Texto: Angélica Navarrete, Diana Laura Espinoza y Xochiketzalli Rosas
Fotos actuales: Diana Espinoza Laura
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
Con el tiempo fue evidente que los animales requerían espacios cada vez más amplios y acordes a su hábitat, aun estando en cautiverio. Así, nuestro zoológico se modernizó y adoptó medidas que imperaban en otros países para transformarse en uno de primer mundo, mejorando, en la medida de lo posible, las condiciones de vida de sus huéspedes.
Hoy vemos a los animales de lejos, pero en 1928 las focas del acuario podían prácticamente tocarse. El elefante recorría las “callejuelas” del zoológico con su domador, en pleno contacto con los visitantes, la gente podía montar a los dromedarios como si se tratara de un paseo a caballo y por varias décadas fueron populares los espectáculos circenses de elefantes y su domador.
Las nuevas generaciones ya no podrán disfrutar del viaje en el famoso trenecito que recorría el Bosque, y que se dejó perder, al punto que su estación estilo Art Déco, es ahora una tienda de recuerditos.
Alfonso Herrera, fundador del Zoológico de Chapultepec
Los antecedentes históricos nos hablan de un gran zoológico prehispánico en los terrenos que después ocupó el antiguo Convento de San Francisco, muy cerca de donde hoy se encuentra la Torre Latinoamericana, en el centro de la Ciudad. Pero el nacimiento del Zoológico de Chapultepec que conocemos hoy fue hasta la década de los años veinte.
El médico farmacéutico Alfonso Luis Herrera, director en 1922 del entonces Museo Nacional de Historia Natural de la capital, fundó ese mismo año el Jardín Botánico del Bosque de Chapultepec e hizo construir un invernadero. En su proyecto también consideró recrear la colección que tenía el emperador azteca Moctezuma con especies nativas de nuestro país, por ello se le considera el fundador del Zoológico de Chapultepec. Este médico falleció en 1942 y por él es que desde 1945 este lugar también lleva su nombre.
El 2 de abril de 1922, EL UNIVERSAL daba cuenta del inicio de los trabajos para la creación de un Parque Zoológico y un Jardín de Plantas en la prolongación del bosque de Chapultepec, por órdenes de la entonces Secretaría de Agricultura y Fomento.
Fortunato Dosal, entonces secretario de Agricultura, apoyó el proyecto. Se pensó que el zoológico tuviera una extensión de 65 mil 912 metros cuadrados y en el centro se colocaría un invernadero con cerca de 15 mil variedades de arbustos. En la actualidad mide más del doble de aquel entonces con más de 170 mil metros cuadrados.
En aquel 1922 la Secretaría de Agricultura y Fomento dio la orden de concentrar en la ciudad la mayor cantidad posible de fauna mexicana para que fueran enviados a este nuevo zoológico, pues en ese entonces el Museo de Historia Natural daba albergue a las especies animales, que a decir de la nota de EL UNIVERSAL, estaban en “malas condiciones… y pésimamente acondicionados…con pequeñas jaulas” en las que se encerraba a “muy valiosos ejemplares que han perecido”.
El zoológico se terminaría en tres meses, sería de libre acceso al público y, sobre todo, estaba especialmente hecho para quienes no disponían de automóvil y buscaban otra clase de distracciones.
La nota de EL UNIVERSAL informaba que se formaría una colección de especies digna de la ciudad de México y que se pondría especial atención a los animales criollos, pues en los bosques del país abundaban leones, tigres, leopardos, águilas y reptiles grandes; también se comprarían ejemplares raros en el extranjero.
Se mencionaba que se cambiarían especies locales por animales que abundaban en otras naciones, como búfalos y focas en Estados Unidos, por ejemplo. En estos años el gobierno aprobó un gasto de 50 mil pesos para la formación del Parque Zoológico y Jardín botánico.
Así, finalmente, el Zoológico de Chapultepec abrió sus puertas el 6 de julio de 1924.
Peludo personaje tomaba varias tazas de café
Años más tarde, Hernán Rosales narraba —en su texto publicado el 10 de mayo de 1928 en EL UNIVERSAL ILUSTRADO, titulado “Un Domingo entre los habitantes del Jardín Zoológico”—, que había llamado su atención un gran mono, al parecer de la especie gorila, que por su aspecto parecía feroz.
