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Texto y fotos actuales: Salvador Corona
Diseño: Miguel Ángel Garnica
El 20 de noviembre de 1952 fue inaugurado el Estadio Universitario, obra de los arquitectos Augusto Pérez Palacios, Raúl Salinas Moro y Jorge Bravo Jiménez. Este hito del deporte citadino fue realizado casi en su totalidad con mampostería de roca volcánica y en la fachada luce el mural policromado "La universidad, la familia mexicana, la paz y la juventud deportista", realizado por Diego Rivera. Ocupa un área de 57,190 m2 y tiene aforo para 68,954 aficionados. Previo a los Juegos Olímpicos de 1968, el estadio fue intervenido, ampliado y acondicionado para ser una de las principales sedes de la XIX Olimpiada. Fue entonces que el estadio de la Ciudad Universitaria pasó a ser el Estadio Olímpico Universitario que conocemos hasta ahora. En ocasión de los Juegos Olímpicos de Río 2016, EL UNIVERSAL realiza esta entrega de diversos momentos que ha vivido este inmueble que sigue siendo un emblema del deporte en la capital.
Este espacio se convirtió en el escenario de varios acontecimientos que marcaron historia: por su pista de 400 metros corrió la primera mujer en encender un pebetero olímpico, además del atleta mexicano José Pedraza, ganador de una medalla de plata en la marcha de 20 kilómetros, así como el debut de varios atletas como Juan Máximo Martínez; ocurrió también el saludo del Black Power —una señal de protesta por los derechos civiles negros en Estados Unidos., que hicieron dos atletas afroamericanos (Tommie Smith y John Carlos) en el podio tras obtener medalla de oro y bronce en la carrera de 200 metros, al alzar su puño envuelto en un guante negro mientras sonaba el himno estadounidense—; así como la muerte de aficionados en 1985 y de ser en la actualidad el cubil del equipo de Pumas.
Así, en aquella inauguración de los olímpicos de 1968, los espectadores no sólo presenciaron el inicio de la justa deportiva —caracterizada porque los representantes mexicanos eran primerizos en competencias a nivel mundial, pocos tenían un pasado deportista—, también unas instalaciones de última tecnología y pudieron admirar los murales y grabados a su alrededor.
Uno de esos deportistas mexicanos fue Juan Máximo Martínez. Corredor que participó en diversas competencias de alto nivel y que se preparó años para representar a México en los 5 mil y mil metros planos en el Estadio Olímpico del México 68.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Juan Máximo relata que se preparó en grandes maratones en Canadá, Brasil, Alemania, Costa Rica, pero fue hasta el 68 que debuto en una olimpiada.
—Corrí en la Marquesa y el Desierto de Los Leones para tener mejores resultados; 10 a 20 kilómetros es lo que recorría, lo hice toda mi carrera como atleta, era muy común por parte de los amateurs que cada mañana se entrenarán cerca de esa zona del poniente de la ciudad.
—¿Cómo fuiste seleccionado para correr en las olimpiadas del 68?
—Me invitaron meses antes y acepté. Yo competía en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Juan, Puerto Rico, donde obtuve el tercer lugar y medalla de bronce en los mil metros, y luego me llamarón los del comité (olímpico) para ser parte del equipo.
En el segundo día de las olimpiadas en México, la conmoción seguía en las tribunas del coliseo del sur, y era la hora de Juan Martínez para luchar para ganar una presea; apenas tenía 22 años “Entrando al estadio sentí un gran nudo en la garganta, con ganas de llorar por toda la multitud que había ahí; en las tribunas gritaban ¡México!, ¡México!, una y otra vez, la emoción que sentía era indescriptible”.
El excorredor olímpico a sus 69 años de edad recuerda que una semana antes de su gran competencia pudo entrenar por unas horas en el Estadio Olímpico junto con otros corredores para probar la pista, y después solo pudo mentalizarla para ganar.
Llegó la hora: "El disparo se escuchó y empecé a correr. 20 vueltas para los mil metros en el Estadio CU y en toda la carrera iba a la cabeza, fue hasta la última vuelta que dos competidores que venían de África me alcanzaron y cruzando la meta me percaté que había llegado en cuarto lugar". La misma situación se repitió en los 5 mil metros planos.
