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Texto: Gibrán Casas
Fotos actuales: Gibrán Casas y Xochitl Salazar
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
¿Alguna vez has imaginado cómo es un día de trabajo de un Niño Gritón de la Lotería Nacional? Según la costumbre, lo primero que tiene que hacer es anotar su nombre en la lista de asistencia. Después se le entrega la “porra”, un papelito con la frase que deben recitar para conmemorar el evento especial que se celebra ese día, y que aparece en los cachitos del último sorteo.
EL UNIVERSAL acompañó a Yael Gómez Cruz —quien es uno de los niños gritones con mayor edad, tiene 13 años, y el más alto— a vivir un día de sorteo en la Lotería Nacional.
Tras memorizar la “porra” y recitarla un par de veces, todos se juntan para realizar los ejercicios de dicción, que consisten en movimientos con la lengua para agilizarla, después “cantan” en voz alta —sosteniendo un lápiz con la boca— las distintas cifras de los premios que les muestra una de las instructoras.
Después, ocurre un simulacro de lo que estarán haciendo en hora y media frente a un gran número de personas. Los más experimentados serán los responsables de “cantar” la suerte y poner las bolitas en el ábaco, mientras que los novatos accionarán la válvula de números. Después de practicar, y faltando una hora para el sorteo, Yael y los demás niños gritones se dirigen a los vestidores; la antesala del acto estelar de la noche.
Yael tiene 13 años, desde los 10 es niño gritón de la Lotería Nacional donde ha aprendido compañerismo y responsabilidad
Ocho niños huérfanos los encargados de “cantar” la suerte
Las reglas de la Lotería Nacional, desde sus inicios, contemplaban la presencia de niños para anunciar los números y premios. Incluso se elegían a ocho muchachos huérfanos de entre 15 y 16 años de edad que supieran leer para que asistieran todos los días de sorteo a “cantar”; cuatro de ellos se ocupaban de mover las máquinas, otros dos a sacar las cédulas y los dos restantes anunciaban al público los números y premios. Debido a su precaria situación recibían una ayuda económica y se les apoyaba para que no dejaran de estudiar.
A finales del siglo XIX, el grupo de Niños Gritones lo conformaban los hijos de las familias más acaudaladas de la capital. Entre ellos estuvo Lorenzo “El Chato” Elízaga, quien años más adelante se convertiría en concuño de Porfirio Díaz.
Niño gritón de la Lotería Nacional de los años 60, imagen de archivo de EL UNIVERSAL.
Los niños gritones, una vez elegidos —por su presencia, dicción, aprovechamiento escolar y buena conducta—, se someten a capacitación y adiestramiento para participar en el sorteo.
Fue hasta el año 2000, al asumir la presidencia de la Lotería, Laura Valdez de Rojas —la primera mujer que dirigió la institución—, y de acuerdo con una política de equidad de género, que se instituyó el ingreso de niñas al tradicional grupo de Niños Gritones, que desde su creación había estado reservado a los varones.
En la actualidad, se les permite ser Niños Gritones hasta los 15 años o ya que hayan cumplido cinco años en la actividad. Los más jóvenes tienen entre siete y ocho años.
Los niños gritones están casi forzados a desarrollar a muy temprana edad el hábito disciplinado de cumplir hábil y oportunamente con las tareas que les son impuestas. Pues no hay que olvidar que al final de cuentas, ellos son los emisarios de la suerte.
Niños gritones de la Lotería Nacional en 1983. Los cambios en el uniforme son notorios: la gorra más pequeña, hoy usan doble botonadura y los adornos en brazos y hombros ya son distintos.
Esta página de EL UNIVERSAL ILUSTRADO del 10 de abril de 1936 nos muestra otra imagen de otro niño gritón de la Lotería y las mesas-cajas donde se colocaban y revisaban rigurosamente las bolitas de los sorteos.
La Lotería inició en la casa de quien fuera yerno de Porfirio Díaz
Fue en 1867, cuando Benito Juárez era presidente que se decretó la suspensión definitiva de todas las loterías pequeñas, dejando así únicamente a la Lotería Nacional, permitiendo por vez primera la institucionalización de los sorteos y que los fondos fuesen destinados a obras del estado. Aunque la existencia de la Lotería Nacional data de 1770, cuando el Marqués de Croix estableció la Real Lotería, el 7 de agosto de 1920 se decretó la fundación de la Lotería Nacional para la Beneficencia Pública.