“Mira con reserva agresiva y su andar es lento… fijándose bien, este ejemplar podría venir del antiquísimo tipo Hombre de Neanderthal…”, escribía el reportero de esta casa editorial.
Así, describió que entre los animales del Zoológico de Chapultepec había un elefante de la India: “Es viejo como un reposo franciscano… nunca mira de frente. Su domadora es una señorita norteamericana, exclusivamente contratada para cuidar al paquidermo, lo acaricia como si fuera un niño y acompañada de un negrito, que según parece es su ayudante, procede a soltar al monstruo para llevarlo de paseo para que juegue en una enorme charca especial para él”.
El elefante caminaba jubiloso por las lindas callejuelas de aquel jardín-zoológico levantando la trompa, “que es el signo de la risa de ellos, mientras grupos de niños y personas lo rodean y comentan su grandeza”. Las cebras africanas, dijo, parecen seres electrizados que van de aquí para allá en un eterno susto.
“Entre los animales más inteligentes, está uno traído de lejano continente”, se refería al chimpancé. Era un “peludo personaje que come delicadamente todo lo que se le ofrece. Desayuna varias tazas de café como un serio lord y maneja hábilmente los utensilios que le sirven para comer, a tal punto que siempre causa admiración general”.
Rosales comparaba a la jirafa con la menor de las antenas inalámbricas que estaban en Chapultepec. De los leones decía que eran “los grandes señores” del jardín, enormes hasta en su tristeza. “Mientras la hembra duerme, él se yergue con altivez y mira a la gente que rodea su jaula con cierto aire de desprecio”.
Los bisontes semejan monjes benedictinos en actitud de chisme conventual. Las focas, los animales con los ojos más lindos, nadaban en su laguna de agua helada y límpida, juguetean como quinceañeras ante la expectación de los visitantes.
El verde de las plumas de los loros, describía, brillan intensamente con el sol de abril, charlan y charlan. Mientras que, a lo lejos, el rugir del tigre le hacía sentir el dolor de las pasiones oprimidas. En general, el ruido de las aves llenaba el jardín zoológico de un encanto delicioso y extraño.
Antes de los años 50 este parque tenía como objetivo ser un lugar de recreación donde se exhibían especies de animales populares. Fue en los años 50 y parte de los 60 que el entonces regente capitalino Ernesto P. Uruchurtu decidió renovar y adquirir nuevas especies animales para dar un nuevo aire al zoológico.
El chimpancé que fumaba y escupía agua a la gente
Cómo olvidar a aquel gran chimpancé de los años 70 que pedía cigarrillos a sus visitantes para luego fumarlos con estilo en una esquina de su jaula. Era común que la gente provocara su enojo, pues tomaba agua y la escupía contra la multitud que corría entre risas para alejarse de él.
Hoy decenas de personas atraviesan las puertas del Zoológico de Chapultepec para ver a los más de mil 200 ejemplares que resguarda el lugar. Los niños corren a las jaulas y los adultos se enojan cuando los animales no salen de sus guaridas y no pueden observarlos.
Otros lamentan que ya no estén animales como el oso polar; los que más se extrañan son los elefantes que ahora viven en el Zoológico de Aragón.
“Uy, ya no están los elefantes, ¿recuerdas cuando hace años te tomé una foto con ellos?”, escuchamos le pregunta un padre a su hijo adolescente en un recorrido que realizó EL UNIVERSAL en el zoológico.
De hecho, hubo una época en la que los paquidermos realizaban actos circenses a medio día y el espectáculo se anunciaba mediante un altavoz que se escuchaba en todo el zoológico para que la gente acudiera a tiempo para ver las suertes de estos animales.
Los primeros osos pandas en México
Entre los huéspedes más queridos y famosos del zoológico están los osos panda gigantes. Uno de los acontecimientos más importantes con estos animales ocurrió en 1981 con el nacimiento de Tohuí.