Don Juan dice que él no tuvo el apoyo económico ni moral y que llegó desde lo más abajo para tener renombre en las olimpiadas, entrenado con los recursos que tenía a la mano.
Juan Máximo Martínez participó en competencias representando a México en 19 países de América, Europa y Oceanía obteniendo siempre los primeros lugares y poniendo el nombre de nuestro país muy en alto, incluso en Múnich 1972 participó en los mil metros, donde llegó en décimo lugar.
"Muy pocos recuerdan mi participación, aunque estoy en el salón de la fama de la Confederación Deportiva Mexicana (Codeme); el comité nunca me apoyó”.
Ahora, Máximo vive su vejez en su casa y con su familia, pues después de una fractura en el maratón de Boston 1973, donde se cayó y se rompió la rodilla, la rótula y hasta la fecha no puede caminar muy bien, tuvo que dejar las carreras, aunque no el atletismo: decidió ser entrenador de niños y jóvenes.
Cuna del futbol americano
Originalmente el Estadio Olímpico fue construido por las justas de fútbol americano, ya que era el deporte universitario en la década de los 50. Así, se inauguró el 20 de noviembre de 1952 con el clásico Pumas contra Poli.
Así lo relata en entrevista con EL UNIVERSAL, Mauricio, un hombre de 47 años, que asistía con su papá cada domingo a presenciar los encuentros universitarios de americano, donde observaba la separación de las porras, cada una en un lado distinto del estadio, y en el centro los intermedios mezclados; él observaba desde ahí.
“A finales de los 70 fuimos al partido de Águilas Blancas, del poli, y Cóndores, de la UNAM. Siempre lanzaban petardos, pero esa vez se escucharon dos muy fuertes que hasta el partido se paró como 30 minutos; en ese lapso de tiempo llegó una ambulancia hasta el campo para llevarse a los heridos que estaban en la gradas a ras de suelo. La gente murmuraba que alguien había muerto porque la persona de la camilla iba cubierta por completo”, relató Mauricio al recordar aquel encuentro deportivo que presenció cuando tenía 10 años.
Pero, retrocedamos unos años antes, cuando se celebraron los Juegos Olímpicos, cuando el estadio perteneciente a la Universidad Autónoma de México, tuvo que ser remodelado para la justa veraniega. Dentro de las modificaciones, que solicitó el Comité Internacional Olímpico (COI), fue que el campo y la pista fueron cubiertas con tartán.
Las torres originales de alumbrado desaparecieron para dar paso a otras de mayor tamaño. El marcador original fue trasladado al estadio de prácticas, cediendo su lugar una pizarra electrónica; las butacas se cambiaron por unas de concreto.
También el pebetero se quitó para colocar uno nuevo y más funcional. En la cabecera sur se construyó en la parte baja una rampa de acceso para las delegaciones deportivas, contraria a la entrada de maratón.
El Estadio Olímpico Universitario tiene capacidad para 68 mil 954 espectadores, un 20 % más al que tenía en un principio y dispone de estacionamientos que dan cabida a 2 mil 618 vehículos que antes de las olimpiadas no existía como se aprecia en la imagen comparativa.
La obra civil —en la cual participaron poco más de 10 mil obreros, quienes inclusive trabajaron las 24 horas del día— se construyó en solo ocho meses y su costo fue de 28 millones de pesos.
Un dato curioso, que comentó la guía oficial en CU, fue que es “el primer estadio en todo el mundo en contar con una caseta diseñada exclusivamente para transmisiones (…) situada en la parte más alta de la parte poniente”; conocida popularmente como “Palomar”.
Este estadio en la actualidad es la sede del equipo de futbol de Primera División de los Pumas.
El Universitario en la cultura
La fachada principal del Estadio Olímpico está decorada con un mural policromado en relieve, titulado "La Universidad, la Familia y el Deporte en México", obra del artista plástico mexicano, Diego Rivera, quien definió su creación monumental.
Incluso por los murales de Diego Rivera, el estadio fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el 2007 junto con el circuito de la UNAM. Es el único estadio considerado por la UNESCO como patrimonio en el mundo.
