Texto: Ma. Angélica Navarrete Rodríguez
El escritor y periodista Rafael Solana escribió la crónica de aquella noche de hace 103 años en la que nació el periódico en circulación más antiguo de la ciudad: EL UNIVERSAL
A las diez de la noche, el amplio salón que antaño ocupaba una casa de juego, estaba convertido en un centro de enorme actividad intelectual y material, describió Solana. Todos escribían: los unos, sus noticias, los otros traducían en el servicio cablegráfico…
Cisneros y Fernández Mendoza corregían original y pasaban a los linotipos; un mocito que había en la redacción de apellido Maldonado subía y bajaba las escaleras en busca de pruebas, de original o conduciendo uno que otro mensaje que se recibía de los Estados.
Y regresaba el ingeniero Félix F. Palavicini, fundador de EL UNIVERSAL, a su despacho para dictar una nota, un conflicto o ver las pruebas de planas. A medida que los reporteros iban terminando de escribir sus notas, iban cubriendo sus máquinas y poniéndose el abrigo y el sombrero; pero ninguno se resolvía a salir del edificio; todos querían presenciar la salida del primer número.
A la una y media de la mañana todo el original estaba pasado: Cisneros bajó a formar la primera plana, y tras de él hizo su aparición en el Departamento de Formación, el ingeniero Palavicini. La pregunta no se hizo esperar:
—¿Cómo va a formar (crear) usted su primera plana?
—Voy a poner esto a dos columnas, esto a tres y aquí nos caben cabezas de una...
—Bueno. Ya sabe usted que soy enemigo de los pases: prefiero sacrificar un tanto la simetría, siempre que no se moleste a los lectores haciéndoles buscar el fin de una noticia en página distinta —dijo el fundador y director.
En eso está precisamente el chiste del secretario que forma ¿las letras?: en ordenar sus noticias a fin de que salgan del mismo tamaño unas y otras, según su importancia, para que al final todos los asuntos de primera terminen en primera.
Cuando Cisneros terminó de formar la primera plana y Rafael Solana terminó la segunda, -que entonces era la de Cables-, eran las dos y cuarto de la madrugada. Pancho Pérez y los suyos se dieron prisa en la estereotipia, y veinte minutos después, la rotativa Goss comenzaba a andar. La expectación era indescriptible; algunos amigos del ingeniero Palavicini habían esperado el primer número y todos, obreros, empleados de administración, reporteros y amistades particulares rodeaban la prensa en espera del primer ejemplar.
La rotativa seguía andando paulatinamente, pero el papel salía en blanco. Y no fue sino hasta después de 60 o 70 ejemplares, cuando comenzaron a esbozarse las primeras letras.
—Esperemos un poco —dijo el ingeniero Palavicini, aproximándose a la cortadora de la prensa... Y de pronto exclamó: “Ahora sí. Aquí está el primer ejemplar de EL UNIVERSAL; ésta no es sino la piedra angular de lo que será El Gran Diario de México".
“Se sirvió una copa de champaña, firmamos todos el primer ejemplar de EL UNIVERSAL, que el ingeniero conservó con mucho cariño. El señor Palavicini se despidió de nosotros, se metió en su Fordcito Sedán y marchó a su domicilio”, escribió Solana.
Después, cada uno los que participaron tomó un ejemplar y salieron la calle. Al salir, un caballero detuvo a Rafael Solana:
—¿Es el primer número de EL UNIVERSAL?
—Sí, señor; pero todavía no sale a la venta. De todos modos, se lo obsequio a usted.
—Lo acepto, con la condición de que usted guarde como recuerdo esto...Y extendió la mano y le dio un billete de diez pesos...
Cuando Solana llegó a su casa, todos se habían levantado ya. El sol comenzaba a asomar por detrás del Palacio Nacional; en la calle, la actividad era enorme. Se encerró en su habitación y se dispuso a dormir un rato, para reanudar más tarde sus labores. Estaba acariciando el primer sueño, cuando una voz chillona lo despertó. Era un papelero que gritaba a todo pulmón: “¡Primer número del UNIVERSAAAAAL!”.