Así, ubicado en el cruce de Bucareli y Juárez se encuentra el edificio de la Lotería Nacional, conocido como “El Moro”. Esta gran construcción de estilo Art Decó se edificó entre 1934 y 1946. Cuenta con 20 pisos y está ubicada en Plaza Reforma número 1. Sus antecedentes se remontan a una vieja casona que antes estaba en ese terreno y era propiedad de Ignacio de la Torre y Mier, un aristócrata que estuvo casado con Amada Díaz, hija de Don Porfirio Díaz, cuya foto podemos observar en nuestra imagen principal de hoy.
Anteriormente los sorteos se realizaban en distintos lugares; el primero se llevó a cabo en el salón de Cabildos del Ayuntamiento de la Ciudad de México. Y en la calle de Capuchinas —hoy Venustiano Carranza— se ubicó la primera colecturía (nombre que se le daba al lugar donde se vendían los billetes).
No fue hasta 1924, que debido al éxito de la lotería, se decidió fijar una sede. Se escogió la casa de Ignacio de la Torre y Mier, la cual se adquirió por un valor de 280 mil pesos. Los sorteos se realizaban en el patio central.
Otra imagen de EL UNIVERSAL ILUSTRADO de abril de 1936 con más aspectos del interior de la Lotería Nacional. Empleados tomando los números y los premios para formar la “lista loca”, así como una lista y un pizarrón oficiales de premios mayores.
Más tarde se decidió construir un nuevo edificio, así que se empezó desde cero la que sería la nueva casa de la Lotería.
Edificar un nuevo edificio en el mismo terreno de la antigua mansión suponía grandes ventajas, pues estaba localizado en un punto de importancia capital, por lo que en 1933 se derrumbó la casona. También se adquirieron los terrenos adyacentes (una casa de la calle Rosales y otra de la calle Palacio Legislativo).
Se conoce como “El Moro” por el kiosko morisco, sede de la Lotería en 1885
Durante la demolición y construcción del edificio que se conoce como “El Moro” —en remembranza del Kiosco Morisco, actualmente en Santa María La Ribera, y que por el año de 1885 estuvo en la Alameda Central y fungió como sede de los sorteos de la Lotería de la Beneficencia Pública—; la Lotería se instaló en lo que hoy en día es el Museo Nacional de San Carlos, ubicado en la calle Puente de Alvarado.
Para la construcción de El Moro hubo varias propuestas; la primera, en 1924, realizada por los arquitectos Obregón Santanillia y Villagrán; la segunda, del ingeniero José Antonio Covarrubias, quien sugería un estilo similar al de la mansión de Ignacio de la Torre y Mier.
Pero finalmente, la construcción quedó en manos del ingeniero José A. Cuevas, retomando la propuesta de Obregón Santanilla y Villagrán, y haciendo varios ajustes.
En junio de 1934 se aprobó el proyecto y se firmó el contrato. En total, de la construcción cobraría 47 mil 496 pesos y un costo máximo de la obra entre un millón 50 mil y un millón 90 mil pesos. Como límite la construcción terminaría, según el contrato, en un año nueve meses; sin embargo, la edificación se prolongó doce años.
Fue hasta 1942 que se montaron las estructuras de madera y hierro para la bóveda del salón principal. También ese año se compraron los elevadores.
Dos años después sustituyeron la estructura de concreto por una metálica. Así, el 28 de noviembre de 1946, finalmente se inauguró la nueva Lotería Nacional.
Anuncio de la Lotería Nacional publicado en EL UNIVERSAL ILUSTRADO en 1933 con motivo de la celebración del 20 de noviembre, sorteo de la Revolución.
Difundió las primeras transmisiones de televisión en México
Durante un año fue el rascacielos más alto de la ciudad, hasta que se terminó la construcción de la Torre Anáhuac. En la década de los cincuentas se efectuaron, en el piso 13 y 14, y a través de una antena ubicada en la parte más alta del inmueble, las primeras transmisiones de la televisión en México. Se trataba del IV informe de gobierno del entonces presidente, Miguel Alemán Valdés; transmitido a través del canal 4.
Y en 1978 se colocaron en los costados de la entrada principal dos estelas de bronce; obra de Federico Cantú para representar a la diosa fortuna. Esta fue su primera remodelación desde su construcción. La segunda fue en el 2010, de gran importancia, pues recobró su carácter histórico y su estilo artístico Art Decó.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el director de la Lotería Nacional, Pedro Pablo Treviño Villarreal narró que para su construcción, el arquitecto José A. Cuevas implementó el Sistema de Flotación Elástica, que era toda una innovación en la ingeniería de aquella época, debido al exceso de agua que se presentaba en esta zona y a las dificultades para la construcción.
