El arribo de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos parece confirmar esa especie de ley de Murphy según la cual: ‘Si hay un escenario climático peor que el actual, este escenario se producirá’. Así parece vivirlo hoy día la comunidad internacional preocupada por el futuro del clima planetario.

No es para menos; Donald Trump no es solo un negador del cambio climático, es además el presidente electo del país más poderoso del mundo, con la economía más fuerte y con los mayores impactos en el consumo de mercancías, de energía y de recursos de la naturaleza a escala planetaria, es también el segundo más grande emisor de gases de efecto invernadero.

Muchos en la comunidad internacional piensan que será difícil para el nuevo presidente dar marcha atrás en todas las iniciativas y compromisos climáticos de Estados Unidos. Por el contrario, pienso que el presidente puede encontrar los mecanismos para hacerlo y retirar a Estados Unidos de los Acuerdos de París; otra cosa es si lo hará y si, por otra parte, le conviene a esa nación y a su economía hacerlo.

Un escenario es la retirada de Estados Unidos de la Convención Marco sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, lo cual facilitaría su salida de Los Acuerdos; otra posibilidad es la cancelación de las ordenes ejecutivas a favor del medio ambiente del presidente Obama, mediante otras ordenes ejecutivas equivalentes dado que, éstas, y Los Acuerdos no pasaron por el Senado. Una más simplona es, como ha dicho el señor Trump, simplemente borrar la firma de Estados Unidos de los Acuerdos.

No será fácil retirarse, es cierto; hay muchos obstáculos de por medio. Uno tiene que ver con la necesidad de negociar con sus aliados internacionales; otro son los candados que pusieron los negociadores del presidente Obama para dificultar que Estados Unidos pudiera retirarse. Otros obstáculos tienen que ver con los litigios legales que pondrán en práctica las organizaciones civiles y ambientalistas estadounidenses para frenar las iniciativas de Trump; también hay que considerar las protestas en las calles de los ciudadanos en diversas ciudades de la unión americana.

Más importantes aún son las fuerzas económicas en marcha actualmente que harán difícil al presidente Trump echar abajo la reconversión a gas de las centrales eléctricas y el actual Plan de Energía Limpia en su conjunto. Para hacerlo tendría que, contraviniendo las fuerzas del mercado, lograr primero que el precio del gas subiera y el del carbón bajara, lo cual es contrario a la tendencia actual. La baja del precio del gas se debió a la entrada en escena del shale gas, del cual Trump es ferviente promotor. Otro aspecto de la economía mundial que debe tomarse en cuenta, es la importancia que las energías renovables están teniendo, no necesariamente en el medio ambiente, sino en la economía mundial. Las inversiones en este sector aumentan cada año. El año pasado representaron más de la mitad de la capacidad neta añadida de generación de electricidad a escala mundial, según la Agencia Internacional de Energía. China es el país que más invierte actualmente en renovables, y este sector se ha convertido en una de sus principales fuentes de divisas. La energía renovable es hoy día un negocio rentable del que Estados Unidos se quedaría marginado de llevarse a cabo las promesas de Trump.

¿Es sólo Trump la única amenaza para que los apocalípticos escenarios climáticos del mundo se cumplan?. En Muchas partes del mundo, incluyendo a México, el factor Trump está justificando la inacción, e incluso las incapacidades y falta de voluntad de los líderes y las élites nacionales para tomar iniciativas a favor de sus pueblos y del planeta. Tomar a Trump como factor explicativo de todo fracaso e inacción, es suponer que sin Trump en escena, todos los demás países marcharían en una ejemplar ‘hermandad’ por el medio ambiente.

Lo cierto es que si se retira Estados Unidos, que representa cerca del 18 por ciento de las emisiones, el resto del mundo seguiría siendo responsable de más del 80 por ciento restante del carbono causante del calentamiento, y tendría que responder por ello, lo cual no quiere decir que las emisiones estadounidenses no importen.

El verdadero Gran Satán del clima planetario es la simulación de aquellos países que hacen grandes ofrecimientos en los tratados internacionales, firman todo, pero hacen muy poco en el interior de sus países para tomar medidas efectivas contra el cambio climático, que promulgan una legislación que nadie cumple, y que dejan a las instituciones fiscalizadoras sin verdaderos poderes para hacer cumplir las leyes, al tiempo que cierran los espacios democráticos a aquella ciudadanía que desea sumarse a la causa ambiental. Los jefes de Estado de estas naciones firmaron Kioto y ninguno de ellos cumplió. Aún sin Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos, estos factores serían suficientes para avanzar hacia la anunciada catástrofe climática.

Dr. José Luis Lezama, Profesor-Investigador en el Colegio de México

Doctor en Política Ambiental por el University College London.

Ex-Profesor Visitante en el Massachusetts Institute of Technology.

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