Esta osita panda, que fue bautizada como Tohuí, nació 21 de julio de 1981 en el Zoológico de Chapultepec. Esta panda fue hija de Ying-Ying y Pe-pe, una pareja de pandas gigantes que fueron regalados a México por el gobierno chino el 10 de septiembre de 1975, cuando contaban con 9 y 8 meses de edad, respectivamente.
Tohuí no fue la primera cría de esta pareja de pandas. El 10 de agosto de 1980 tuvieron a Xen-Li, pero sólo vivió ocho días, pues, según dio a conocer una nota de EL UNIVERSAL, el nerviosismo de la osa madre —provocado por los tumultos que se formaron en torno a su “vivienda” al anunciarse el suceso— propició que ésta se recargara sobre el producto y lo asfixiara.
Así, Tohuí se convirtió en el segundo panda en nacer en cautiverio fuera de China, pero el primero en sobrevivir. Por eso, tras el nacimiento de la cría se implantó un estricto dispositivo de seguridad y vigilancia para que el desarrollo de la panda no se viera interrumpido, no como había sucedido con Xen-Li; además, se impidió el acceso a fotógrafos al área del cautiverio e, incluso, durante semanas se evitó que visitantes del zoológico se acercaran demasiado al lugar para que no le provocara irritación o nerviosismo a la madre Ying-Ying.
Los pandas alcanzaron tal notoriedad que la primera dama de México, Carmen Romano, pidió se creara una canción en honor a la osa recién nacida, incluso el zoológico lanzó un concurso para poner nombre al pequeño inquilino, ganó el nombre de Tohuí. Así la melodía “El pequeño panda de Chapultepec” fue interpretada por la cantante Yuri. El video clip de la canción fue grabado dentro del propio Zoológico de Chapultepec.
Cuando la panda Tohuí cumplió un año, en 1982, el zoológico de Chapultepec organizó un festejo en donde hubo hasta pastel para esta “niña”, fiesta a la que fueron invitados varios niños visitantes quienes pudieron hasta acariciar al ejemplar.
Esta osa panda tuvo una hija de nombre Xin Xin concebida vía inseminación artificial de un panda llamado Chia Chia que se encontraba en el Zoológico de Londres.
El 16 de noviembre de 1993, a los 12 años, Tohuí murió víctima de una crisis de leptospira (mal intestinal). Fue sepultada, a diferencia de los restos de sus padres que fueron disecados. El espacio de estos ejemplares sigue siendo uno de los más visitados.
Gran remodelación del zoológico en 1994
El primero de agosto de 1994 el Zoológico de Chapultepec fue reinaugurado por el presidente Carlos Salinas de Gortari, luego de una remodelación que incluyó 108 exhibidores para observar a 220 especies de un total de mil 294 que estaban en reclusión. La intención fue que los visitantes conocieran las plantas y el clima entre los cuales vive cada especie. Así, cada exhibidor tiene una placa con una breve explicación.
El entonces regente, Manuel Aguilera, afirmó que sería un ejemplo ecológico pues, además, estaría alumbrado por celdas solares ubicadas en zonas estratégicas. Contaba con dos cisternas, una para agua tratada y otra para agua potable.
El aviario tendría capacidad para 500 aves de 40 especies, en más de 700 metros cuadrados, inspirado en la casa de las aves de Moctezuma y se anunció que 185 médicos veterinarios cuidarían de la fauna en cautiverio. El proyecto tuvo un costo de alrededor de 230 millones de nuevos pesos.
Los habitantes del zoológico de Chapultepec ya no estaban en rejas, sino en grandes espacios denominados “hábitats” de zonas clasificadas en: desierto, pastizales, franja costera, tundra, bosque templado y bosque tropical. El tiempo de remodelación fue de poco más de dos años. El zoológico comprendía 174 mil 583 metros cuadrados en total, entre andadores, construcciones, sobre todo rocas artificiales, casas de noche para los animales, un hospital y áreas verdes.
Se hablaba entonces de que las especies estarían vigiladas por especialistas zootecnistas de acuerdo con sus distintos climas, pues se procuraba que en la medida que tuvieran espacio y ambiente adecuado, tendrían salud y seguridad.
