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Texto: Cristina Hernández
Fotos actuales: Xóchitl Salazar
Diseño web: Miguel Garnica
Imagen del interior del panteón de San Fernando captada por el fotógrafo francés Alfred Saint-Ange Briquet
A unos metros de la estación del metro Hidalgo, en la calle Héroes en la colonia Guerrero, podemos encontrar un sitio que reúne historia y misterio; por su antigüedad y la relevancia de quienes ahí descansan. Es el panteón de San Fernando. Conocido por ser la última morada de los restos de Benito Juárez García.
A simple vista no tiene el estilo de un panteón como los que estamos acostumbrados a ver, llenos de tierra y con grandes tumbas, más bien parece la entrada a un patio donde solo se escucha el canto de los pájaros y de las ramas de los árboles que mueve el viento.
Es un lugar tranquilo en el que no se percibe el paso del tiempo. Al caminar y observar en las tumbas los nombres de los difuntos nos damos cuenta que nos son familiares, quizá porque los conocimos en nuestras clases de historia.
Rodrigo Callejas, encargado de servicios educativos del ahora Museo Panteón de San Fernando, habló con EL UNIVERSAL acerca de la historia de este recinto y de algunos de los personajes que aquí reposan. Nos comenta que el mausoleo de Benito Juárez es la tumba más grande que existe en el panteón. Fue el último en ser enterrado en el lugar, ya que a causa de las Leyes de Reforma, en 1871, quedó prohibido vender terrenos, levantar tumbas o adquirir nuevos nichos.
En ese mismo año, falleció Margarita Maza de Juárez, esposa del entonces presidente de México, quien sí fue sepultada cuando el lugar aún estaba abierto. Para ese entonces, algunos de los hijos de la familia Juárez ya habían muerto pero se encontraban en nichos separados.
Benito Juárez falleció en 1872, por lo que se concedió una excepción para colocarlo temporalmente en otro lugar cerca de su esposa y cinco de sus doce hijos. Fue hasta el año de 1873 cuando comenzó la construcción del mausoleo a donde fueron trasladados todos los restos de la familia.
El presidente Porfirio Díaz fue el encargado de inaugurar la obra en 1881. Los trabajos estuvieron a cargo de los escultores Juan y Manuel Islas, quienes conservaron un estilo neoclásico que se asemejara al Partenón Griego, característico de aquella época.
Fueron ellos también quienes diseñaron la estatua de mármol que está al centro, inspirados en la obra renacentista “La Piedad” de Miguel Ángel, en donde está la Virgen María de rodillas con el cuerpo de Cristo en su regazo. Sin embargo, el motivo de la imagen ubicada en este mausoleo se considera más laico, pues hace alegoría a la Patria que llora la pérdida de uno de sus hijos más queridos: Benito Juárez.
El mausoleo se encuentra cercado por una reja que inicialmente era sencilla, solo con barrotes, pero el presidente Díaz mandó a hacer una nueva con herrería y así cambió el diseño en el que ahora sobresale un águila, propia del escudo nacional, que tiene además las iniciales del Benemérito de las Américas.
Esta es la herrería que rodea el mausoleo. Aquí sobresalen las iniciales del Benemérito de las Américas: BJ
A este campo santo han llegado varios mandatarios a rendirle homenaje a Benito Juárez. El primero en hacerlo fue el mismo Porfirio Díaz. A él le siguieron Francisco I. Madero y Venustiano Carraza. Otro presidente que se presentó ante esta tumba fue Victoriano Huerta, aunque este acto fue muy criticado debido a la forma en la que había asumido el poder.
Con el paso del tiempo, las ceremonias fueron perdiendo importancia y dejaron de asistir políticos de mayor rango. Rodrigo Callejas comenta que, en la actualidad, a los homenajes ya no asiste el presidente, sino el Secretario de Gobernación o el Jefe de Gobierno, y algunos empleados de la delegación Cuauhtémoc, demarcación en la que se encuentra este panteón.
En las ceremonias realizadas el 18 de julio, día del aniversario luctuoso, algunas logias masónicas reúnen a los descendientes de Benito Juárez y visitan el lugar. La mayoría son personas de edad avanzada y, según nos comenta Rodrigo Callejas, algunos tienen la característica de ser rubios.
El mausoleo luce en buen estado, cuidado y sin ningún signo evidente de deterioro. De su mantenimiento se encargan el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Secretaría de Cultura.
El encargado comenta que el panteón es un lugar muy tranquilo en donde los únicos gritos y lamentos que se escuchan son los de los indigentes que permanecen afuera del lugar. Y cualquier persona puede entrar a dar un recorrido por las tumbas.
Debido a la historia e importancia del cementerio, el gobierno decidió que no había mejor lugar para depositar los restos de Benito Juárez; pues San Fernando no solo fue uno de los panteones más antiguos de la Ciudad de México, sino también de los más caros: aquí solo era enterrada la crema y nata de la sociedad.
Por eso, existe un contraste entre las tumbas de los generales, políticos y grandes personalidades de la época con las de los civiles. Los de la alta sociedad tienen una tumba grande y grabada con símbolos o motivos religiosos y se encuentran en el patio. En cambio, las personas comunes tienen solo pequeños nichos en las paredes.
Entre ellos destaca un espacio que se encuentra atrás del mausoleo de Juárez en donde "duermen" los niños de menos de cinco años que murieron a causa de las infecciones y carencias de salud de la época. Un letrero pide a los presentes guardar silencio para no interrumpir el sueño de los pequeños.
En esta pared descansan los restos de los niños menores de cinco años que murieron en el siglo XIX
Durante sus inicios, el panteón formaba parte de un convento de franciscanos construido en el siglo XVII. En otras de las 80 tumbas que se encuentran en el lugar están importantes políticos, militares y personas ilustres del siglo XIX. Por ejemplo: José María Lafragua, Francisco Zarco, Martín Carrera, Tomás Mejía e Ignacio Comonfort. Estuvieron además Ignacio Zaragoza, Vicente Guerrero y Miguel Miramón.
En esta tumba aún descansan los restos de Ignacio Comonfort
Sin embargo, los restos de estos últimos fueron llevados a otros lugares desde hace varios años, aunque permanece su tumba en el cementerio. Miguel Miramón fue trasladado a la catedral de Puebla desde 1895, al igual que los restos del general Ignacio Zaragoza que se encuentran en la misma ciudad desde 1976.
Esta es la tumba donde estuvieron los restos del general Ignacio Zaragoza
En cambio, los restos de Vicente Guerrero han mudado de lugar de descanso en varias ocasiones. Primero estuvo en el Panteón de San Fernando; después fueron trasladados en 1925 al Ángel de la Independencia. En 2010, por los festejos del Bicentenario de la Independencia de México, sus restos fueron llevados al Museo Nacional de Historia para su conservación.
Estar frente a las tumbas de estos próceres, nos remite a nuestra infancia por el recuerdo de las clases Historia, donde conocimos a estos personajes. De esta manera, recorriendo el panteón, podemos darnos cuenta de que en verdad existieron y es interesante conocer el lugar donde sus cuerpos fueron depositados.
Otro dato curioso es que en este panteón existe un nicho con el nombre de de la bailarina y coreógrafa estadounidense Isadora Duncan, quien murió el 14 de septiembre de 1927 en Niza, Francia. Las circunstancias de su fallecimiento están llenas de rareza y misticismo: fue estrangulada por la larga chalina que llevaba en el cuello, cuando ésta se enredó en la llanta del auto en el que viajaba.
Esta mujer fue considerada la creadora de la danza moderna, por este motivo sus admiradores, entre quienes se cuenta estaba el presidente Plutarco Elías Calles, mandaron construir este nicho dedicado a su obra. No obstante, Duncan no está enterrada en este lugar y, paradójicamente, tampoco visitó México.
En enero de 1936, el Instituto Nacional de Antropología e Historia declaró al Panteón de San Fernando monumento histórico. Y a partir de 2006 abrió sus puertas al público convirtiéndose en un Museo en el que se puede dar un recorrido y conocer dónde están enterrados algunos de los hombres que conformaron la historia de nuestro país.
Fotos antiguas: Colección Carlos Villasana-Torres y cortesía de la UIA.
Fuente: Rodrigo Callejas, encargado de servicios educativos del Museo Panteón de San Fernando, y la página de la Secretaría de Cultura.