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En ocasiones las discusiones de corto plazo sin estudios previos de temáticas de interés, pueden llevar a votar decisiones no racionales por parte de los hacedores de políticas públicas, los cuales siempre tiene que responderse: ¿qué? ¿por qué? y ¿para qué?, se da un voto bien fundamentado y con un principio de racionalidad.
Cuando se analizan los impuestos especiales, entre las cosas que deben tenerse en cuenta en su decisión para aumentarlos bajarlos o mantenerlos, es analizar si el producto al cual nos referimos clasifica o no como un bien giffen, si la demanda del bien es elástica o inelástica y si la condición por el cual se estableció a generado los efectos deseados, siempre es necesario considerar que cada caso es multidimensional y que es necesario analizar donde se encuentra el aspecto más nocivo y más controversial en la afectación de la libertad individual, tal y como decía J. S. Mill, en el siglo XIX.
Los impuestos no solo tienen fines recaudatorios, deben sustentarse en la concientización de porque deben ser pagados, como será empleado y si el efecto social por el cual se estableció ha sido logrado o no.
En ocasiones los impuestos no resuelven los problemas, que pueden generar gastos irracionales por otros conceptos y en el mediano plazo los efectos pueden ser conseguidos de manera más eficiente por acciones, que aunque son acciones exógenas al sistema económico, contribuyen a su mejor funcionamiento. Un ejemplo de estas acciones extraeconómicas que ayudan, puede ser la educación social, instrumento que en muchos casos contribuyen a disminuir problemas de salud, que pueden tener su causa en comportamientos de consumo inadecuados, determinados por aspectos psicosociales sin relación al ingreso o precio o, aumentar la concientización por la conservación y cuidado del medio ambiente.
Pero también un impuesto mal establecido puede generar un efecto negativo que puede afectar a la estructura productiva del país o a segmentos importantes de población que son de bajos ingresos y se encuentran en condiciones de pobreza patrimonial. En ocasiones las explicaciones no son claras y aunque se trate de presentar la idea de que uno u otro bien pueden ser menos costoso al final el ciudadano se ve afectado, ya sea por un elemento que puede contribuir a limitar la expansión del mercado doméstico o, porque genere una elevación final sobre otros bienes necesarios en el consumo final.
Lo anterior puede ser un simple comentario, pero la duda o aclaración es necesaria cuando se oyen las discusiones a nivel personal y en asamblea, de los hacedores de políticas públicas en torno a ley de ingreso de la federación, como las relacionadas con los IEPS a los refrescos y a la gasolina.
Para saber es si el IEPS a las bebidas endulzadas ha tenido el efecto social deseado, es necesario analizar si ha sido efectivo en las tendencias limitar el consumo y es necesario analizar su repercusión en la disminución de la obesidad. Los estudios actuales solo están referidos al consumo y presentan estadísticas diversas y contradictorias, que exigen más investigación y análisis.
En torno a la gasolina, es interesante la opinión expresada por la senadora Padierna en entrevista al periodista Alejandro Cacho, al señalar que México sigue comprando la gasolina al mismo precio que antes, aspecto que parece ser inconsistente si vemos que internacionalmente ha caído el precio del petróleo y sus derivados y que en el mercado de los Estados Unidos el galón de gasolina hoy es mas mucho más barato. En el 2016, a pesar de las bandas instrumentadas al precio de la gasolina, con el impuesto establecido el ciudadano mexicano estará pagando más caro el litro, a pesar de la caída en el precio del petróleo.
Sin un lugar a dudas son decisiones que puede incidir en el empleo y en el precio final de los bienes de consumo de un país con más del 50 por ciento de población en pobreza patrimonial. ¡Quedamos con la duda o necesitamos aclaraciones!
Profesor del Departamento de Estudios Empresariales de la Universidad Iberoamericana.
jesus.valdes@ibero.mx