Es difícil contar 103 años de historia de forma muy breve sin dejar en el camino algo o mucho de lado, empezando por la grandísima lista de colaboradores tanto de EL UNIVERSAL, EL UNIVERSAL GRÁFICO, EL UNIVERSAL ILUSTRADO. Así que decidimos enfocarnos a las anécdotas que consideramos más curiosas y poco conocidas que, en una revisión de las primeras décadas de nuestros aniversarios, pudimos encontrar en la vasta y valiosa Hemeroteca de EL UNIVERSAL.
México empezaba a tratar de organizarse en la concreción de las instituciones en las cuales se apoyaría para su crecimiento y progreso. Las huestes de Emiliano Zapata aún se levantaban al Sur, cuando surge EL UNIVERSAL, el 1 de octubre de 1916, en la calle de Madero 36, esquina con Motolinía.
Su crecimiento fue muy rápido, pues a fines de 1917 se inauguraba el edificio de Iturbide número 16 y para 1919 ya había adquirido también el número 12 de esa misma calle. La construcción de edificios continuó en expansión, hoy lo conforman cuatro en las calles de Iturbide y Bucareli, así como otras instalaciones en diversos sitios de la capital y el país.
El diario fundado por el ingeniero topógrafo de Tabasco, Félix Fulgencio Palavicini, era el único que ofrecía a sus lectores el servicio de cables que daban cuenta del acontecer internacional.
Pronto el diario contó con el apoyo de un corresponsal permanente en Nueva York, David Lawrence, quien le ofrecía servicios exclusivos. Durante la Primera Guerra Mundial, la postura del diario fue contundente apoyando a los aliados contra Alemania.
EL UNIVERSAL fue el único en contar con un corresponsal de guerra en el frente, se trató del poeta José D. Frías, conocido como “El Vate”. La mirada visionaria de su fundador —con estudios en Francia y diputado del Congreso Constituyente— sentó las bases de este gran diario, el cual logró colocarse como “el principal periódico de la República”, según las líneas plasmadas en sus planas.
El subsecretario que dijo: “Mi puesto debe suprimirse"
En un texto escrito por Rafael Solana en la edición especial del ejemplar Número 2000 de EL UNIVERSAL se podía leer los antecedentes de nuestro fundador Félix Fulgencio Palavicini y el por qué decidió fundar este diario. Era julio de 1916 cuando siendo subsecretario de Instrucción Pública “hizo declaraciones a los periodistas que produjeron gran sorpresa”.
El tabasqueño declaró que consideraba que no tenía caso que la Secretaría de Instrucción Pública existiera con una encomienda a nivel federal, cuando en ese entonces los estados de la Unión sufragaban los gastos en materia de educativa y que por lo mismo afirmó: “Mi puesto debe suprimirse”.
“Los periodistas dejamos hablar largo rato a Palavicini”, narraba Solana, pues creían increíblemente raro que un funcionario hablara así y renunciara a seguir gozando de un puesto oficial de esa magnitud.
Solana escribió que él mismo le preguntó a qué se dedicaría una vez que la secretaría quedase suprimida, a lo que Palavicini respondió: “A la más difícil de las profesiones en México: al periodismo. Cuando esté yo despojado ya de todo carácter oficial, cuando esté capacitado para juzgar los actos de gobierno... cuando pueda señalar errores con toda libertad, sin apasionamiento, ni prejuicios, entonces pediré mi tintero y mi pluma y con estas armas, seguiré sosteniendo desde la tribuna de mi periódico, los ideales por los que fuimos a la lucha”.
Al día siguiente no se hablaba de otra cosa. “Ciertamente en México no estamos acostumbrados a esta clase de manifestaciones democráticas... además sería el primer caso en la historia de nuestra República en que un Secretario de Estado renunciase a su cargo”, consideraba el autor.
Palavicini conservó en su poder su renuncia, pues hablaba de su historia limpia como funcionario. La obsesión de Palavicini fue siempre que existiera una prensa libre.
La mamá de EL UNIVERSAL
Fue en la primera prensa de EL UNIVERSAL, la Goss de cuatro niveles, donde se imprimió el primer número del diario y también imprimió las primeras copias de la Constitución Política de México en 1917, por lo que se ganó el nombre de “La Constituyente”.