Esto permitió a Cuevas llevar a cabo un nuevo proyecto, el cual consistió en un piso subterráneo, entrepiso, planta baja y diecisiete pisos superiores, para contar con un total de 20 pisos.
De hecho, este sistema de flotación recibió en aquella época un reconocimiento de la Universidad de Harvard, comentó el directivo.
Dijo que fue en el 2010 y en el salón de sorteos donde “el artista Ariosto Otero, muralista, nos hace el honor de pintar un mural en toda la parte principal del edificio.
“En el salón de sorteos estaban las cajas a donde venían los ganadores de billete a cobrar su cachito y aquí mismo se les pagaba. Es un mural emblemático porque incluye mucha historia de nuestro país, hay varios presidentes ahí, también está el inicio de la lotería en México. Le da permanencia y es uno de los íconos, sobre el ícono, que perdurará por varios años más para seguir contribuyendo a la historia y al patrimonio de nuestro país”.
El director de la Lotería Nacional, Pedro Pablo Treviño Villarreal adelantó para EL UNIVERSAL que en este 2016, el edificio cumplirá 70 años y para ello ya se preparan festejos y sorteos conmemorativos.
Niño Gritón, símbolo de responsabilidad y compañerismo
En tanto, para Yael trabajar como Niño Gritón en la Lotería Nacional significó entender desde muy joven las nociones de trabajo, compañerismo y responsabilidad; conocer otros niños ajenos a su entorno, a través de los cuales conoce experiencias ajenas a las suyas; son algunas de las cosas que Yael nunca imaginó que viviría cuando tres años atrás él y su familia paseaban por Avenida Reforma; y al ver El Moro, sus padres pensaron que los ‘niños gritones’ de la Lotería Nacional podían ser una buena actividad para paliar la ansiedad de Yael, propia de su edad.
Se acercaron y pidieron informes; pero ya se había agotado el plazo de la convocatoria, por lo que tuvieron que esperar al siguiente año. Fue entonces que Yael se integró a la Lotería bajo la promesa de que a lo largo del proceso mantendría un promedio mínimo de 8.5, y que asumiría responsablemente su nueva obligación. Actualmente es uno de los más grandes, y una de las cosas que ha aprendido es el valor del ahorro; antes se gastaba la beca que le daban: 365 pesos aproximadamente en juguetes, pero ahora lo guarda.
No todos ganan lo mismo, pues hay algunos niños —generalmente los que llevan más años— como Yael, quien tiene tres siendo Niño Gritón, que asisten a entre cinco y siete sorteos por mes, mientras que otros sólo van a tres. Al ser hoy otro día más de sorteo, sus padres lo dejan bajo la custodia del personal de la Lotería Nacional.
Al salir de los vestidores, los Niños Gritones le dan un último repaso a la porra: “¡Gran comunicador de la noticia y el entretenimiento! ¡Veracruzano de corazón! ¡Carlos Ferráez Matos! ¡Carlos Ferráez Matos! ¡Premio mayor! ¡Premio mayor!”, cantan todos a coro, en esta ocasión la Lotería Nacional rinde homenaje al empresario xalapeño, uno de los pioneros en el desarrollo de los medios masivos de comunicación del estado de Veracruz.
Aspecto actual de los vestidores de la Lotería Nacional donde los niños gritones guardan sus distintos uniformes, gorras y calzado.
Por ser uno de los más grandes y el más alto, Yael -engalanado en un traje negro con botones dorados y un sombrero que lo hace lucir como todo un cadete- es el último de la fila que forman a escasos minutos de iniciar el sorteo. Todos juntos suben las escaleras de caracol hacia la planta baja donde se encuentra el vestíbulo del salón de sorteos. Su figura, la de Yael, junto con las de los demás niños gritones, desaparece del sótano de “El Moro”; casa de la suerte que lo ha visto crecer en los últimos años.
El sorteo está a punto de celebrarse, Yael y sus compañeros esperan formados el anuncio. Después de varios minutos se escucha lo siguiente: “Reciban con un gran aplauso a los emisarios de la suerte y la fortuna, las niñas y los niños gritones de Lotería Nacional”. Se escuchan los aplausos y Yael, con aire de confianza, camina para iniciar el sorteo del día.
Fotos antiguas: Archivo EL UNIVERSAL y colección Villasana-Torres.
Fuentes: Consulta del libro Lotería Nacional. Páginas de su historia. Libro: La Lotería Nacional y su ámbito urbano. La puerta al México moderno, Cecilia Martínez de la Macora y Luis Gabriel Juárez Galeana. Entrevista con Yael Gómez Cruz, niño gritón de la Lotería Nacional