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En estos días se registran críticas al Tercer Informe presidencial —por los problemas económicos, políticos y sociales del país—, pero a partir de esta semana y sobre todo en el ya cercano 2016, las críticas se vincularán al presupuesto cero y la mal llamada política de austeridad que tendrán como efecto el riesgo de una profundización de la situación económica y el consecuente deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de los mexicanos.
Desde siempre ha habido un componente de arbitrariedad, tanto en el monto global del gasto público, como en el reparto a cada una de las dependencias, instituciones y programas. La decisión de diseñar un presupuesto cero, sin embargo, lleva la arbitrariedad al máximo, pues si antes, a partir del presupuesto del año anterior, se tenía un cierto compromiso de bajar o subir el monto, pero siempre alrededor de la asignación del año anterior, ahora los funcionarios de Hacienda decidirán a su arbitrio cuánto se asigna a cada rubro e incluso, con la supuesta justificación de que han realizado una evaluación de la eficiencia, podrán no sólo disminuir sino incluso cancelar programas enteros y aun instituciones que a su parecer no deben existir. Por supuesto, como todas las evaluaciones que hoy constituyen la línea más socorrida de la actual administración, los criterios utilizados y su aplicación son decisión unilateral del evaluador, sin que los evaluados puedan intervenir en su definición o sus resultados. Ah, pero eso sí, el secretario Videgaray ha reconocido que le pedirá opinión al Banco Mundial, que, como es sabido, desde 1987 hasta ahora, cada vez tiene mayor injerencia en las políticas que se aplican en México.
Junto al exceso de arbitrariedad que se arroga la Secretaría de Hacienda, el otro aspecto altamente preocupante es que la aplicación del mentado presupuesto cero va acompañado de un drástico recorte presupuestal. Es verdad que el gobierno está experimentando penurias por la agudización de la crisis económica, una de cuyas expresiones es la notable devaluación del peso. Devaluación que tiene tres causas fundamentales: Una, desde luego, es la caída del precio del petróleo que, a diferencia de otros países que, más pendientes del mercado petrolero, pudieron prever lo que sucedería, tomó por sorpresa a la administración de Peña Nieto, cuando llevaba adelante la entrega del principal recurso natural del país a empresas privadas, fundamentalmente extranjeras.
Una segunda causa de la devaluación ha sido la cuantiosa fuga de capitales que ha significado, por ejemplo que sólo en tres meses, (según sucesivos informes del Instituto para el Depósito de Valores, organismo de la Bolsa de Valores de México) se retiraran de la Bolsa más de 12 mil millones de valores de inversionistas extranjeros, mientras que los depósitos en el exterior de los millonarios mexicanos, según datos de la Fed (la banca central de Estados Unidos) aumentaron, entre diciembre de 2012 y noviembre de 2014, en nada menos que 19 mil 377 millones de dólares, con lo que llevó el total de estos depósitos, en diciembre de 2014, a la alarmante suma de 77 mil 352 millones de dólares.
La tercera causa de la devaluación es el descenso de la actividad económica, provocada en gran parte por los cuantiosos recortes presupuestales, de 124 mil millones de pesos aplicados ya en este 2015, ya que la menor inversión y el retiro de capitales que se fugan del país ante la expectativa de un bajo dinamismo, tienen que pagarse en dólares y, por lo tanto, presionan a la caída del valor del peso.
El presupuesto cero, con los anunciados recortes drásticos del gasto, (que, como en este año, se dirigirán principalmente a los servicios sociales como educación y salud y a Pemex y CFE), así como la devaluación del peso, provocarán una intensificación de los problemas que se expresará en una mayor caída de la actividad económica, y un repunte de la inflación. Para las clases trabajadoras eso significa sufrir de manera simultánea el desempleo y el alza de los precios.
Profesora de la Facultad de Economía de la UNAM, e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social (CACEPS)