Texto: Cristina Hernández
Fotos actuales: Paola Juárez
Diseño Web: Miguel Ángel Garnica

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¿Te imaginas vivir en un lugar construido especialmente para ti por el dueño de la empresa para la cual trabajas, para que la oficina no te quede lejos? Eso hizo Ernesto Pugibet, empresario de origen francés, dueño de la fábrica de cigarros El Buen Tono.

Esta empresa inició sus actividades durante la primera reelección de Porfirio Díaz, en 1884, y  estuvo abierta hasta al inicio de la década de los años sesenta, durante la presidencia de Adolfo López Mateos.

La investigadora Claudia Rodríguez Pérez describe que la fecha en que inicia propiamente la edificación de esta fábrica es, según los registros, en 1890, cuando Pugibet y su esposa compran un terreno ubicado en las actuales calles de Buen Tono y Ernesto Pugibet, en el Centro Histórico; lugar en el que ahora se encuentran una torre de Teléfonos de México, un jardín en donde se encuentra un busto del empresario, la iglesia que él mandó construir (del Buen Tono) y el mercado de artesanías de San Juan.

Para 1912, el éxito económico de la fábrica permitió a Pugibet construir una fuente que proveyó de agua al barrio de San Juan, así como una iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe (en honor a su esposa), ubicada dentro de los terrenos de la empresa y que ofrecía servicios religiosos a los trabajadores y directivos de El Buen Tono.

La compañía se caracterizó por usar la publicidad creativa, algo totalmente diferente a otras empresas de la época. Fue de las primeras en anunciarse en el cine. Todo esto cuando pasaba en medio de un periodo de crecimiento económico a nivel nacional.


Anuncio de la cigarrera El Buen Tono, una de las primeras en mostrar imágenes de mujeres fumando, publicado en EL UNIVERSAL ILUSTRADO a principios del siglo XX

Durante este auge, Pugibet pidió al ingeniero Miguel Ángel de Quevedo, quien también fue el encargado de construir los Viveros de Coyoacán, la edificación de lo que él llamaba “colonias”, un conjunto de casas donde pudieran vivir sus empleados y así mejorar su calidad de vida al reducir los trayectos para llegar al trabajo.

Como en esa época estaban de moda los conjuntos parisinos, el edificio tendría un estilo muy particular, con departamentos agrupados en corredores que asemejan callejones. Años después, a esta edificación, se le conocería como edificio La Mascota o El Buen Tono. El segundo nombre provenía de una de las marcas de cigarros de la fábrica.


En esta foto panorámica de 1967 apreciamos el edificio La Mascota, en medio la glorieta que luego desapareció para construirse la línea rosa del Metro. Del lado izquierdo, el Mercado Juárez

Cuando se terminó de edificar, su ubicación coincidía con el límite de la colonia más afrancesada de la ciudad, hoy colonia Juárez. Enfrente está el mercado que recibe el mismo nombre, y a tan solo una cuadra, el metro Cuauhtémoc.

El conjunto habitacional comenzó a construirse en 1912 y su apertura fue al año siguiente. Quedó conformado por 175 departamentos, con dos o tres recámaras, según el número de personas que vivieran ahí. Cada uno con dos patios interiores, y otros con sótanos.

La Mascota no fue el único edificio construido por El Buen Tono. Gracias a la prosperidad de la empresa se hicieron dos conjuntos similares.

Casi un siglo después, La Mascota es el único inmueble de este tipo que persiste a pesar del paso del tiempo.


Aquí dos planas de EL UNIVERSAL de 1926, en las cuales se publicaron sendos anuncios de la empresa EL BUEN TONO

Hace tres años y con motivo del centenario de esta construcción, Sonia Sierra, coeditora de EL UNIVERSAL, realizó un recorrido de la mano de doña Blanquita, una de las inquilinas del edificio, quien llegó a vivir al lugar 50 años después de haberse construido.

Doña Blanquita fue invitada por el señor Duprat, dueño del inmueble y nieto de Ernesto Pugibet, quien además le dio a elegir la ubicación del departamento. La mujer recordó los juegos de los niños en la privada y, especialmente, cuando andaba detrás de los vecinos para cobrarles los 80 ó 100 pesos de renta.

EL UNIVERSAL realizó apenas hace unos días  otro recorrido por este peculiar edificio. Pudimos observar que algunas zonas del inmueble se ven descuidadas, sobre todo, las de la parte frontal.


El edificio luce hoy en abandono en algunas zonas, como los departamentos frontales, junto al mercado Juárez, habitados por jóvenes adictos que limpian parabrisas en esta esquina y mantienen sucio el lugar

La mezcla de olor a viejo, restos de comida, algunos inhalables y sudor de hace varios días, dan “el mal tono” a este lugar y provocan voltear a la esquina de Abraham González y Bucareli, donde las paredes del edificio están pintadas con graffiti.

En la parte frontal, tras una puerta anaranjada y de madera vencida viven varios muchachos de entre 20 y 25 años que se mantienen limpiando los vidrios de los autos que pasan por este crucero. Nada que ver con la imagen principal que aquí les mostramos, de aquel 1967.

Fuente: Breve Historia de la fábrica de cigarros El Buen Tono, de Claudia Rodríguez Pérez. El Universal Ilustrado.
Fotos antiguas: Colección Carlos Villasana- Torres

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