Hoy se instala en la antigua sede del Senado de la República la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. Se trata de un momento de gran trascendencia para la historia de la capital de la República y, creo, para el país en su conjunto. Finalmente, tendremos una Constitución que —como sucede en el resto de entidades federativas de la República— establecerá los derechos humanos de los capitalinos y señalará la forma en que habrán de funcionar los poderes públicos.

Los trabajos de la Asamblea se prolongarán hasta que finalice el mes de enero de 2017, momento en el cual se deberá tener un documento aprobado, a fin de que sea solemnemente promulgado a inicios de febrero (casi con seguridad la promulgación debería ocurrir el 5 de febrero, para hacerla coincidir con el Centenario de la Constitución Mexicana).

La base de la discusión es un proyecto de Constitución que presenta el Jefe de Gobierno. Las propuestas de Miguel Ángel Mancera deben guiar los debates y ser analizadas, discutidas y, en su caso, modificadas, hasta que se logre un texto definitivo. Estoy cierto de que el Jefe de Gobierno mantendrá su compromiso con los derechos humanos que ya se han ganado en la Ciudad y respecto de los cuales no sería aceptable dar marcha atrás.

Aunque la temática por discutir es amplísima, hay quizá tres temas que seguramente consumirán buenas parte de los días y semanas de trabajo de la Asamblea Constituyente:

1) Los derechos humanos, terreno en el cual tenemos el gran desafío de elevar el estándar que hasta hoy se ha logrado, de forma que se vaya incluso más allá de lo que establecen los tratados internacionales de la OEA o de la ONU;

2) La definición de las futuras “alcaldías” y de las bases sobre las cuales van a ser electos sus “concejales”; la figura de las alcaldías es la que va a sustituir a las actuales jefaturas delegacionales, por lo que su definición constitucional es un tema clave para la Asamblea; y

3) La coordinación metropolitana; no debemos olvidar que el impacto de la vecindad con el Estado de México y, en menor medida, con Morelos, hace indispensable una coordinación que va a más allá del territorio de la Ciudad, a fin de atender debidamente problemas tan serios como el transporte, la recogida y destino de la basura, la seguridad pública, el medio ambiente y un largo etcétera.

Los trabajos de la Asamblea estarán marcados, en lo político, por el notorio pluralismo en su integración. Las dos fuerzas políticas que cuentan con más diputados constituyentes electos son Morena y el PRD, pero el PRI y el PAN también cuentan con una considerable representación gracias a los nombramientos de diputados realizados por las cámaras del Congreso de la Unión y por el presidente Enrique Peña Nieto. Ese pluralismo puede ser muy sano, siempre y cuando no impida llegar a consensos en los temas que más importan. No se trata de lograr unanimidades, pero sí de reconocer que sobre lo básico una gran mayoría de constituyentes están de acuerdo. Ojalá así sea.

En todo caso, lo importante es que estamos siendo testigos de un hecho singular en la historia de la Ciudad. Estoy seguro que la futura Constitución de la CDMX servirá como modelo de las discusiones constitucionales del futuro. Tal vez sirva también para inspirar cambios constitucionales o nuevas constituciones en otras entidades federativas. Incluso puede ser un catalizador de cambios a la Constitución federal.

Haríamos bien, dada la importancia del ejercicio democrático que hoy arranca, en dedicarle mucha atención y hacer un puntual seguimiento de las discusiones. No se trata de dejar que los políticos hagan lo que quieran, sino lograr un texto que sea representativo de la Ciudad y que la gente sienta como propio. El reto es enorme. No nos defrauden, señores y señoras constituyentes.

Investigador del IIJ-UNAM.
@MiguelCarbonell

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses