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Muchas veces hemos alertado sobre las dificultades económicas que se avecinan para México y que se evidencian en la continua disminución de las previsiones de crecimiento del PIB; en el colapso del precio del petróleo, que no llegará a los 50 dólares, muy lejos de los 79 presupuestados; en la disminución de la producción petrolera que se estima en 200 mil barriles por día (las pérdidas por estos dos conceptos pueden rebasar los 450 mil millones de pesos); el tipo de cambio que probablemente no bajará de los 15 pesos por dólar y la fuga de capitales. Son sólo algunos elementos clave a considerar en la discusión y aprobación del Presupuesto 2016.
En este escenario es prudente preguntarse: sí la sola fusión de “286 programas en 101, la eliminación de 78 programas presupuestarios, 41 programas nuevos y la re-sectorización de siete”, que contiene la propuesta del Presupuesto Base Cero del Gobierno Federal (PBC), puede ser la base programática con la que se enfrentarán eficaz y oportunamente las demandas de combate a la pobreza, crecimiento económico y seguridad pública que la sociedad mexicana exige.
No es aceptable que el gobierno federal haya aumentado en 20% su gasto corriente durante estos tres últimos años. Con este antecedente, el PBC podrá servir para justificar un recorte presupuestal en áreas de inversión que serán estratégicas para la formación de capital y sólo a favor del gasto burocrático.
Por ello, el Congreso debe vigilar que el proyecto gubernamental se ajuste al marco jurídico presupuestal y a sus fines constitucionales: obra pública, salud, educación, desarrollo económico, empleo, desarrollo social, ciencia y tecnología, desarrollo rural. Es momento de que los tres Poderes de la Unión y los tres niveles de gobierno recorten el gasto burocrático a favor de la ciudadanía.
En este país donde la pobreza crece directamente proporcional al incremento insultante de la riqueza de unos cuantos, se debe ajustar el porcentaje de recaudación del trabajo y el capital. Se deben gravar las transacciones de la Bolsa y las herencias millonarias, combatir a fondo la evasión y la elusión fiscal; impulsar una reforma tributaria para que el pago de impuestos sea algo simple y sencillo para cada contribuyente.
La contracción presupuestal que se iniciará en 2016, y que se mantendrá en el mediano plazo, dado que la estructura de ingresos gubernamentales ha entrado en un proceso de reorganización por la reforma petrolera en curso, producirá una disminución de los ingresos aportados por esta fuente, más allá de la suerte que sigan los precios internacionales del petróleo, deberá llevar a abrir un proceso amplio de discusión pública, donde se revisará el conjunto y cada una de las partes del presupuesto federal, sus vínculos con los presupuestos de los estados y municipios, con la finalidad de lograr un ejercicio más racional, eficiente y transparente respecto a las necesidades y prioridades del país.
El incremento de la pobreza y la grosera concentración de riqueza en unas cuantas manos deben considerarse como riesgo para la gobernabilidad. Esto debe valorarse por el Ejecutivo y el Legislativo en el Presupuesto 2016.
No más gasto para engordar burocracia y sí a favor de la ciudadanía.
Senador del PRD y vicepresidente de la Mesa Directiva del Senado de la República.
Twitter: @SenLuisSanchez