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Texto y fotos actuales: Luis Javier Maciel Paniagua
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
El auditorio Che Guevara de Ciudad Universitaria estaba abarrotado de estudiantes de la UNAM y del IPN un 4 de junio de 1971. Era un día de fiesta: el gobierno de la Ciudad de México acababa de liberar a los últimos estudiantes presos en Lecumberri con motivo de la marcha del 2 de octubre de 1968. También habían regresado del exilio en Chile otros líderes del movimiento estudiantil. Había muchas cosas pendientes por discutir y se discutieron.
“Todos los líderes de 1968 salimos de prisión en mayo de 1971 o regresamos de nuestros años de exilio en Chile. Teníamos el deseo de hacer una movilización para expresar que habíamos sido víctimas de un crimen de Estado y de una prisión inadecuada”, comentó en entrevista a EL UNIVERSAL Jesús Martín del Campo, líder estudiantil preso en el 68 durante meses en la crujía “C” de Lecumberri.
“Surgió un movimiento de la Universidad de Nuevo León que reclamaba una ley orgánica que permitiera mayor participación de la comunidad universitaria. Se había impuesto a un rector militar y los estudiantes protestaron. Un comité de lucha estudiantil coordinó una movilización de solidaridad con esta universidad el jueves 10 de junio de 1971, del Casco de Santo Tomás hasta el Zócalo capitalino. ¿Quién iba a pensar el presidente Echeverría, ex secretario de Gobernación de Díaz Ordaz, había planeado un ataque con un grupo paramilitar ese día para atacar a la insurgencia, como nos llamaban?”, cuestionó.
Jesús Martín tuvo un mal presentimiento esa tarde. Fue con su esposa, Etelvina, a la marcha convocada. Debían reunirse al mediodía, pero por cuestiones de trabajo sufrió un retraso. Cuando se percató que la estación Normal de la Línea 2 del Metro estaba cerrada, supo que algo iba mal.
Bajó en la siguiente estación, San Cosme, y observó que en las calles colindantes a la Benemérita Escuela Nacional de Maestros había grupos de granaderos y jóvenes que empezaban a corretear a los manifestantes. Se oyeron disparos y corrió en sentido contrario a refugiarse. Una puerta se abrió y unos brazos solidarios lo jalaron, junto con otro joven, al interior de una casa. Su hermano Edmundo, de 20 años, también estaba entre los agraviados… y no sabía nada de él.
La Benemérita Escuela Nacional de Maestros surgió como consecuencia de las Leyes de Reforma, que obligaban al Estado a brindar a la población educación laica, pero como no había instituciones educativas ajenas a la Iglesia en el país se tuvo la necesidad de formar profesores. A iniciativa de Ignacio Manuel Altamirano, en 1882 se fundó la Escuela Normal para Profesores de Instrucción Primaria.
En 1924, correspondió a Lauro Aguirre encabezar una radical transformación en la institución. Asumió la dirección del plantel para convertirlo en 1925 en la Escuela Nacional de Maestros.
Anteriormente la institución tenía su sede en el Palacio de la Autonomía; no obstante, en 1948 fue construido su edificio actual, entre avenida de los Maestros y la calzada México-Tacuba. A inicios de este cambio, todas las escuelas normales de la capital operaban ahí: las Escuela Nacional de Educadoras, la Escuela Nacional de Profesores y la Escuela Nacional de Maestros. Con el paso del tiempo, las dos primeras se mudaron de sitio.
Al cumplir sus primeros cien años de vida, en 1987, se le otorgó el nombre de Benemérita Escuela Nacional de Maestros, debido a que más de cien generaciones egresadas de sus aulas se distribuyeron a todo lo largo del territorio nacional e impartieron clases.
El gran diario de México recorrió los alrededores e instalaciones de la Escuela Nacional de Maestros. Actualmente es sede de la licenciatura en Educación Primaria y tiene vínculos con escuelas primarias de experimentación en su interior. En sus alrededores, lonas resguardan los puestos ambulantes de dulces y comida, y a un costado de la entrada, reposa la monumental escultura 10 de junio no se olvida de Sebastián, inaugurada en 2011 con motivo de los 40 años de la masacre.
Óscar Cortés Jiménez, profesor y académico en la Escuela Normal de Maestros, relató los acontecimientos del llamado Jueves de Corpus: “los estudiantes no pidieron permiso al gobierno de la Ciudad de México para realizar esta marcha, pero ya la policía sabía. Entonces, en la calle Melchor Ocampo (aledaña a la Escuela Nacional de Maestros) llegaron los camiones de granaderos en un primer momento, luego llegaron más en las calles que salen al Circuito Interior”.
