Texto: Alejandra Chavarría
Fotos actuales: Tania Victoria
Diseño web: Miguel Ángel Garnica

En el Parque de La Bombilla, a unos pasos del Monumento a Álvaro Obregón, se encuentra el señor Abraham Montes de Oca Eloisa, de 75 años, quien lleva más de la mitad de su vida dedicado a la venta de globos.

“Todo ha cambiado bastante. Antes sólo se vendían globos elásticos. Aprendí a barnizarlos y a hacer figuras; ahora ya sólo se venden los metálicos”, rememora el globero de ajada piel y mirada triste, que contrasta con la vistosidad de los productos que vende.

Todavía recuerda con nostalgia cuando vendió su primer globo en el Parque Hundido. “50 centavos costaba un globo con forma de gusano por allá de 1956, 150 veces más comparado con los casi 70 pesos que cuesta un globo mediano en la actualidad”. A don Abraham le gustaría regresar a la vieja tradición del globo artesanal; sin embargo, sabe que ahora poca gente pagaría por ese trabajo.

“Prefiero los de antes, se trabajaba más, pero se ganaba más. Lo elaborábamos nosotros, cobrábamos nuestro trabajo”, dice el globero originario de Guerrero, quien emigró con su familia a la capital en la década de los 40.

El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios
El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios

Ha visto crecer a sus clientes

Al ser el último hijo de una familia de doce, tuvo que aprender el oficio a corta edad. Fue su hermano Eloy quien le enseñó el arte de elaborar globos en forma de tortugas, lámparas, cocodrilos, ratones. Recuerda diversos escenarios de la ciudad, donde don Abraham encontró importantes sitios de venta como “Chapultepec viejo” y su Montaña rusa.

“Antes había menos globeros, no había mucha competencia. Lo que vendemos ya es igual siempre. En fin de semana se vendía mucho, ahora no. Entre semana a veces compran. Hay días que sólo estoy vuelta y vuelta, ya no se trabaja como antes”, dice con voz cada vez más queda, simulando un globo que se va desinflando. Dice haber visto crecer a sus clientes. “Muchos me dicen: ‘vengo comprar globos para mis hijos o mis nietos’”.

Encargado de mantener a una familia, se siente agradecido porque por los globos tuvo la oportunidad de llevar sustento todos los días a su esposa e hijas. “Me gusta mantener a mi familia, el dinero que gano es para ellas. Es el trabajo más decente que puede haber”, comenta el guerrerense. “Lo que se siembra se cosecha. Sembré amor, cariño y eso es lo que estoy recibiendo”.

El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios
El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios

El arte de los globos

“Mi tío me enseñó el oficio, me gustaba verlo pintar los globos, hacer figuras. Su elaboración era un ritual”, describe el hombre que se sitúa en las esquinas de Insurgentes Sur y Miguel Ángel de Quevedo.

"A esos ¨bonches¨ de globos les llamamos cargas; así, los acomodamos para que den vista y llamen la atención de la gente", explica Gabriel Nájera Montes de Oca, el otro de nuestros entrevistados, familiar de don Abraham, quien pertenece a un importante linaje de globeros: los Montes de Oca, pioneros en la venta de globos en la capital.

Este hombre de 63 años tiene 56 laborando como globero. Empezó a los siete años de edad a vender pelotas, tortugas, gusanos y esferas de látex multicolores en el mercado de Mixcoac. “Mis tíos fueron los primeros vendedores en Chapultepec", nos narra y agrega que su tío Erasmo Montes de Oca fue el encargado de aleccionarlo en el arte de los globos.

“No es cualquier cosa, tiene un proceso delicado. El globo lo venden por temporadas en diciembre u octubre. Se busca el mejor látex para pintar”, menciona Gabriel y continua: “Hay que barnizar el globo para hacerlo durar más de siete días. Se debe hervir el globo, lavarlo, volverlo a calentar, inflarlo, pintarlo y barnizarlo”.

Nájera comenta que en 1989 solía hacer de su esquina un mosaico artístico lleno de color. En temporada decembrina solía inflar hasta 60 gusanos y muchas figuras como chapulines, arañas, jirafas.

“Ahora ya no. Hay globeros que son globeros al vapor. No es como antes, que el globero andaba con su silbatito; ya no hay de eso. La gente ahora prefiere los globos metálicos, lo otro ya pasó a segundo término”, expresa con tristeza.

El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios
El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios

Herencia familiar

La familia defiende su patrimonio, el negocio que con esmero comenzaron los hermanos Erasmo Montes de Oca, Eloy Montes de Oca y Valente Montes de Oca, y prevalece como vestigio de aquellos tiempos en los que con 50 centavos o un peso, los niños se llevaban a casa una sonrisa hecha globo.

“Es difícil que alguien que no sea de la familia llegue a vender en esta zona, tuvimos malas experiencias con personas a las que ayudamos y después quisieron sacar a los de casa”, dice Gabriel.

A la competencia se suma otro problema, estos globeros dicen que ya no hay días en los que la venta sea mejor. “Ya no hay días fuertes de venta. El 14 de febrero, ya no; tampoco el 4 y 5 de enero; menos el 9 y 10 de mayo. Te puede ir mejor un día cualquiera porque ganas más, y no el día que esperas que vas a vender”, expresa.

