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El pasado sábado 4 de marzo, el PRI cumplió 88 años de historia, de transformaciones, acomodos, relevos, imposiciones, negociaciones y hasta alternancias.
Al cumplir 88 años se puede reconocer que:
Ciertamente, es un partido que creó instituciones políticas y que le dió a México el rostro que día a día se desdibuja. Que le dio al país forma, organización, dirección, identidad nacional. Que escribió la historia de bronce y reconoció héroes y villanos. Que le indicó a la sociedad por dónde caminar, cómo y en qué momento.
Ciertamente, es un partido que ha sabido adaptarse a los tiempos, que ha hecho reformas políticas, como la de 1977, para dar la impresión de democracia permitiendo el registro del Partido Comunista Mexicano, fundado en 1919 y hasta entonces clandestino, y mantener su hegemonía sin perder el poder. Ha sabido también pactar con la derecha mexicana para cederle espacios de participación y poder. Se ha adaptado a la apertura del sistema político, ante una presión creciente tanto de los otros partidos como de la sociedad organizada. Ha tolerado la alternancia, con el arribo del PAN a la presidencia, pero se ha resistido a la llegada de la izquierda encabezada por Andrés Manuel López Obrador.
Ciertamente, al igual que lo hiciera Porfirio Díaz, es un partido que supo negociar, cooptar, reprimir a cuanto opositor, movimiento social, grupo fáctico le hizo frente. Eso cambió en el año 2000.
Cierto es también, que hoy el PRI se encuentra en el peor momento de su historia. Ahora, el partido por muchas décadas hegemónico, ha perdido su capacidad de imponer sus decisiones y ha tenido que aprender a pactar, a negociar, a ceder, a aliarze con otros partidos para conformar las mayorías que antes construía solo. Ha perdido el control que ejercía con, más o menos eficacia y resultados, sobre los gobernadores, incluidos los salidos de sus filas, sobre los grupos fácticos como empresarios, medios de comunicación masiva, Iglesia, narcotráfico y delincuencia organizada; ha visto debilitarse la institución, que, con él como instrumento, vertebraba la vida política, económica, social y cultural de México, por supuesto la presidencia.
Arrastra hoy el PRI, la crisis de legitimidad y credibilidad más profunda que un presidente priista haya enfrentado, con una aprobación que se sitúa entre 6 y 12%; el descrédito causado por los casos de conflicto de interés por la llamada “Casa Blanca”; cuestiones como los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa no resueltas; un escaso crecimiento económico; unas reformas estructuras cuyos resultados no acaban de llegar; la enorme corrupción de gobernadores priistas como Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge, que se convierten no sólo en un lastre, sino en el ejemplo de lo mucho que los gobernantes priistas se han enriquecido, aunque nunca tan abiertamente.
Pero, a pesar de todo, después de 88 años el PRI sigue siendo el PRI:
En los discursos pronunciados durante su festejo de los 88 años, el del presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y el del presidente del partido, Enrique Ochoa Reza, aun se aprecian resabios, más como nostalgias que como realidades, de lo que alguna vez fue un partido hegémonico. Aquí algunos ejemplos.
Primero, el presidente Peña reconoció eso que hasta el año 2000 caracterizaba a los priistas y lo diferenciaba de los otros partidos, “la unidad” y con ella “la disciplina” que también lo distinguía. Más aún, comparó al PRI con el PAN y el PRD al sostener que “Mientras esos partidos se encaminan a la división, a las pugnas internas o a la demagogia autoritaria, nosotros nos mantenemos cohesionados y con la unidad necesaria para vencer y para servir a México con responsabilidad.”
Agradeció incluso el acompañamiento de “los priistas (que) han respaldado a su amigo, a su compañero de partido y a su presidente”, en especial a quienes han enfrentado los costos políticos por los cambios realizados. Lo anterior, haciendo a un lado la falta de disciplina de algunos gobernadores, quienes ya no siguen las directrices del presidente de la República ni del partido y que no se dejan controlar por ninguno de los dos, y al mismo tiempo olvidó mencionar que esos mismos correligionarios no lo apoyaron a la hora de mandar a “la congeladora” su iniciativa de matrimonios igualitarios, pues prefirieron responder a las críticas manifestadas a través de la opinión pública, que a la decisión de su presidente.
Segundo, el presidente dibujó a su partido, consciente o inconscientemente, como aquel que alguna vez se pensó la única y mejor solución a los problemas, como el único partido capaz de amar al país y velar por su bienestar. En sus propias palabras: “Se les olvida (a los otros partidos), se les olvida que los militantes son mujeres y hombres que amamos a nuestra Patria y que siempre daremos todo por defenderla.”
Tercero, para no variar, purificó la imagen de su partido, como si éste no buscara el poder por el poder, sino servir a la gente, pues dijo “En el PRI si entendemos que el poder solo sirve si le sirve a la gente.”
Cuarto, para no romper con el pretexto que el PRI esgrimió en el pasado para no dar paso a una verdadera política democrática, sostuvo que “la oposición sigue sin estar lista para ser gobierno”. La razón, su postura ante el gasolinazo, pues “Si algo quedó demostrado en enero de este año, es que sin distinción de colores exhibieron su oportunismo político demandando subsidiar la gasolina (...) evidenciaron su total desconocimiento de las finanzas públicas del país, su falta de visión de Estado o simple y llanamente que están dispuestos a sacrificar la estabilidad económica del país para ganarse un aplauso y un respaldo fácil.”