“Cuando empezó la manifestación a caminar del Casco de Santo Tomás hacia “La Normal”, a la mitad de la avenida de los Maestros se puso un cerco de policías y la vanguardia de la marcha comenzó a dialogar con ellos. Manuel Marcué Pardiñas, director de la revista Política de aquel entonces fue el primero en decirles que debían continuar con su recorrido hacia el centro de la Ciudad. Los muchachos entonaron a capela el Himno Nacional Mexicano y empezaron a avanzar”, continuó Óscar Cortés.
También, junto con los granaderos, contó a EL UNIVERSAL que un grupo denominado Los Halcones, se presentó para contener a los estudiantes: “Los Halcones era un grupo de paramilitares que al parecer, según lo que ya se ha investigado, formaban parte de los responsables del 2 de octubre de 1968. Les pagaban una miseria y vivían de manera marginal. Llegaron en camiones a donde estaba el Cine Cosmos, en la esquina de México-Tacuba con Melchor Ocampo. Venían armados con kendos y bajo sus chamarras traían armas de fuego”.
“Cuando los manifestantes casi llegaron a la puerta de “La Normal”, Los Halcones bajaron de sus camiones, gritaron ‘Che, Che, Che Guevara’ y comenzaron a golpearlos con los kendos. Después de unos minutos sacaron las armas y dispararon directamente sobre los muchachos. Los policías en Melchor Ocampo y Los Halcones encerraron a los estudiantes desde las calles aledañas a la avenida, quienes estaban confundidos porque creyeron, por su ropa y consignas, que sus agresores eran estudiantes también”.
“La parte de atrás de la marcha corrió para escapar a Santo Tomás. Otros se metieron a las calles para encontrarse a más halcones. Unos cuantos se metieron a las casas aledañas y otros más se metieron a la Escuela Nacional de Maestros. Lo más grave es que, al parecer, ya había francotiradores al interior de la escuela y desde el techo balearon a los muchachos que entraron. Se dio una refriega en la que muchos jóvenes cayeron muertos” afirmó.
Jesús Martín del Campo sostuvo que desde las 5:14 de la tarde, no pararon los balazos y la persecución a los estudiantes en la escuela, las casas de la colonia o en los hospitales cercanos, durante más de cinco horas: “Nos sorprendieron y nos atacaron con un grupo de más de mil 200 halcones. Eran jóvenes, algunos con cabello corto, entrenado en técnicas militares, en kendo y karate. Produjeron más de 120 muertos, entre ellos un hermano mío, de nombre Edmundo, que tenía entonces 20 años”.
En el libro Halcones nunca más. Memoria sobre la impunidad, se rescata el suceso de la muerte de Edmundo Martín del Campo. Un amigo de los hermanos, Carlos, avisó sus compañeros que Edmundo había caído cerca del cine Cosmos, por una bala expansiva que le atravesó el tórax. Entre varios lo arrastraron hasta Tláloc número 4, donde unas personas los ayudaron a meterlo en la vecindad donde murió. Jesús tuvo que ir a la morgue a reconocer a su hermano horas más tarde.
Jesús y su familia decidieron no levantar una denuncia, pero en 2002, cuando Vicente Fox creó la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, decidió levantar la denuncia: “Con el paso del tiempo logramos que con la fiscalía se abrieran expedientes muy importantes. Sí sentaron en el banquillo de los acusados a Luis Echeverría, porque ya Díaz Ordaz había muerto, y a militares que tuvieron que ver con el operativo del 2 de octubre y del 10 de junio. Desde luego negaron toda responsabilidad, pero se abrió el expediente y Echeverría fue sancionado, estaba en reclusión domiciliaria, por ser el comandante supremo de las Fuerzas Armadas”.
Al día de hoy, Martín del Campo lamenta que casos similares se sigan presentando: “Ahora, con Ayotzinapa, aparecen nuevos elementos que nos hacen augurar tiempos difíciles y la necesidad de continuar luchando por que no haya impunidad en este país. Hay que continuar como sociedad exigiendo el esclarecimiento de los crímenes del pasado y los de ahora”.
“Si alguien va a la cárcel no vamos a recuperar la vida de mi hermano, pero no debe haber impunidad para el cinismo y la crueldad que caracterizaron muchas etapas del régimen del PRI”, reforzó.
Foto antigua: Archivo fotográfico y hemerográfico de EL UNIVERSAL
Fuentes: Entrevista a José de Jesús Martín del Campo Castañeda, entrevista a Óscar Cortés Jiménez, sitio web de Benemérita Escuela Normal de Maestros, documental La memoria indómita, libros Huella sin castigo (2011) de Fritz Glockner; 10 de junio... no se olvida (2004) de Jesús Martín del Campo Castañeda; y Halcones nunca más. Memoria contra la impunidad (2011) del Comité Autónomo del 40 Aniversatio de la Masacre del Jueves de Corpus.