El pasado domingo 25 de junio, la dirección nacional del PRD aprobó por amplia mayoría del 90% de sus integrantes, la convocatoria a la construcción de un Frente Amplio Democrático (FAD) con todas las fuerzas políticas y sociales, excepto el PRI. Se trata de un esfuerzo político de la mayor envergadura con el objetivo de ganar las elecciones federales de 2018 y conformar un gobierno de transición, que desmonte el entramado de corrupción que hoy opera a sus anchas en todo el país, que es el cáncer responsable de los más graves problemas que vive el país.
Desde el PRD nace esta propuesta que resulta viable y oportuna. Ante la gravedad de la situación nacional, es necesario afrontar las adversidades de otra forma, hacer algo distinto que posibilite una ruta de cambio y transformación en los distintos ámbitos de la vida nacional.
Esta alternativa a la tradicional lucha entre partidos, los trasciende y aspira a ser un foco de interés ciudadano, un camino donde puedan incorporarse organizaciones sociales con intereses heterogéneos pero coincidentes en la necesidad de arrebatar el control político al PRI para, posteriormente, desplegar los temas de la agenda nacional que a cada organización le son inherentes, dentro del marco de un gobierno de coalición donde partidos políticos y sociedad organizada logren conformar un nuevo pacto social que, a lo largo de seis años de gobierno de transición, permita fincar las bases de un nuevo horizonte de oportunidades y esperanzas para toda la sociedad mexicana.
No se trata de hacer un Frente para apoyar la candidatura presidencial de un militante de Acción Nacional. Los miembros de Alternativa Democrática Nacional, corriente política nacional del PRD de la que soy integrante, no podríamos aceptar una ruta de este tipo. Por el contrario, lo que hemos puesto sobre la mesa al interior de nuestro partido es que este esfuerzo se construya para ponerlo al servicio de la sociedad civil y que sea un ciudadano o ciudadana, sin militancia partidista, quien encabece la candidatura presidencial y, eventualmente, encabece el gobierno de coalición que proponemos también sea de transición.
La tensión social en México se encuentra en niveles de alarma. El desgaste de la institución presidencial encabeza el deterioro del aparato burocrático institucional en los tres niveles de gobierno del que desconfía la inmensa mayoría de las y los mexicanos. El Estado se juega una parte importante de su capacidad y legitimidad política en las próximas elecciones federales de 2018. El entorno mundial es incierto como nunca antes y no podemos permanecer a la deriva sin una estrategia que afirme los valores e intereses de México ante el resto de las naciones, comenzando por nuestro vecino del norte.
El Frente Amplio Democrático debe tener un propósito electoral: ganar la elección presidencial de 2018 y obtener una mayoría legislativa que le permita gobernar. Debe, también, tener objetivos a la hora de formar un gobierno de coalición, el primero sería combatir la corrupción de forma inteligente y decidida.
Habría otros objetivos esenciales como el de generar una estrategia contra la desigualdad social y económica diferente a la que por casi cuatro décadas no ha revertido la marginación, pobreza y atraso de varias generaciones de millones de mexicanos; otro objetivo sería resolver el grave problema de inseguridad que con diferentes grados y características existe en todo el país; también afrontar y resolver el problema de los bajos salarios y el reto de reducir la informalidad económica que limitan el crecimiento de la economía nacional; entre muchos otros objetivos de primer orden en áreas como el campo, educación, investigación científica y salud que se necesitan atender.
Construir el FAD requiere de instalar una mesa de diálogo para su diseño y concreción, conformar plataformas electorales y la propuesta de gobierno democrático, así como métodos para la definición de las y los candidatos.
Las descalificaciones a este esfuerzo no se hicieron esperar, de inmediato los que se creen dueños de la verdad salieron a señalar que es una insensatez, que es inviable y contra natura. Esta, insisto, es una propuesta novedosa que busca conformar un gobierno de coalición de fuerzas sociales y partidistas, para lograr la transición que México requiere.
El llamado está hecho, veamos que acogida tiene entre las organizaciones políticas y sociales. El trabajo es mucho y necesita emprenderse lo más pronto posible. Requiere de capacidad para anteponer intereses personales y de grupo para ver nacer una alternativa de cambio posible, con rumbo y futuro, por el bien de México.