontró con corredores rebasados por el comercio ambulante, donde cuelgan decenas de extensiones eléctricas enchufadas a los postes de luz. El corredor de Roldán tiene tramos con basura acumulada, mientras que la Plaza de la Alhóndiga está invadida por puestos que dejan pasillos peatonales semejantes a los de un tianguis, la réplica del puente con graffitis y el hedor de orines mezclado con comida es penetrante.
Hoy, la calle de Corregidora tiene la presencia de máquinas aplanando su suelo para la inauguración del Corredor de la Nación, proyecto que conformaría un eje con prioridad peatonal iniciando en Plaza de la República hasta Palacio Legislativo, con un presupuesto de 91 millones de pesos.
Después de nuestro recorrido, la pregunta que prevalece es ¿por qué se financian este tipo de proyectos? Si se han detectado varias causas para su deterioro como lo son la falta de cuidado, mantenimiento o el comercio ambulante, ¿no convendría primero realizar campañas sobre la basura y la importancia del patrimonio? Podría ser una solución para que los usuarios de los corredores conocieran el valor de la zona para que no pase lo sucedido con la réplica de la Acequia Real, cuyo tramo de Corregidora a Correo Mayor desapareció y el otro está totalmente descuidado.
Habrá que buscar otras respuestas a estas interrogantes y encontrar cuál es el verdadero problema, si no todas estas iniciativas serán, como suele pasar, proyectos millonarios que sólo benefician a unos cuantos.
Fotografía antigua: Colección Villasana-Torres, Juan Carlos Briones y Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
Fuentes: Juan Carlos Briones, Fundación Mary Street Jenkins y artículos "Barrio La Merced, una joya ignorada en el Centro Histórico" de Abida Ventura, "Pronto se olvidaron de los corredores peatonales" de Sandra Hernández, EL UNIVERSAL.