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Entropía es el grado de desorden que tiene un sistema. Un concepto de la física para describir procesos termodinámicos que llevan al desorden, éstos pueden ser reversibles o irreversibles.
Se puede aplicar este concepto a una estructura social o gubernamental para referirnos a su nivel de desorden. A este enfoque de medición del desorden, e incluso del caos en una sociedad, se le ha llamado entropía social.
Un ejemplo del incremento de la entropía social, del desorden y la descomposición, es la extorsión. Un proceso que aparece y se alimenta, con frecuencia , de la complicidad de criminales y autoridades, alcaldes, delegados o gobernadores, que “permiten” que suceda y que participan del producto de la extorsión. Todas las actividades criminales, incluidos el secuestro, la trata de seres humanos, el narcotráfico y otras, van integrando este nuevo “desorden”. El grado de entropía se incrementa. La inversión se retira y los desequilibrios regionales empeoran. El caos es el extremo. En nuestro país se vive en muchas regiones.
El desorden se expande, las autoridades se descomponen, ya desde el inicio de su administración eran o se convierten en cómplices. En el Congreso de la Unión, en las Cámaras, el famoso “fuero” sirve a algunos para lavar dinero e intentar lavar su nombre o su prestigio, mediante el anonimato de tres o más años, recurriendo al olvido de la opinión pública.
Hay otras formas igual de graves para desordenar una sociedad. De corromperla y de ampliar la entropía, de alterar los valores y contaminar la marcha al conocimiento y al desarrollo humano e intelectual de sus habitantes.
Un gobierno puede incrementar esta entropía y la descomposición social al permitir o propiciar que el presupuesto público, en sus varias modalidades y en los diversos niveles de gobierno, se canalice a grupos que insisten en tener una tajada del presupuesto, o a individuos que buscan prebendas y rentas que frecuentemente comparten con los responsables de los presupuestos públicos. El dinero por acuerdos, sin esfuerzo.
Hacer reversible el proceso de descomposición podría venir de los niveles más altos de la administración. De una convicción de crear orden y lograr, mediante una campaña inteligente, compensar los “costos políticos” de la reversión, de instaurar el orden. Esta reversión requiere entender que el proceso de la búsqueda honesta del orden, de la justicia y de la transparencia puede ganar más votos que los que otorgan las prebendas para los grupos que las buscan, sindicatos y asociaciones o grupos y firmas de seudoempresarios que lucran con rentas y acuerdos de contratos u operaciones de compra-venta de activos de toda índole.
Se dice que en un presupuesto todas las partidas tienen dueño. No hay dueños, hay prebendas. No es difícil cambiar eso cuando se encuentra el apoyo en la opinión pública, en la sociedad cansada de la corrupción y del abuso privado del poder público.
Los ciudadanos pueden lograr recomponer y reordenar su entorno después de procesos de descomposición, pero puede ser tardado e injusto para toda la sociedad, y en particular para los grupos de menores ingresos, si en este intento se tiene que luchar contra el gobierno, contra la desinformación y el otorgamiento de prebendas. El concepto de entropía también se extiende a todos los instrumentos de los gobiernos para evitar la transparencia. En la comunicación, la entropía representa la corrupción de las señales para crear confusión. Sirve para medir el grado de imprecisión, de ambigüedad que posee un mensaje.
Hay muchos casos de autoridades, legisladores, empresarios e intelectuales que han buscado, y hoy también, reducir el desorden, esta dañina entropía social. Cada año, al menos en este campo, la elaboración de los presupuestos en los tres niveles de gobierno es una nueva oportunidad para volver al orden y a la transparencia. Para revertir la entropía.
Director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado.
@foncerrada