Miles de mexicanos la conocieron, el mismo día de su promulgación. Más tarde, el periódico adquirió la prensa Bucareli y la Iturbide bautizadas así en honor a las calles donde ahora se instalaba el diario. Otra recibió el nombre de Carlos Muñana, en recuerdo de su primer fotógrafo.
En su 25 aniversario, en 1941, el diario reseñaba: “La histórica prensa ‘Constituyente’ en que se imprimió el primer número de EL UNIVERSAL todavía está en servicio en nuestros talleres, haciendo los colores de los suplementos dominicales; la gloriosa vejez de esta prensa no pasa inadvertida para los prensistas que desde hace 25 años viven con ella, la asean, la reparan, la ven con cariño, la tratan con respeto… y dicen con la mayor alegría: Esta es la mamá de EL UNIVERSA, es la jefa de todos. La mera jefa”.
En sus primeros tres años de vida, en 1919, EL UNIVERSAL había lanzado a circulación 40 millones de ejemplares y costaba 6 centavos en ediciones ordinarias y 10 en ediciones dominicales.
“La Constituyente” acompañó al diario hasta mediados de la década de los 70 y en 1986 fue donada por el licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz al Congreso de San Lázaro, donde se encuentra en exhibición permanente en la explanada de este recinto.
El porqué de nuestro logotipo
El 4 de enero de 1921, EL UNIVERSAL adoptó su lema “El Gran Diario de México” y para el 16 de abril de ese mismo año anunciaba que desde ese día adoptaba lo que llamó “un escudo”.
En la plana resaltaba un recuadro donde se veía un águila cargando a un mundo. El breve texto explicaba el porqué de este emblema: “Hoy, después de más de cuatro años de vida, EL UNIVERSAL se considera con el derecho de adoptar un escudo y de escoger para él un águila caudal, cargando sobre sus poderosas alas a todo el universo.
“Y no se ve en ello, ni presuntuosa vanidad, ni ambición audaz. Este diario reúne en sus páginas asuntos que interesan a todo el mundo; informaciones cosmopolitas…pero siempre y a toda hora, en medio de batallas cotidianas, es el águila, la poderosa águila que vuela, la que se eleva desde el legendario islote de Tenochtitlán hasta la cima del Popocatépetl para mirar de altura y resolverse todos los problemas, los conflictos todos; para estar más allá de las pequeñeces de los hombres, de las rivalidades mezquinas, de los intereses egoístas y con la esperanza de saber conservarse, siempre volando y siempre arriba”.
Un ideal firme, la base de EL UNIVERSAL
El diario mismo decía que no hablaría del éxito y desarrollo de este diario. “Mejor que nosotros, el público lo sabe y lo reconoce, ya que de otro modo no sería el periódico el favorito de los que leen y de los que anuncian, sino que resultaba más interesante narrar, cómo y por qué y a pesar de qué hemos evolucionado como una institución periodística”.
Luego de que triunfara la Revolución –decía este diario– era necesario hacerla triunfar también en el campo de las ideas a través de un periódico, así surgió este rotativo. La primera base del éxito fue haber surgido con un ideal firme y con un programa definido.
El diario empezó “como todos los diarios en México, con una circulación insignificante” el primer día, pero en una semana se había roto récord. Con 8 mil ejemplares en la primera tirada hubo que doblar ese número al día siguiente, que triplicarlo al otro, hasta que a la semana se había afirmado una circulación que muchos diarios no han logrado en varios años de vida.
“No nos jactamos de haber logrado ese triunfo por un exceso de eficiencia personal. La rapidez con el que el diario se impuso a todo público de la República se explica por muchas circunstancias: por la oportunidad del momento en que surgió a la vida, por haber desarrollado un programa bien definido, y claro es que también por haber acumulado en él los mejores elementos intelectuales y materiales que había en México y que naturalmente tenían que producir un buen periódico”.
