Texto y fotos actuales: Carlos Villasana y Ruth Gómez
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“Las tres y todo serenooo”, se escuchaba en la madrugada el canto del hombre encargado de vigilar la tranquilidad de los capitalinos. Aquel individuo era conocido, precisamente, como El Sereno.

Así, clavado en el corazón de la Glorieta de los Insurgentes se encuentra el monumento a este personaje que representó a las primeras figuras de seguridad para los habitantes de la Ciudad de México.

Daniel Vázquez, encargado del acervo del Museo del Policía, narró en entrevista con EL UNIVERSAL que el origen del sereno se remonta a tiempos coloniales, cuando el Conde de Revillagigedo instauró el primer cuerpo de guarda faroles y el reglamento para el alumbrado y los guardas en 1790 con la intención de "remediar los males de las colonias".

En este estatuto se podían leer que los guarda faroles tenían que portar "un chuzo, un pito ―sólo se utilizaba en caso de correr peligro―, una linterna, escalera, alcuza y paños"; que se crearían "ocho cabos armados de sable para vigilar a los guarda faroles".

Asimismo se explicaba que tenían la obligación de "pasar palabra unos a otros, desde las once de la noche hasta las seis de la mañana del día siguiente, diciendo la hora que era y el tiempo que hacía de cuarto en cuarto". He aquí el motivo por el cual se le empezó a llamar El Sereno, por el  grito en el que informaba la hora y que todo estaba tranquilo.

Lauro E. Rosell, en su libro Iglesias y Conventos Coloniales de México describió su vestimenta de la siguiente manera: "tocaba su cabeza con sombrero semiancho de aplastada copa, su cuerpo cubríalo con raida chaqueta de casimir desteñido, pantalón de la propia tela, y llevaba por las noches un farolillo de hoja de lata con una candileja alimentada con aceite de nabo; de la cintura pendía mellado espadín y siempre en la diestra, un garrote o simplemente una borda correa de cuero, a guisa de látigo".


 Retrato de estudio del fotógrafo Julio Michaud en la que aparecen un gendarme de barrio y el Sereno con su tradicional farolillo, a finales del siglo XIX

Queda claro así que eran muy diferentes los serenos y guardias del centro de la ciudad que los de las "barriadas", pues estos guardianes del orden público portaban garrote y espadín de correa, realizando su tradicional rondín por las calles de la capital al ocultarse el sol. Tanto El Sereno como el gendarme dieron paso al famoso policía de barrio o “tecolote”.

Los Serenos tenían como última labor del día, al amanecer, reportarse en las oficinas de gobierno donde pasaban lista de su vestuario ―por el cual pagaban― y demás accesorios. También debían reabastecerse de aceite para sus faroles. A las nueve de la mañana tenían que estar camino a casa para cumplir con su deber nocturno, relató para EL UNIVERSAL Óscar Cruz, guía del Museo del Policía.

En honor a éste célebre personaje se levantó un monumento ―obra del escultor Víctor Manuel Villareal― en la Glorieta de los Insurgentes el 22 de diciembre de 1992 y que permanece hasta la actualidad.

El Sereno se yergue sobre una plataforma circular adornada con plantas ―en su mayoría secas― y graffiti. En una revisión de fotografías antiguas, pudimos notar la desaparición de su tradicional farol y de la placa conmemorativa donde se podía leer: “Con este personaje el día 3 de noviembre de 1792 se inicia oficialmente la seguridad pública en esta capital”.

Para saber lo que había ocurrido con la placa, nos dirigimos a Carlos Muñoz Rosas, bolero que se encuentra a un costado de la escultura y trabaja ahí desde hace 39 años. Lo abordamos preguntándole si sabía quién era la figura de hierro a su lado: "Claro, es el monumento a El Sereno".

Don Carlos comentó a EL UNIVERSAL que hace aproximadamente seis años se percató que ya no había placa ni tampoco farol.

“Todo pasó en la madrugada, durante el día hay mucho movimiento y me imagino que era muy pesado por lo que necesitaban tiempo para cargarlo. En la noche nadie cuidaba y se lo llevaron fácil”.

Asimismo nos compartió que varios de sus clientes trabajan en la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, que se encuentra a unos pasos del monumento. A quienes les ha dicho que deberían de ponerle una placa nueva, su farol característico y un jardín bonito, así podrían aprovechar la ocasión para reinaugurar el monumento porque mucha gente "no lo ubica", y recalcó que por él "no hay problema en que la gente se me acerque y me pregunte, yo les digo, como a ustedes".

Al retirarnos, una señora nos observó tomando la fotografía comparativa, segundos después sacó su celular y, en el mismo ángulo, capturó al Sereno de la Glorieta. Nos acercamos a preguntarle quién era él de la estatua, apresurada nos dijo que no sabía y retomó su camino. Repetimos el ejercicio con otros transeúntes de la Glorieta para saber si se imaginaban quién era el personaje. Las respuestas variaron: un fraile, un chino, Tin Tan o Kung Lao, del popular videojuego Mortal Kombat.

Ninguna de éstas respuestas es errada teniendo en cuenta que el sitio no da información alguna de quién es. Resulta irónico que el monumento de homenaje a uno de los primeros guardias públicos que tuvo la capital haya sido víctima de robo y no se haga nada al respecto.

Frente a él se encuentra otra plataforma donde podría ir una escultura de un gendarme, ¿no sería increíble que la primera pareja de seguridad pública estuviera junta de nuevo? Y de ésta manera ambos siguieran contemplando a la capital que en tiempos pasados ayudaron a cuidar.

Fotografías antiguas: Colección Villasana-Torres.

Fuentes: Daniel Vázquez y Óscar Cruz del Museo del Policía, libro “Iglesias y Conventos Coloniales de México” de Lauro E. Rosell y Don Carlos Muñoz.

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