Hoy, instalaciones y habitantes lucen descuidados
Las comparaciones entre el viejo zoológico y el actual se acentúan cuando se les mira cuarenta años de distancia. Un comerciante de juguetes en Chapultepec (quien pidió guardar el anonimato) platicó con EL UNIVERSAL sobre cómo era el zoológico cuando entró a trabajar en la década de los 70.
En esos años, vendía tortas a un peso adentro del recinto y recuerda cuando un pequeño tren recorría todo el zoológico; la estación aún puede verse a la entrada, sólo que hoy es la tienda de souvernis.
“Entonces sí había animales. Estaban los elefantes, las jirafas, los camellos y el rugido de los leones se escuchaba hasta afuera del lugar. Además, al mediodía sacaban a los elefantes y hacían trucos tipo circenses, como subirse en un banco”, recuerda.
El comerciante considera que el cuidado de los animales era mejor antes, pues “no se morían tan seguido. Al paso que vamos, mis nietos no van a alcanzar a verlo. Está muy rudo por todo lo que no hacemos, ni comerciantes, ni autoridades, ni público. Nos hace falta mucha educación. El zoológico tiene un valor inigualable a nivel mundial. ¿Cuánta historia no guarda?”, comenta con tristeza.
Uno de los principales problemas que ha identificado es el de la limpieza. Asegura que las autoridades le invierten mucho dinero para hacer tan poco, pues los fines de semana está sumamente sucio.
Con él coinciden Aníbal Marcos y Martina, visitantes entrevistados en el lugar. “Recuerdo que el zoológico estaba más limpio antes, el cuidado de los animales ha empeorado, se ven descuidados los lobos mexicanos”, dice Aníbal.
La muerte de Bantú evidenció un gran descuido general
La muerte del gorila Bantú —único macho de su especie en México— el pasado 7 de julio, es sólo una muestra del descuido general que actualmente se registra dentro del Zoológico de Chapultepec y del que ha dado seguimiento puntual EL UNIVERSAL.
Para nuestra entrevistada, la señora Martina, hay menos animales, pues muchas áreas que antes tenían animales, ahora están cerradas. Respecto a la muerte del gorila Bantú piensa que hubo negligencia en la administración de la anestesia. “¿Cómo es posible que pase eso?”, se pregunta.
El área donde están los hipopótamos luce en descuido y al pasar por ahí el aroma es nauseabundo provocado por el agua estancada y concentrada de color verde. De igual forma, hoy lucen algunos letreros que advierten de trabajos de remodelación en varias zonas del zoológico, donde no hay animales en exhibición.
Sin embargo, otros visitantes piensan que el Zoológico de Chapultepec aún preserva su “magia” y que, incluso, ha mejorado.
Amado y Catalina (ambos de 60 años de edad) dicen que el zoológico está más organizado, con respecto a décadas pasadas. “Se siente uno más seguro con los barandales, antes se acercaba uno más a los animalillos y unos estaban libres”, señala el señor Amado. Hace años, él llegó a disfrutar el área de delfines en el zoológico. También había cocodrilos y otros reptiles por los que ahora se tiene que pagar para verlos (al igual que a los insectos y mariposas), pero lo que más les gusta es que siempre se puede pasar ahí un buen día en familia.
Júbilo, autor de un texto publicado por EL UNIVERSAL ILUSTRADO en 1924, decía que era necesaria la creación de este Parque Zoológico porque acercaba a la naturaleza, pero que para ello alguien debía sacrificarse.
Así, “por una desventura necesaria e inevitable les corresponde el papel de víctimas a los animales. ¡Lo sorprendido que estarán los pobres cautivos!… es ineludible que no buscarán en la limitación de su cerebro una causa para su cautiverio… ellos se preguntarán —como lo hacen los hombres—: ¿Qué hemos hecho? Sólo su instinto les advierte que ha ocurrido algo muy grave”.
Fotos antiguas: Archivo fotográfico EL UNIVERSAL y colección Carlos Villasana-Torres.
Fuentes: EL UNIVERSAL 1922 y 1994, EL UNIVERSAL ILUSTRADO 1928. Página oficial del Zoológico y Bosque de Chapultepec. Cartas de Relación de Hernán Cortés. Entrevistas con visitantes del zoológico y con un comerciante del lugar.