Palavicini llegaba a trabajar sin almorzar
Ya en la década de los 20, el diario hizo otro ejercicio autodescriptivo en otro suplemento de Aniversario. En aquella década no había diario que convocara desde sus primeros años a tantos concursos como este rotativo. El primero de estos concursos se llamó “El niño robusto”, fotografías de pequeños y sanos regordetes se veían como los participantes en esta competencia. Concursos que habrían de diversificarse en temas y premios en años posteriores.
El suplemento, que festejaba los primeros cuatro años de vida del periódico, dedicó un pequeño espacio para describir cómo era un día común de trabajo del fundador de EL UNIVERSAL, Félix Fulgencio Palavicini, en la Redacción. El diario ya estaba en las calles de Iturbide.
Se lee que a las 10 de la mañana de 1920 los pasillos y lugares de la redacción de EL UNIVERSAL aún se encontraban desiertas. Las personas encargadas de limpiar las rotativas eran de las pocas que había en el edificio. En el área administrativa, desde las nueve de la mañana, ya se encontraban “inclinados sobre sus pupitres, clasificando y poniendo en orden las diversas operaciones” diarias y mercantiles. A esa hora los teléfonos ya hacían su sonido típico y comienza la llegada de los redactores para comenzar la orden del día.
El ingeniero Fulgencio Palavicini ya se encontraba atendiendo la correspondencia. Se le veía con su asistente que ya adivinaba sus requerimientos. “Unas cartas se van a sus dependencias respectivas, con las anotaciones del caso; otras son contestadas sobre la marcha en términos breves y precisos; otras, las del género necio o impertinente se van al cesto. No falta uno que otro insulto anónimo que tiene la virtud de poner una sonrisa en los labios finos del ingeniero (…)”.
El ingeniero se pone al tanto de las novedades importantes y no tanto de los otros periódicos, pues le “interesa lo mismo el editorial que el entrefilet, lo mismo el fenómeno político que el suceso social, el comentario ligero que la reflexión profunda”.
“Algunas veces el ingeniero está más pálido que de costumbre. Es que llega sin almorzar a la diaria labor, a causa de una vieja enfermedad en el estómago… y la absoluta falta de ejercicio físico. Esto no importa. Permanecerá en su puesto —como de costumbre: recibiendo al público en las primeras horas de la tarde, pasando las noticias que llegan bajo el tamiz de su criterio”.
La magia de los linotipos
En otras de sus planas narra que una vez escritas (en máquina de escribir mecánicas), las notas de los reporteros bajaban “con la rapidez de un rayo” a través de un tubo metálico pegado a la pared. La recibía el jefe de linotipos y las colocaba entre otras a esperar su turno. Luego de una hora el linotipista ya había copiado fielmente el contenido de aquellas cuartillas –en promedio 12– convirtiéndolas en centenares de líneas metálicas.
La composición (así se llamaba a la reunión de líneas) pasaba al departamento de prueba y luego al de correctores. “Aquí se lee otra vez y se quitan las impurezas linotipográficas”. La prueba con correcciones marcadas volvía al linotipo para su ejecución. De ahí al banco donde operarios especialistas que se llamaban corregidores, substituían las líneas con erratas por las correctas y ya puesta la composición en galereras, se enviaba a la mesa de formación.
Una vez ajustada la noticia, se hacía otra prueba y otra lectura rápida y última. “Así, pasa a la fundición, el ajuste, al perfeccionamiento de las planchas metálicas que recibirá la poderosa rotativa. Cuando llega la aurora la máquina empieza a echar periódicos vertiginosamente, alegrando la mañana con el ruido de sus mil ruedas en su continuo movimiento de rotación”.
El hombre que cargaba 87 toneladas
Narra este especial de EL UNIVERSAL que en los 20 existía un personaje, que en realidad cargaba 78 toneladas. Nos referimos a Don próspero, un hombre que no sabía leer ni escribir. Irónicamente era el encargado de trasladar los linotipos (letras metálicas sueltas) de un lado a otro del periódico, que se usaban para “formar” apenas una nota del diario. Una vez formada toda una plana, nota por nota, estaba lista para su impresión.
Llevaba “las líneas y nunca ha tirado una sola en el trayecto, se lee en el suplemento. Una vez llevaba composición hasta en las bolsas y al sacarla, ante los ojos atónitos de los encargados de formar, al grado de palidecer, la nota salió sin alteración alguna”.