Quinto, mostró al PRI como alguna vez se dibujó a sí mismo, como “el salvador” al afirmar “Hoy México nos convoca nuevamente, una vez más tenemos que salir a defender el avance del país y el bienestar de su gente (pues) está en riesgo una educación de calidad, el empleo que nuestros jóvenes hoy si están encontrando (…) la modernización de nuestro sector energético y de telecomunicaciones, el acceso a créditos baratos y la estabilidad misma de la economía nacional.”
Sexto, no podía faltar la advertencia en contra de otras fuerzas políticas cuando alertó sobre “las amenazas que representa la parálisis de la derecha o el salto al vacío de la izquierda demagógica”, en clara alusión al PAN y a Morena.
Las frases, alusiones y dichos del presidente Peña remiten a los tiempos en los que el PRI se presentaba a la sociedad como la única opción posible, capaz de llevar a la presidencia a un político desinteresado, conocedor de los problemas del país y de la gente, poseedor de todas las soluciones, preocupado solo por servir, sin intereses personales, sin ganas de enriquecerse a la sombra del poder, sin debilidades ni odios.
Asimismo, el discurso presidencial del sábado hace alusión a un México que hace décadas se encontraba sometido al Estado y que veía reducidas sus fuentes de información y la posiblidad de conocer aquello que los presidentes realmente hacían con los recursos, puestos, posiciones, compromisos.
Por si fuera poco, el presidente nacional del PRI, Ochoa Reza, también agregó lo suyo.
Después de aplaudir con singular entusiasmo y alegría el discurso de Peña y hacernos recordar los rituales del “besamanos”, agradeció con “humildad” la presencia de su jefe, el presidente de la República, cuando dijo “Es un alto honor para todo el priismo, Señor Presidente, que esté usted esta mañana con nosotros. El PRI está orgulloso de su labor como Presidente de la República. Como Jefe de Estado, ha dado usted un gran ejemplo. Un ejemplo de anteponer los intereses nacionales, sobre la coyuntura de corto plazo. Un ejemplo de responsabilidad al servicio de México.”
No conforme, cayó nuevamente en el lugar común de citar a Luis Donaldo Colosio, aquel que una vez muerto se volvió más útil que cuando estaba vivo. Textualmente leyó “Como lo dijo Luis Donaldo Colosio: “El PRI evitó que México cayese en el círculo vicioso de tantos países hermanos de Latinoamérica, que perdieron décadas entre la anarquía y la dictadura”. Después de lo cual hizo un recuento de los logros del PRI-gobierno al frente de México. Habló de educación, de seguridad social y salud pública, de vías de comunicación, de la red digital, de energía eléctrica y combustibles, de la Reforma Política de 1977 y de su creador Jesús Reyes Heroles, de pluralismo democrático, de diplomacia, etcétera.
Para seguir en concordancia con el discurso de Peña Nieto, afirmó que “hoy somos los priistas, los más calificados y los más patriotas, para defender los más altos intereses de México en materia internacional. Gracias al PRI y a los gobiernos emanados de nuestras filas, México tiene una larga trayectoria de lazo y amistad con todas las naciones.” Y continuó, “el PRI es un partido ganador (…) Siempre encontramos y reencontramos el camino para la victoria. Somos un partido que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos (…) La experiencia nos enseña que es un gran error subestimar al PRI.
En un momento de inspiración, llamó “docena trágica” a los dos sexenios panistas, al PAN lo calificó de “blando y rancio”, al PRD de “sol que no alumbra ni a la esquina”, y a AMLO de “mesías de la mentira”, un demagogo y mentiroso que le huye al debate, porque no debatió con él cuando lo necesitaba, Ochoa, por supuesto.
Finalmente, después de elogiar a la militancia priista, con él incluido, terminó gritando 3 vivas al PRI y 3 a Enrique Peña Nieto.
De esta manera, el festejo de los 88 años del PRI tuvo todos los ingredientes que este partido acostumbró durante décadas, entre ellos, la presencia de los sectores del partido, de gobernadores, legisladores, mujeres, jóvenes..., quienes para no variar corearon vivas al partido y a Peña, que hicieron pequeñas olas y aplaudieron con entusiasmo. No faltaron los autoelogios y la construcción discursiva de un partido invencible, unido, disciplinado, preocupado y ocupado por cuidar los intereses de sus gobernados. No se hizo esperar tampoco la práctica del besamanos, los aplausos y el entusiasmo poco habitual de un presidente que se sintió en casa, protegido por los que se dicen suyos, hasta que deje el poder y se entreguen a alguien más. Finalmente, para no romper con la tradición, la autocrítica no fue invitada, ni hizo presencia una disidencia capaz de cambiar el rostro cada vez más rancio de un partido que vive a lo sombra de grandezas pasadas.
Lo que fue diferente fue la dimensión, todo en pequeño; el contexto, la crisis por la que atraviesa el país y el sistema político mexicano; la situación, el PRI como un partido cuya fuerza ha disminuido al punto de estar en posibilidad de perder nuevamente la presidencia de la República en el año 2018; la debilidad, de un presidente que no está en control de las principales piezas que articulan el poder político; la sociedad, que ya no está dispuesta a someterse al partido, ni a gobierno alguno; los grupos fácticos, que han rebasado el poder del presidente y el partido para convertirse, a su vez, en centros de poder; la urgencia, de encontrar los mecanismos que devuelvan al país la relativa paz social de que gozó un día.
En fin, el PRI sigue siendo el PRI, a pesar de que todo a su alrededor ha cambiado.
Académica de la Universidad Iberoamericana