La fisonomía del estadio —algunos dicen que se asemeja a un sombrero de charro; aunque para otros simula el cráter de un volcán—; sin embargo, gracias a la disposición de los accidentes topográficos del terreno es que se logró tal forma. Está construido casi en su totalidad con base en mampostería de roca volcánica, aprovechándose al máximo el material propio del lugar.
Otro dato curioso de este estadio es que fue escenario de la cinta “The black scorpion”, un filme estadounidense de 1957 en el que la actividad volcánica libera escorpiones gigantes de la tierra, los cuales causan estragos en el entorno rural y, finalmente, amenazan la Ciudad de México. Precisamente, en una de las escenas se pude observar a un gigante escorpión en los pastos del estadio universitario.
Tragedia en el túnel 29
“Pisoteados mueren ocho aficionados al entrar al futbol”, fue el titular de la nota de ochos columnas publicada por EL UNIVERSAL el 26 de mayo de 1985.
“Ocho personas muertas, entre ellas tres menores de edad, más de 70 lesionadas y 21 detenidos, fue el resultado de los disturbios ocurridos ayer al medio día en los túneles e inmediaciones del Estadio México 68, después del partido Pumas y América”, describieron los reporteros Saúl López y Guillermo Valencia
La tibieza e imprevisión de las autoridades policiacas y de seguridad interna para controlar la asistencia, así como la agresividad de algunos de los aficionados, fueron los factores que provocaron la trifulca que culminó con muerte.
Así lo recuerda Mariana, una mujer de 49 años, que asistió a aquel clásico. Mariana, en entrevista con EL UNIVERSAL, relató que en aquel entonces tenía 18 años y asistió al partido en compañía de sus amigos aunque no tenían boletos: “No se debe perder un clásico”, era la frase que se convertía en ley.
“Había muchísima gente, pero nos dijeron que si nos íbamos por alguno de los túneles sí llegábamos a la cancha. Así lo hicimos pero al intentar pasar por uno, unos policías de la montada nos detuvieron y dijeron que nos retiráramos; no alcanzamos a ver nada porque había mucha gente. Entonces nos fuimos por otro túnel, pero pudimos pasar hasta el medio tiempo. Pero a la salida se puso muy feo, sí me dio, miedo. Se enfrentaron los policías con las porras. Todos nos fuimos corriendo. Fue tal la conmoción que yo perdí mis tenis; unos amigos me dieron un par que encontraron a la salida para que no me fuera descalza; tal parece que mucha gente perdió sus zapatos”.
Mariana recuerda que fue hasta el día siguiente en las noticias que se enteró de los muertos que hubo en el encuentro deportivo: “Sí había mucha gente en el túneles, yo creo que cuando no nos dejaron pasar en uno ya había pasado algo, pero se supo hasta el final y por eso se armó todo el relajo”.
Así, aquel día hubo muchas pérdidas, incluso el marcador quedó empate a ceros.
Quieren otra remodelación
Ha 63 años de la inauguración de este recinto, la afición pide una remodelación ya que es el único de los estadios que no tiene numeradas las butacas, no hay organización y en muchas ocasiones abarrotan la capacidad del recinto.
Josué Padilla Márquez, aficionado dijo a EL UNIVERSAL, que desea que se remodele el estadio (la cual debe contar con el permiso de la UNESCO), pues la considera necesaria para la comodidad de los asistentes.
“La butacas son muy antiguadas, los baños del estadio son muy reducidos y no tiene un buen drenaje. Incluso, la seguridad es muy mala”, dice el aficionado e integrante de la porra del equipo Pumas.
En años más recientes, lo que se añadió al estadio fueron rampas que permiten el acceso a la cancha en caso de que haya un sismo de gran magnitud; además de la pantalla gigante, la más grande del fútbol mexicano, con medidas de 25 metros de largo por ocho de altura y la cual cuenta con tecnología que le permite tener la misma calidad de imagen tanto de día y como de noche.
Fotos antiguas: Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL y Colección Villasana-Torres.
Fuentes: Archivo de EL UNIVERSAL, Juan Máximo Martínez, Josué Márquez, Confederación Deportiva Mexicana, Fundación UNAM, Comité Olímpico Mexicano, UNESCO, Servicios Generales UNAM, Libro La identidad olímpica de México 68.