El señor de gran fortaleza llamó la atención de quienes trabajaban en el lugar. Por lo que Luis Béjar, “corrector y persona dada a la estadística”, calculó sus fuerzas. Las cifras fueron las siguientes: por cada noche, el hombre caminaba del “banco”, donde se encontraban los linotipos, hasta el área de formación. En promedio el recorrido era de 30 metros, al menos.
Además, don Próspero llevaba cargando una galereada —la impresión de algunos textos, de prueba que se sacaban antes de la versión definitiva— por viaje. En cada número de 12 planas había al menos 40 “borradores”, es decir, 40 viajes por 30 metros de ida y vuelta, (2 kilómetros y medio), más los viajes “especiales” (un kilómetro más). El total caminaba 3 kilómetros y medio diario.
¡Pero eso no era todo! El señor de ágiles pies vivía en la calzada de la Villa —adelante de Río Consulado—, cuatro kilómetros más se sumaban a su recorrido diario además del que hacía dentro de su lugar de trabajo.
Las jornadas maratónicas de don Próspero eran acompañadas de una gran carga física. El señor llevaba y traía 40 galereadas de composición diarias, cada una pesaba seis kilos, aproximadamente.
¡El trabajador cargaba en total diario 240 kilos! Mientras que al año eran poco más de ¡87 toneladas! Y entre la redacción se escuchaba “¿Hay por ahí un hombre más fuerte?”, escribía entonces quien firmaba como Gordito.
Don Próspero a pesar de no saber leer ni escribir sabía dar recados por difíciles que fueran y aunque hubiera palabras extranjeras, hubo sólo una equivocación alguna vez, cuando uno de los primeros directores José Gómez Ugarte le pidió que informara a los encargados que quería para primera (plana) el cable de la huelga, pero don Próspero dijo: “Que dice el señor Ugarte que quiere para primera el cable de la suegra”.
Los 19 días que dejó de publicarse EL UNIVERSAL
El Gran Diario de México publicó en el suplemento de 1919 que “EL UNIVERSAL contribuyó a la reorganización política y social de México, tratando de limitar, dentro de la ley, al militarismo desorbitado de entonces” y esto le trajo como resultado una clausura temporal de 18 días en el mes de abril de 1917, bajo la orden del general Benjamín Hill.
En una edición especial por la edición de su número 2000 se narra con más detalle el suceso:
“Vencido el gobierno del general Huerta, la capital y varias ciudades importantes quedaron en manos del militarismo acompañado de brutales atropellos contra personas y propiedades. Era preciso combatirlo y EL UNIVERSAL lo combatió.”
Así se desató una campaña tenaz en contra de quienes se esforzaban por desprestigiar a la Revolución en las calles, plazas, cantinas y en todas partes. En este marco la prensa independiente también fue un flagelo.
EL UNIVERSAL escribió un artículo titulado: “La Prerrogativa de la Brutalidad”, en donde se escribía haciendo alusión al comportamiento militar en las calles: “…saca la pistola porque no le sirven pronto el café con leche; la dispara si la mesera no le sonríe, y se come al dueño si la sopa tiene una mosca. Por eso es muy hombre. Si le gusta una mujer que va con su marido, injuria a éste y acaricia a aquella; si algo parece caro, baja el precio de una bofetada. Por eso se batieron aquí, allí, o en ninguna parte…para tener el derecho de la brutalidad”.
Ese mismo día, el 29 de marzo de 1917, fuerzas militares obedeciendo las órdenes de la comandancia, a cargo del general Benjamín Hill, clausuraron EL UNIVERSAL y encarcelaron a su director, quien fue aprehendido en su casa estando con su familia y encerrado en el sótano de la comandancia militar luego fue llevado a la Penitenciaría y luego regresado a la Comandancia, siempre incomunicado.
Una guardia militar permanente se instaló en las oficinas de EL UNIVERSAL, establecidas entonces en la calle de Madero 36, en el centro. Más tarde un juez de Distrito llamó “campaña moralizadora” la acción del diario y consideró que no había delito qué perseguir.