Para el señor Nájera, los globos metálicos de hoy son un lujo que no cualquiera puede costear. “Inviertes mucho dinero en helio, el globo vale 70 u 80 pesos, ya no cualquiera lo compra. Esto es un lujo porque no está al alcance de mucha gente”, menciona.

El veterano globero desea que vuelva la bonanza de ventas como la que experimentó a finales de la década de los 80. “Me doy cuenta que sí hay crisis, se siente, no hay dinero. Antes había tres niveles, ahora o eres rico o eres pobre”.

El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios
El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios

"Soy un personaje de la calle"

La historia de vida de este globero está caracterizada por múltiples dificultades y deseos frustrados. El señor Gabriel Nájera comparte vivienda con la contaminación, la lluvia, la inclemencia del sol, alimañas y automóviles. Y es que desde hace 27 años llegó al parque San Luis Potosí en San Ángel.

“Tengo mi casa, pero la vida de la calle me empezó a gustar por la comodidad de no tener que transportar los globos y el gas. Soy un personaje de la calle, noté que la venta de globos era mejor por la noche; de esa manera pude costear la escuela privada de mis hijos”, confiesa.

Gabriel comenta que ser globero le ha traído buenas satisfacciones, pese a la vida complicada y llena de limitaciones que tuvo en su adolescencia.

“Conozco muchas historias de la calle, yo soy calle. La vida me golpeó lo que quiso, estuve carente de muchas cosas, y este oficio me permitió varios lujos”, dice Gabriel, quien se encargó de sus padres, sus hermanos y abuelos desde pequeño.

Creció en situación de abandono, pronto encontró una compañía que mitigaría la sensación de soledad a la que fue expuesto. Muy joven conoció los vicios, alcoholismo y drogadicción, dice que lo hicieron sentirse importante, imponente, autosuficiente.

A los 18 años se casó con la mujer que hasta el día de hoy es su esposa, juntos tienen cuatro hijos, a los que prefirió no privar de todo aquello que él no pudo tener en su juventud; sin embargo, repitió el viejo modelo. Se sacrificó para sacarlos adelante, pero al final le reclamaron que nunca estuvo con ellos en los momentos importantes.

“Dañé a mi familia y también fui dañado, mi compañera era la botella de alcohol. Hay cosas como los reproches de mis hijos que me los tuve que tragar”, dice con voz entrecortada, a quien también apodan "El apenitas".

El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios
El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios

“Nunca le has regalado un globo a Dios", se dijo

Seguidor de la teoría de Darwin, Gabriel rechazaba cualquier dogma que evocara a un Dios. Pero un día, eso cambió.

“Te van sucediendo cosas, y te preguntas ¿por qué me pasa esto? La gente a mi alrededor cuestionaba mi falta de fe, yo estaba reacio, necio, pero por experiencias aprendí que sí hay alguien allá arriba que se encargó de dotarnos de este cuerpo y la vida. Se me han escapado miles de globos, y un día dije: ¿por qué nunca le mando un globo de los nuevecitos a Dios? Como para decirle que ese era para él. Hasta codo te vuelves. No me salían las cosas, seguía en mi mentalidad de que Dios no existe, pero la vida me puso pruebas”, asegura el globero, quien hace tres meses dejó atrás su vicio por el alcohol y se unió a un grupo de Alcohólicos Anónimos.

El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios
El globero que curó su alcoholismo con un globo para dios

Sus clientes y sus historias

Así como hay historias felices, “El apenitas” sabe que en la vida no todo es como uno planea o espera, y de eso ha sido testigo, pues cual psicólogo, este globero también ha estado para reconfortar a algunos clientes tristes.

“Cuando conoces a tus clientes, vienen y te compran globos para la novia, luego vienen por globos para celebrar la boda. Ya luego vienen y presumen a sus hijos. Yo les invito su primer globo de pura alegría. Lo más triste es cuando vienen y te dicen que quieren un montón de globos porque su hijo acaba de morir y se los van a mandar al cielo. Es lo más triste”, cuenta Gabriel.

También platica la anécdota de una clienta que cada ocho días va por un globo en forma de corazón para enviarlo a su marido, quien falleció hace tiempo.

“El día del padre, vino una señora acompañada de su hijo por un globo de corazoncito para su marido. Le dejé muy barato el globo, lo amarré en la mano del pequeño pero la mujer me explicó que no era para él, era para su papá que ese día cumplía cuatro meses de haber muerto”, narra.

El señor Gabriel dice que después de los más de cincuenta años en esa esquina, ya sabe a qué clientes esperar. Así como a la señora que compra únicamente globos verdes, el día de muertos, pues a su hija le gustaba ese color. O una persona que desde hace quince años le vende 24 estrellas y seis gusanos el 31 de octubre, en ofrenda a un pariente que falleció.

Una familia de globeros que por experiencia propia y por lo que viven a través de sus clientes, día a día experimentan alegrías, tristeza, dolor y satisfacciones.

Estos hombres que en su vida padecieron las complicadas vicisitudes de una vida llena de carencias llevaron incontables alegrías y sonrisas a miles de niños ilusionados, novios enamorados, padres orgullosos, matrimonios felices por medio de las cargas de globos.

Fotos antiguas: Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL.

Fuentes: Entrevistas con los globeros Abraham Montes de Oca Eloisa y Gabriel Nájera Montes de Oca, vendedores tradicionales de la avenida Insurgentes.

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