Aunque el conflicto legal terminó realmente varios meses más tarde, EL UNIVERSAL reapareció el 18 de abril de 1917 y por consecuencia la impresión real de su edición número 2000 también se retrasó.
Daba cuenta también en esta edición especial que su número de anuncios en el AVISO OPORTUNO había aumentado de un tercio de columna que tuvo su primer número en 1916, a 23 columnas diarias, o sea, 69 veces más en abril de 1922.
En su edición número 103, es decir, a los tres meses de existencia tenía cuatro columnas y media para continuar sin interrupción su marcha ascendente. Sección que actualmente sigue siendo la más conocida y popular del periódico con una enorme oferta de servicios y propuestas laborales.
Cubría desde temas políticos hasta la defensa de árboles
En otra de estas páginas de Suplemento de Aniversario se daba cuenta de variados temas que habían provocado controversias. Lo mismo estaba el diario en contra de las injusticias del Ejército y de otras entidades gubernamentales, que en defensa de los árboles tipo fresno, sauces, olmos y sabinos que estaban en Jardín Morelos, avenida Insurgentes, jardín de Catedral y numerosas calles de Santa María la Ribera de la capital.
Hubo una época en la que sus reporteros asistían a diario para dar cuenta de la tala implacable, “que en los más de los casos no presidió, sino absurdo afán destructor”, escribía. El diario levantó enérgica protesta cuando “un ayuntamiento incivil y salvaje, no respetó la ancianidad del “venerable ahuehuete del Convento de San Ángel”.
Narraba en sus planas: “no hubo bosque donde no se escuchara el golpe del leñador, ni calzada donde los copudos árboles no cayeran al impulso del salvajismo. Y, esta vez nos duele decirlo, nuestra campaña apenas fue fructífera”.
Posteriormente se dio la disposición de prohibir la tala de árboles aún dentro de las casas particulares, pero muchos “desaparecieron para siempre, aquellos copudos árboles que tan grata sombra nos prestaban”.
La transformación, clave del éxito
Fue en octubre de 1969 que el licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz toma la dirección de El Gran Diario de México, a partir de lo cual tiene un despegue marcado de modernización en infraestructura y contenidos.
El color acompañó algunas planas de EL UNIVERSAL desde sus inicios. Hubo cabezales en rojo en las primeras décadas, con las que se pretendía resaltar la importancia de aquellas notas. De igual forma, sus caricaturas fueron de las pocas páginas acompañadas a color. En las décadas de los 60 y 70 las páginas de sociales también tenían esta característica.
Nuestra primera foto a color en portada fue la de la visita del Papa Juan Pablo II, en enero de 1979.
En el marco del nuevo milenio, algunos de los cambios más importantes fueron los rediseños realizados en septiembre de 1999, cuando el diario renovó su portada y cabezal llenándose de colores, además de la renovada imagen del logo de la célebre águila.
Desde sus inicios el diario ha buscado innovar, estar siempre adelante en la información y en la búsqueda tan codiciada en el periodismo de notas “exclusivas” que influyan en la vida política nacional.
Y como usted, fiel lector, lo sabe, hoy EL UNIVERSAL se ha diversificado y se transforma acorde con la modernidad a través de plataformas multimedia que le ofrecen variados y contenidos específicos para cada una y al alcance de los modernos dispositivos.
Gracias a usted nuestro sitio web es el más visitado. Por eso también festejamos con nuestros lectores y ciberlectores estos primeros 103 años de vida, que no serían posibles sin su preferencia y fidelidad que es lo que nos da la fuerza para seguir adelante.
Hoy, el licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz sigue conservando la esencia con la que nació este diario: la libertad de expresión y el compromiso social. Él ha dicho que luego de estos 103 años, EL UNIVERSAL deberá seguir marcando la pauta del nuevo siglo, porque ya es parte de la historia nacional e internacional.
Fotos antiguas: Archivo hemerográfico de EL UNIVERSAL.
Fuentes: Suplemento de Aniversario de la edición número 2000 del periódico. Abril 1922. Suplemento de Aniversario del 1 de octubre de 1941. Archivo Hemerográfico y fotográfico de EL UNIVERSAL.